Alberto Sanabria lleva la consola en la mano derecha y el micrófono en la izquierda. Camina lento. Entre saludos y abrazos es recibido por vecinos, suelta los aparatos y se acomoda en una silla. Es inevitable sorprenderse al verlo pasar entre la gente, a los 53 años, es el imán que une a sus amigos.
La atención se posa sobre él, sus acompañantes parecen estar atados, no dejan de mirarlo y escuchar lo que dice. La noche se ameniza entre chistes, risas y gritos que vienen y van, aniquilando la tranquilidad de la calle. Alberto es católico de convicción y carismático de profesión.
Lleva puesta una camiseta negra que hace juego con el color del cielo, dotación del antiguo trabajo. En el pectoral izquierdo sobresale un pequeño letrero del colegio Comfaoriente. En la espalda, en grandes letras blancas está escrito el apodo ‘The Monkey’, con el que es conocido y cuya traducción al español sería ‘El mico’. Es músico reconocido en la ciudad por la amplia trayectoria, maestro de varias generaciones.
Escogió en su juventud, a la Universidad de Pamplona y la biología y la química como profesión. Fumaba marihuana y le gustaba su carrera, hasta que tuvo la oportunidad de entrar al seminario, su verdadera vocación. Estudió filosofía y teología en el Seminario Mayor de Tunja, hasta 1983.
Por diferencias ideológicas fue suspendido por la Iglesia. La vida no era tan fácil como creía, el camino sacerdotal estaba lleno de desaciertos. En el día, cuando el sol rayaba, lo acompañaban la música y los textos filosóficos; cuando el silencio llegaba, devoraba textos de curas obreros que con cada letra hacían temblar al Vaticano.
La Teología de la Liberación fue su mejor aliada, le ayudaba a comprender la realidad de la profesión. Vinieron los problemas por las críticas que hacía al momento que afrontaba la Iglesia. Estaba en contra de la manera en que funcionaba y que ordenaran homosexuales.
En silencio llevaba un gran pecado a cuestas. Sin que jamás se enteraran, tenía amoríos con una hermosa monja italiana, de cabello rubio y piel blanca como la nieve, ojos azules y bello rostro. La religiosa fue trasladada a otro país en un procedimiento de rutina. El romance terminó y acabó con las ganas de ser sacerdote de Alberto.
Fue suspendido en el seminario por tres años, pensó que era mucho tiempo y decidió nunca volver. A cambio, comenzó a dictar clases de música a niños y adolescentes en colegios religiosos, desde 1983. Su aprendizaje es empírico y ha educado a varias generaciones.
Desde ese momento ha trabajado en distintas instituciones educativas, para llevar la música a los corazones de los estudiantes. Entre los más destacados aprendices, está la agrupación ‘Los Pipos’, ministerio cristiano musical para niños. Fue docente musical en la Universidad Antonio Nariño y en el colegio Comfaoriente. Hace 16 años, toca el piano y canta en la Iglesia Nuestra Señora del Carmen, para los curas carmelitas.
Es un hombre de muchas historias interesantes. Entre las anécdotas sobresalientes está el día en que estuvo frente a frente con el papa Juan Pablo Segundo y a la Madre Teresa de Calcuta. “Fui presentado al papa y a la madre teresa de Calcuta cuando vinieron a Bucaramanga. Tuve la oportunidad de darle la mano a un santo”.
Estuvo a punto de perder la vida, cuando por cosas del destino se cruzó con el máximo asesino de Pablo Escobar, Jhon Alirio Velásquez alias ‘Popeye’. En un partido de fútbol en el que hirió el ego de uno de los escoltas que acompañaban al jefe sicarial en Cúcuta. De inmediato la orden fue irse del lugar, la amenaza de muerte fue inminente. Por suerte, ‘Popeye’ decidió marcharse y no hacer efectiva la promesa de defunción.
Alberto pasa sus días tranquilamente, tuvo 4 mujeres importantes en su vida, de las que le quedaron 6 hijos que adora con el alma. Su actual pareja, es con quien desea pasar el resto de sus días, la conoció hace 27 años cuando era docente en una institución educativa y ella era estudiante, por diferentes motivos separaron su camino. Hace 13 años decidieron volver a entablar una relación.
Ahora, recarga su columna en el espaldar de la silla, deja salir una carcajada mientras le cuentan un chiste. Acompañado de amigos y vecinos se goza las noches tibias de la ciudad. Vive por su familia y muere por la música. Alberto pasa sus días mientras cree que al final habrá una vida más allá de la muerte.
JONATHAN FUENTES
Estudiante de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario
Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co