OCAÑA- Norte de Santander.- En el corazón de Ocaña, Norte de Santander, se encuentra el museo Antón García de Bonilla, refugio de historia y cultura que enfrenta las turbulencias de una crisis que no es ajena al panorama nacional de Colombia. La crisis de los museos en el país parece ser una sombra persistente que, lejos de disiparse, continúa envolviendo a instituciones encargadas de preservar el legado cultural y artístico de la nación. En este contexto, el museo ocañero no es la excepción.
La situación del museo Antón García de Bonilla es peculiar y preocupante. Entre sus paredes, llenas de historia y relatos del pasado, se esconde una realidad administrativa que refleja la incertidumbre que enfrentan muchos museos en Colombia. Se ha sabido que la institución opera bajo una dirección que, pese a su dedicación y esfuerzos, se encuentra en una posición vulnerable: los empleados administrativos, como director, coordinación pedagógica, continúan ejerciendo sus funciones sin contar con un contrato que respalde su puesto y trabajo. La vacante de gestor de Colecciones aún no se cubre, luego de algunos meses. Esta situación no solo pone en aliviar las dificultades laborales y la falta de seguridad que enfrentan los trabajadores del sector cultural, sino que también subraya la falta de atención y respuesta por parte de entidades superiores, en este caso, el museo nacional, el cual parece hacer oídos sordos ante esta problemática.
La decisión de mantener a los colaboradores en sus puestos sin contratación formal es tanto desconcertante como reveladora. Desconcertante, porque deja al descubierto la fragilidad de las estructuras administrativas y de gestión que sostienen a los museos en Ocaña. Reveladora, porque muestra la pasión y el compromiso de aquellos que, a pesar de las adversidades, eligen quedarse al timón, luchando por mantener viva la cultura y la historia, que estos espacios que resguardan la historia sin autonomía.
Esta crisis no solo afecta a los que trabajan dentro de los museos, sino que tiene un impacto directo en la sociedad. Los museos son vitales para la educación, el turismo y la economía local. Representan un puente hacia el pasado, ofreciendo lecciones que pueden iluminar el camino hacia el futuro. Son espacios de reflexión, inspiración y encuentro con nuestras raíces. Cuando estos espacios sufren, no solo se pone en riesgo el patrimonio cultural, sino que se debilita la cohesión social y se pierde una pieza clave en la construcción de la identidad nacional.
El caso del Museo Antón García de Bonilla es un claro llamado a la acción. Es imperativo que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto, no solo resolviendo la situación contractual de sus trabajadores y asegurando condiciones laborales justas para ellos y su equipo, sino también replanteando y fortaleciendo el modelo de gestión y financiamiento de los museos en Colombia. Deben buscarse soluciones innovadoras y sostenibles que permitan a estos espacios no solo sobrevivir sino prosperar, garantizando que las futuras generaciones puedan disfrutar y aprender de los tesoros que albergan.
La cultura de los museos en Colombia está en un punto crítico. La incertidumbre en Ocaña es solo un reflejo de una problemática más amplia que requiere atención urgente. Amanecerá y veremos qué pasa, pero es claro que el futuro de la cultura y el patrimonio colombiano dependen en gran medida de las acciones que se tomen hoy. La crisis de los museos no solo es una crisis de financiamiento y gestión, sino una crisis de valores y prioridades. Es hora de repensar y revalorizar estos espacios que son esenciales para la identidad y el alma de Colombia.
AZUCENA DELGADO RUEDA