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Al principio, el café se sembraba por almácigos, método que llegó a Villa Rosario. Tiempo después, comenzaron a llevar semilla, porque se hacía más fácil el viaje: Luis Andelfo Pineda. / Fotos: SOLÁNGEL ROBLES

CAFÉ EN NORTE DE SANTANDER. La primera semilla colombiana

CÚCUTA.- El café, a lo largo de la historia, ha sido insignia para la vida de los colombianos. Entró al país por territorio nortesantandereano, específicamente por Villa del Rosario. Cuenta la leyenda que lo trajeron los jesuitas en el siglo XVIII. El sacerdote Francisco Romero impulsó el cultivo, porque como penitencia imponía a los campesinos sembrar cierta cantidad de semillas, según los pecados.

Luis Andelfo Pineda Ramírez, agrónomo, historiador y ex Coordinador Excepcional de Sardinata, comentó que “el café vino de Rubio (Venezuela). Llegó a Colombia por Villa del Rosario, en la finca La Yegüera, de allí los jesuitas sembraron café en Cúcuta. Luego, comenzó a expandirse a Chinácota, Bochalema, Durania y pasó a Salazar de las Palmas”. Allí se desplegó a mayor escala, por acción del religioso Romero, a quien le pareció que el clima y los terrenos eran aptos.

Armando Amaya, representante por Norte de Santander ante el Comité Directivo de la Federación Nacional de Cafeteros, recordó que el café llegó a territorio nortesantandereano, en 1797. A Chinácota lo llevó Gervacio Rubio y a Villa del Rosario, el médico francés Pedro Chavoy Prieto, quien plantó 50.000 árboles en la finca El Palmar, convirtiéndose en los pioneros a escala comercial.

“El café se propagó por el departamento por los sacerdotes que estaban en cada municipio. El mayor distribuidor fue Francisco Romero, quien motivaba a los feligreses a sembrar café”, recordó Pineda Ramírez.

Muchos campesinos comenzaron a cultivar el producto, porque mostraba rentabilidad. En Salazar existieron grandes haciendas productoras de café. Una, de propiedad de la familia Peñaranda, de donde lo llevaron a Gramalote y de ahí a Sardinata junto con el sacerdote Reimundo Ordoñez Yáñez. De allí pasó a Santander, Antioquia y Cundinamarca.

El dilema de la primera exportación

Norte de Santander se convirtió en el primer departamento exportador de café, en 1808. El médico francés Chavoy Fierro sacó el grano por el puerto Los Cachos, del río Zulia, recordó Armando Amaya. La historia cuenta que la primera exportación salió de Salazar de las Palmas y pasó por Villa del Rosario, con destino a Maracaibo (Venezuela). En 1835, el primer envío fue de 2592 sacos a Venezuela. Este hito marcó el comienzo de la industria cafetera próspera, que ayudó a superar la crisis económica en la región.

Sardinata hace parte de la historia, por cuanto los primeros colonos que llegaron a la zona provenían de Salazar de las Palmas y habían habitado en Gramalote. Buscaban tierras aptas para el cultivo del café. Abrieron paso entre la selva, acamparon en las quebradas La Chacona y San José. Dos años más tarde, regresaron a la tierra natal atacados por la epidemia de fiebre amarilla.

En 1874, aparecieron en Sardinata, procedentes de Salazar de las Palmas, Eugenio Rojas, Francisco Méndez, Pantaleón Ortiz y Abelardo Madariaga. “Estaban cautivados por la fertilidad de las tierras y el encanto del que se había hablado. Se ubicaron en lo que se designa la unión del río Grande y río Chiquito, cuya confluencia da origen al río Sardinata”.

Luego del terremoto de 1875, los colonos se aterrorizaron y regresaron a la región de origen. A mediados de 1876, llegó el sacerdote Secundino Jácome, quien comenzó la creación del municipio, mediante la organización política y religiosa de los habitantes. Colonizó y originó la distribución de tierras para sembrar lo que sería la insignia económica: el café.

Entre 1915 y 1925, se expandió el café en Sardinata y se abrió paso hasta lo que hoy son los corregimientos La Victoria, Las Mercedes, El Carmen, San Martín de Loba y Luis Veros.

La Victoria, con clima ligero y suelos favorables, se convirtió en el lugar con más producción, afirmó el Coordinador Excepcional de la Federación de Cafeteros de Sardinata, Raúl Hernán Vera Romero.

En 1927, se creó la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia, fruto de la unión de agricultores, que buscaban organizarse para ser reconocidos nacional e internacionalmente. Procuraban mejorar el precio y la exportación. En 1929, se instaló en Cúcuta el primer Comité de Cafeteros de Norte de Santander.

Tradicionales maneras de sembrar café

Luis Andelfo Pineda recordó que, al principio, el café se sembraba por almácigos, método que llegó a Villa Rosario. Tiempo después, comenzaron a llevar semilla, porque se hacía más fácil el viaje. Este sistema lo habían aprendido los jesuitas en Orinoco (Venezuela).

Al pasar los años, implementaron la bolsa con el gancho seco de la mata de plátano o chocheco. Se doblaba para darle forma de chuspa, se echaba tierra y se ponía la semilla a germinar. Luego de propagado el cultivo por diferentes zonas cambió el método.

Santos Emilio Robles, caficultor desde los 17 años, empezó la plantación y la producción de café en la vereda Balcones (Las Mercedes). “Cuando empecé se hacía de manera tradicional. Se arrancaba el colino, que nacía debajo de la mata grande, para plantarlo en otro lugar”.

Entre 1950 y 1960, llegó el servicio de extensión al municipio, implementando bolsas de plástico para hacer almácigos más efectivos. Se adelantó un estudio previo con agrónomos y especialistas de suelo y se les enseñó en la Granja Escuela Café, en 1970. Después, Cenicafé implementó las primeras granjas con viveros en Colombia y las llevó a Sardinata, para tecnificar el cultivo.

No era con qué, sino cómo cosecharlo 

La recolección del café se hacía mediante canastos elaborados con bejucos, dijo Oclides Remolina, quien desde los 14 años ha vivido en medio de cafetales. “Todo lo que sé del café, es por mis antepasados”.

Después de recolectado el fruto maduro, se despulpaba a mano porque no había maquinaria. Se dejaba fermentar 24 horas y luego se lavaba. Posteriormente, se secaba al sol, se trillaba con el pilón de madera y se venteaba con plumas de pisco o tapas de ollas. Se escogía para sacarle la pepa negra y vender la almendra de calidad para exportar. Para el secado, los caficultores reutilizan el pelaje de las reses, que convertían en cueros para extenderlo o lo hacían en hojas de zinc.

En 1940, Sardinata estaba rodeado de café. En 1970, se convirtió en el primer municipio de Norte de Santander en producción y exportación. A mediados de 1975, el producto comenzó a desaparecer de los alrededores del municipio por el cambio climático. El fruto buscó las partes más altas y frescas, en el corregimiento La Victoria y las veredas de la cordillera de Las Mercedes.

A los caficultores que vivían en la parte alta del municipio se les dificultaba el transporte hasta el pueblo. El proceso lo hacían los arrieros, que se encargaban de llevar los bultos en animales de carga.

En Las Mercedes los que manejaban los arreos eran los Pineda Barrera y transportaban el café hasta la cabecera municipal. Cuando bajaba el precio lo llevaban a Luis Veros y de allí a El Tarra hasta llegar a Ocaña, donde se vendía para comprar maíz y pescado para las familias.

“Cuando el café llegó al departamento solo había la variedad Típico, proveniente de África. Perduró mucho tiempo. Por las enfermedades que le salieron, el Centro Nacional de Investigaciones de Café (Cenicafe), creó variedades resistentes a esta plaga”, relató Raúl Vera. La roya llegó a Colombia en 1983. La plaga afectaba directamente a la plántula, bajaba la producción y afectaba económicamente a los hacendados.

El 22 de marzo de 1980, se fundó la Cooperativa Caficultores del Catatumbo, en San Calixto. Nació con la necesidad de garantizar la compra y el precio del café y para convertirse en regulador del valor estándar del producto. Hoy, tiene puntos de compra en el departamento.

Los caficultores tienen como beneficio el sobreprecio para los cafés especiales, porque algunos solo venden especial. La cooperativa le permite al agricultor beneficiarse y obtener resguardo de ahorros, seguro de vida, bono de venta al año, afirmó Ramiro Fuentes Correa.

El café no solo es una taza

Oclides Remolina, caficultor, recordó que vendió la primera carga a los 14 años. En ese momento valía $ 800. “Comencé a comprar mis cosas y gracias al café tengo todo lo que necesito para estar bien”. La siembra, el cultivo y la producción cambiaron con el tiempo.

Según el reporte de ventas de la Cooperativa, 600.000 kilos de café se venden en el año. A Sardinata le corresponde buen porcentaje de esa cantidad, comentó Fuentes Correa. En el corregimiento Las Mercedes había un punto de compra, que por la baja producción se retiró.

La Cooperativa y el Servicio de Extensión de la Federación capacitan a los agricultores sobre beneficios del café con cifras de ventas, ingresos y calidad del producto.

El reporte de 2023, señala que Sardinata cuenta con 656 agricultores en 45 veredas, 710 fincas productoras y 1182 hectáreas cultivadas. Es uno de los municipios con menor siembra, pero con mayor exportación y calidad.

Emilio Robles dijo que “el café ha sido mi sustento durante toda la vida. Es el producto que da mucho o poco, pero sirve para sobrevivir”. Ha sido insignia cultural y económica en el municipio, y desde los inicios ha sido fuente de ingresos para muchas familias.

Norte de Santander se caracteriza por tener menos hectáreas sembradas y mayor productividad. Destaca por tener una particularidad en la taza uniforme y balanceada, con cuerpo alto, acidez media, sabor a chocolate amargo y chocolate dulce. En la fragancia y el aroma se perciben notas dulces, herbales, florales, frutales y achocolatadas. Se considera el mejor de Colombia con características particulares y sabor único. Lo confirman datos de la Federación y el Comité Departamental.

SOLÁNGEL ROBLES

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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Un comentario

  1. Maried García

    Genial conocer las raíces del café norteño y descartar las distintas opiniones territoriales sobre el origen del mismo en Norte de Santander. Es agradable que brinden conocimientos sobre este tesoro colombiano el cual, nuestros campesinos han perfeccionado y han generado una identidad colombiana.

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