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Soy hiperactivo. No me puedo quedar quieto. Fabrico fuentes de agua, rostros de Jesucristo, decoro cascarones de huevos y piedras. Fotos: / contraluzcucuta.co

CONVERSACIONES DE ENTRE CASA. Me gusta la pintura abstracta, Carlos Arturo Rodríguez

CÚCUTA.- Carlos Arturo Rodríguez señaló hacia las paredes donde están exhibidos los cuadros en colores llamativos. En esa pequeña muestra se aprecia el trabajo que hace en pintura acrílica y que, aún, los cucuteños no han valorado. Decir un precio es mera cortesía, porque el valor real, si se quiere, acumula ceros a la derecha. “Lo que más me gusta es la pintura abstracta”, dijo.

El hombre está sentado a un lado de la mesa en la que expone las tejas de barro pintadas con sumo cuidado y verdadero profesionalismo. Aquí, sí aparecen animales y paisajes, es más pintura concreta. La consentida es una que muestra el balcón de una casa campestre, elaborado en madera obtenida del cují.

Una teja en el mercado de la construcción cuesta mil pesos. Trabajada por el artista, con imágenes reales o mensajes, pulida, pintada y barnizada, taladrada, lista para colgarse en cualquier lugar de la vivienda, vale $ 90.000. ¿Por qué la diferencia en el costo? Simple. El conocimiento es el que se cotiza. Si no, píntela usted.

  • Soy hiperactivo. No me puedo quedar quieto. Fabrico fuentes de agua, rostros de Jesucristo, decoro cascarones de huevos y piedras.

El mayor de los retos diarios es pensar en qué hacer para innovar lo elaborado ayer. En casa, en el barrio La Concordia, tiene infinidad de diseños de tejas, entre los que recita pájaros carpinteros, mariposas, árboles, Los Estoraques y otros que se quedaron estancados en la mente.

Para llevar acabo este oficio, que aprendió en la Bucaramanga natal, en plena infancia, no tiene las herramientas necesarias ni los recursos económicos indispensables. A pesar de mostrar los productos no ha encontrado ese mecenas que lo catapulte y le permita desarrollar esa creatividad innata que brota a diario.

Por si falta algo, con pirógrafo, a mano, elaboró la basílica menor de Nuestra Señora de Chiquinquirá (San Luis) y la Catedra de San José.

  • Tuve en primaria una excelente profesora. Aprendí hasta a bordar. Trabajé en otros oficios. Monté un local pequeño en el barrio Aeropuerto, pero a raíz de la pandemia (2020) tuve que cerrar y me quedé en casa.

El encierro obligatorio lo puso a pensar en qué hacer y profundizó en el arte. Comenzó a abrirse camino, compró materiales, telas y maderas. Todo con las uñas. En la vivienda guarda buena cantidad de mercancía. La idea es que, si puede, en el futuro montar un exhibidor para que la gente mire, aprecie y compre sus productos. Cree que donde vive es un sector escondido para alcanzar las ventas que quisiera.

Al comienzo, no porque no creyera en su talento y en la precisión de las obras, regalaba lo que hacía. Iba al río, buscaba piedras y seleccionaba las que estimaba aptas para pintar. Las decoraba y recibía cualquier billete en parte de pago. Igual hacía con las velas y las ‘casitas’ de los comejenes. La creatividad ha estado a flor de piel.

Hace un cuarto de siglo tomó el autobús que lo trajo a Cúcuta. Viajó en procura del amor. Los primeros años los vivió en medio de dificultades. Incursionó en el mundo de los seguros, experiencia que le ha servido para hablar con la gente, perder la timidez y entablar conversaciones que le reporten ganancias.

  • Con la pandemia esto se bajó mucho. Y estaba cansado de estar en la calle. Voy para 67 años, no logré pensionarme por cometer un error.

Empezó a mezclar las pinturas y le gustaron las figuras abstractas que aparecían. Le gustan los colores fuertes y señala el cuadro anaranjado que cuelga en la pared. Para lograr ese fondo se basó, durante un viaje a Arauca, en el lecho de un río.

Tiene otros cuadros en verde, y aclara, ‘no es porque sean míos, pero me gustan’. Si la inspiración está a flote, pintar un cuadro le representa un día o día y medio. Utiliza pintura que aguanta la limpieza con trapo húmedo. En cambio, en la decoración de una teja gasta un día. En una ocasión intentó tallar una teja y no llegó ni al 50 por ciento del trabajo final.

Y cambió la técnica. Reflexionó que sería imposible que le dieran $ 200.000 por esa obra. El valor lo calcula de acuerdo con el tiempo empleado en la elaboración del trabajo. A la gente le parece costoso, porque no conoce el proceso requerido.

  • La profesión enseña. Anteriormente reciclé unas, pero gasté más tiempo. Qué bobada. Y dije, ‘mejor la compro’.

En este momento está en modo de darse a conocer. Mostrar las pinturas para despertar interés de posibles compradores. Está en capacidad de entregar tejas al por mayor y a buen precio.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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