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Ricardo Otero, artista audiovisual, está sentado en la mesa más cercana al amplificador. Lleva un cigarrillo en la mano derecha, luego de siete meses sin fumar. Pretende recibir el sonido justo antes de que pase y se corrompa en oídos ajenos. Así permanecerá hasta que bajen las santamarías y se agote hasta el último susurro de su taberna favorita.
En medio de los ecos estruendosos y distorsionados del heavy metal, este fotógrafo de 28 años, encarna la peculiar apariencia de un fanático. Uno noventa de estatura, corte de cabello a media melena con aspecto embravecido y de tez mestiza. Viste camisa a cuadros que hace parte de la colección de prendas con el mismo estampado, todas usadas a modo de americana, porque el pecho siempre está recamado con camisetas de algún comic que haya leído, de los personajes que lo inspiran, alguna frase grabada o de Batman, el súper héroe favorito.
Afable y creativo, así se define. La pasión por la fotografía la despertó el cine. “Soy cinéfilo de profesión, sin paga… tengo más de tres mil películas, incluyendo DVD y otros formatos… El cine es la fotografía es su máxima expresión. La posibilidad de contar una historia enmarcándola en un plano me parece fantástica. Hay tanto trabajo creativo ahí que es imposible no sentir curiosidad. Luego de ver cine y leer sobre el cine, me animé a tomar mi primera fotografía. Tenía 19 años”.
La curiosidad por el cine lo convierte en crítico fuerte, y a esa habilidad le debe hoy su labor como docente en el cine club de la Universidad de Santander. Maneja poco más de 100 estudiantes, y a todos trata instruirlos para que comprendan la complejidad de la narrativa visual en el séptimo arte.
Otero ha sido reconocido en diversas ocasiones por medios de comunicación locales. Su trabajo está enfocado a explotar al máximo los atributos característicos de Norte de Santander. La foto paisa es su fuerte. “Mis habilidades se concentran en una honesta apropiación del entorno visual y sensible, eso me permite observar y asimilar en la medida de lo posible, experiencias que el instante ofrezca, para efectuar una captura lo más fiel al espectro de lo real”.
Las Huellas del Diablo
En marzo del 2012, luego de visitar por primera vez Cácota, municipio al suroccidente de Norte de Santander, la idea de abrir espacios para el reconocimiento de la belleza regional se apoderó del artista. Solo bastó eso para emprender un nuevo viaje dos meses después e iniciar conversaciones con el alcalde Ledin Andrey Gauta, quien aprobaría y apoyaría el proyecto.
‘Las Huellas del diablo’ es una propuesta para la recuperación de la tradición oral cacoteña narrada en nuevos lenguajes. Un documental hecho de la mano con los habitantes, en el que se compilan algunas de las leyendas tradicionales de la región. “Al final le dejamos al espectador un poco de las coplas de doña Cristina, es hecho no solo con amor, sino con admiración por este lugar que ha logrado encapsularse en el tiempo”.
Tres años después de la primera visita a Cacota, es reconocido por los pobladores como el encargado de contar sus historias. Viaja una vez al mes y en la última estadía dejó como regalo al museo del municipio 26 fotografías de su autoría, que acompañarán la exposición Fotografías de Historia Cacoteña, que se lograron recuperar de los archivos con la ayuda de Otero.
“Apostarle al departamento, esa es mi propuesta; a la belleza de nuestras características, porque esas son las que nos hacen únicos… para que en unos años no tenga que venir nadie del norte a decirnos que somos especiales”.
DANIELA RAMÍREZ
Estudiante de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario
Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co
