“Mujer he ahí a tu hijo” (1950). En el siglo XX, es una frase de batalla que muchos hombres endilgan a sus esposas, otorgándoles la responsabilidad de criar a sus retoños, moldeándolos como la arcilla, brindándoles valores primordiales que exigía la época de los años 50 en delante. A través de la historia el haber pasado por las guerras como la de los Mil Días, y dos nefastas mundiales, el espíritu del hombre empezó a desfallecer.
El papel de la mujer en la construcción de sociedad tomó importancia con el mandato del general Gustavo Rojas Pinilla, quien dio derecho de ciudadanía y potestad de ejercer el voto. Además, para ilustrar a una población influenciada por la violencia, importó la televisión a Colombia con fines de educación.
La mujer cucuteña se fijó en formar niños de bien, ortodoxamente con la ‘Urbanidad de Carreño’, pero nunca tuvo en cuenta la clase de mundo al cual serían arrojados. Por la actividad de la inhumanidad esta tierra se convirtió en una trasformación deprimente. Recibieron un paraíso y lo han convertido en un opacado camino, paisaje sin rumbo alguno, sin pena ni gloria. Si sigue así no le quedará mucho tiempo y tendría los días contados. “Adiós Edén”.
Se pensaba que el paraíso era eterno, infinidad de agua, energía, petróleo, aire puro, temperaturas agradables, fauna y flora por doquier. La estrecha relación entre hombre y naturaleza perdió su fuerza. La mujer olvidó que sus hijos tenían la responsabilidad de cuidar el ambiente y todo aquello que los rodeaba. No era solo transmitir valores de hombre a su prójimo. Se diluyó el rumbo y la conexión del cuidado como Dios lo pensó. La cuenta regresiva para derrumbar la orden manifestada a Adán se ha agilizado.
“Hijo He Ahí A Tu Madre” (2000). En el siglo XXI se invirtieron los cables. En este nuevo periodo hay una generación que es consciente del cambio constante del mundo y existe una necesidad casi que fisiológica que consiste en deseducar a las generaciones anteriores para educarlas en un ambiente que exige ‘ecovalores globalizados’.
Hijas habitantes en la ciudad de los árboles, llenas de pujanza y orgullo, esas que no caen nunca de rodillas, siguen de pie en la lucha por alcanzar lo deseado. La confianza está puesta en ustedes. Son quienes inyectarán ‘ecovalores’ a las generaciones siguientes.
Los jóvenes están llamados a dialogar con la familia y a construir una comprensión de manera lenta pero segura. “Si no se toman la tarea de ser guardianes de lo natural, el índice de vida promedio del cucuteño disminuirá”. Vale la pena recordar que se lleva en la sangre el ADN del guardián Motilón Bari.
¿En qué momento se le dio la espalda a la pacha mama (Madre tierra)? Seguramente esta será una de las preguntas de los diálogos familiares. “Hijo, he ahí a tu madre” y a todo aquel que escuche tu voz para salvar aquello que un día se le otorgó al animal que razona, un gran paraíso para vivir.
LUDY MARTÍNEZ – ISMAEL GAMBOA
Estudiantes de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario