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Observamos a un alcalde que, aunque dotado de un don indiscutible para la palabra, parece ejercer más como ilusionista verbal que como estratega efectivo. Fotos: Wichos Informa

LOS SECRETARIOS DE DESPACHO. Figuras decorativas en un escenario de monólogos

OCAÑA.- En el teatro de la gestión municipal de Ocaña, los secretarios de despacho se asemejan más a actores secundarios con papeles silenciosos, con guiones vacíos, que a verdaderos protagonistas de cambio. Esta situación no solo subestima el potencial de nuestros líderes departamentales, sino que también subraya una desconexión profunda entre la promesa de liderazgo inclusivo y la realidad de una administración centralizada.

Observamos a un alcalde que, aunque dotado de un don indiscutible para la palabra, parece ejercer más como ilusionista verbal que como estratega efectivo. Su retórica, rica y cautivadora, lamentablemente a menudo termina siendo más humo que sustancia, dejando tras de sí una estela de expectativas no cumplidas y oportunidades perdidas.

El papel relegado de los secretarios de despacho, quienes deberían ser pilares clave en la formulación y ejecución de políticas, es un testimonio trágico de esta administración. Ellos están allí, sí, pero más como sombras que como figuras de autoridad y acción. Su influencia es tan limitada que raramente logran incidir en las decisiones críticas o marcar alguna diferencia notable en el terreno.

¿Cómo es posible que aquellos designados para dirigir los departamentos más cruciales de nuestra ciudad sean meros espectadores en la toma de decisiones?

Esta paradoja no solo estanca el progreso, sino que también erosiona la moral de aquellos que están más que capacitados para contribuir significativamente al bienestar de Ocaña. Los secretarios, con su experiencia y su conocimiento técnico, son relegados a roles que no van más allá de la ejecución pasiva de órdenes, sin espacio para la iniciativa propia o la innovación.

Tenemos un alcalde cuya locuacidad no se traduce en acciones concretas. Sus discursos, aunque a veces inspiradores, rara vez se materializan en iniciativas tangibles que aborden los desafíos reales de la ciudad. Esta desconexión entre palabra y acción ha creado un vacío, un espacio lleno de potencial no aprovechado y de políticas que no llegan a tocar la realidad de los ciudadanos de Ocaña.

Ocaña necesita un cambio de dirección. Necesitamos que nuestros secretarios de despacho sean verdaderos gestores de cambio, con poder real para influir, proponer y ejecutar. Es esencial que el Alcalde reconozca que su fortaleza podría y debería estar en fomentar un equipo de liderazgo dinámico y habilitado, en lugar de concentrar todas las riendas del poder.

Es hora de que las habilidades de estos secretarios se utilicen plenamente, que se les permita llevar a la práctica sus conocimientos y que se les involucre directamente en la creación de políticas que respondan a las necesidades reales de nuestra comunidad. Más allá de eso, es fundamental que haya una mayor transparencia y apertura en la administración municipal, para que no solo los funcionarios, sino también los ciudadanos, puedan tener una voz activa en la manera en que se gobierna Ocaña.

El futuro de Ocaña depende de un liderazgo que vaya más allá de la retórica. Necesitamos acciones concretas, y para ello es crucial empoderar a quienes han sido elegidos para liderar nuestros departamentos y darles la relevancia y las herramientas que necesitan para transformar palabras en realidades palpables. La ciudad no puede permitirse tener talentos en la sombra y un liderazgo que actúa solo en el escenario de la oratoria.

AZUCENA DELGADO RUEDA

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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