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CÚCUTA.- En el corazón de la ciudadela Juan Atalaya, en Cúcuta, se sitúa un nicho comercial fundado, hace más de 30 años, por Luis Alfonso y Natalia Mora. Los esposos elaboraron un forzado anagrama para bautizar el asadero de pollos. El nombre se expandió y ahora es referencia de la zona conocida como Natilam.
Cúcuta es una ciudad incipiente en los procesos de desarrollo urbano. Como parte del proyecto para embellecer el Paseo Rojo y Negro, espacio público sobre las márgenes de la autopista que atraviesa a Atalaya, a cargo de la Gobernación de Norte de Santander, desde 2014 se pretende la construcción de una plazoleta en el lugar donde ahora están instaladas 22 casetas de comidas rápidas.
Algunos de los establecimientos comerciales son tan antiguos como el nombre Natilam, comentó Isidro Carrascal, propietario de una venta de perros calientes en el sector, hace 28 años. Las entidades encargadas del proyecto – Secretaría Departamental de Gobierno y Secretaría Municipal de Planeación – requieren la reubicación de las casetas para continuar con las labores de adecuación del Paseo. La reubicación sería provisional hasta la finalización de las obras.
Las casetas no destacan precisamente por la elegancia o el encanto. Son unas cajas metálicas gigantes, magulladas, con descoloridos letreros de gaseosas y parches de óxido que en ciertas partes ha corroído tanto el metal que hay agujeros que permiten ver el interior cuando están cerradas. Peculiar lugar donde se encuentra comida peculiar, como el caldo de venas o la sopa de pichón que venden en la caseta ‘Lucy-Dan’.
Algunos trabajadores, con notorios visos de desconfianza, prefirieron no revelar el nombre, como si se tratara de un asunto de seguridad nacional, ofrecen su perspectiva respecto al problema que los abruma. El diálogo se da en situaciones castizas como pelar papas o descabezar pescados para el caldo. El recelo desaparece, entonces se pregunta poco y ellos responden mucho, hasta el punto en que tras una verborrea de 10 o 15 minutos rematan con un “Y eso es todo lo que lo yo sé”.
Las declaraciones contienen basta información irrelevante y las divergencias entre unas y otras desnudan una aparente falta de gestión colectiva por parte de los vendedores. Mientras hay quienes afirman el haber contratado un abogado para la solicitud de las garantías; otros dicen desconocer tal contratación y se auto compadecen ante el posible escenario del desalojo.
La progresiva ocupación del lugar es reconstruida por Carrascal, uno de los más antiguos en Natilam. En el puesto de comida rápida, que adquirió en 1987 tras la muerte del propietario inicial, relata cómo esta pequeña comunidad de comerciantes trasformó lo que describe como “un montón de matorrales para un lado y un barrizal para el otro”.
Los vendedores no se niegan a la reubicación, exigen garantías para el cumplimiento de cuanto les han ofrecido respecto a la entrega de locales construidos en cemento y con las instalaciones de energía y agua necesarias para la actividad comercial. Las entidades del orden municipal y departamental que vigilan este proceso han anunciado lo que sería un “inminente” desalojo antes de finalizar el año.
ANDRÉS JOSÉ MORALES
Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co
