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CORTO Y PUNTUAL. Cambalache educativo

La educación en Colombia no cambia, se trasforma en los propios síndromes que vive el país. Los niveles que miden la educación colombiana poco hablan de la realidad que se vive dentro de las aulas. La educación pareciera que no fuera la meta prioritaria en un plan de desarrollo nacional, departamental, ni local. Con la educación se descalabra un presupuesto anual. Todo es un montón de modelos para seguir, copiar y hasta imitar con los errores que no se han de analizar. La educación da para inflar costos, cifras e informes de gestión. La educación en Colombia es una de las tasas más representativas en contratos, construcciones, licitaciones, tecnologías, cuadernos, tizas y borradores.

Podríamos afirmar que la educación es un renglón cómodo para la corrupción, lavar dólares y hacer inversiones clandestinas sin tener mucho que declarar en las rentas del fisco nacional. La educación colombiana es una cenicienta disfrazada de ayudas, becas y Colciencias. No hay planes de estudio serios y las facultades de educación merman cada vez más sus programas en licenciaturas. Las universidades privadas no avalan temas educativos. Muchas universidades prefieren los técnicos y los tecnólogos, las ingenierías y prevalecen el derecho y la salud, la administración de empresas y últimamente los negocios internacionales.

Con la educación superior no se sabe qué temas abordar. Nunca las universidades públicas se dan a la tarea de reconocer la obligación que tienen de consolidar el desarrollo regional. Muchas se conforman abriendo sedes sin tener presente el tipo de necesidades que pueda tener el área de influencia territorial. Nunca las universidades públicas se ponen en común acuerdo para acordar, por lo menos, imprimir una revista semestral, con la producción intelectual de sus inmediatos colaboradores. Todas las universidades compiten por las matrículas, mas nunca se preocupan por la deserción y la problemática local o regional.

Las universidades privadas cada mes promocionan una maestría novedosa. Existen las llamadas universidades de garaje, y cuando se entra a ver la nómina de profesores se encuentran casi siempre los mismos de las universidades de renombre. Son pocas las universidades privadas que pagan por los estudios de los docentes y las universidades públicas hacen concursos meritorios buscando con ello acomodar el recomendado de uno de los del consejo directivo.

La educación en Colombia sigue siendo para los de estratos medio, que puedan mantener dos o tres hijos, con la comodidad que requiere un estudio superior. Las universidades públicas se han convertido en los últimos 15 años en el epicentro de los colegios privados y las universidades privadas han sido la solución para los estudiantes de las instituciones educativas oficiales. Todo ha cambiado en una forma extraña, y es el propio Estado el que da la maraña.

Los colegios privados venden la idea de ser la preparatoria con mejores reconocimientos. Ofrecen maternal y hasta sala cuna. Los hijos llegan en trasporte privado, son unos desadaptados sociales, vienen de hogares disfuncionales y a los profesores les toca aguantarse semejantes medio salvajes en un salón sin los implementos necesarios. Entretenga y piense profesor cómo mantenemos su nómina laboral de este año, es el comentario del rector y el coordinador. Tienen buenas instalaciones físicas y deportivas, mas los estudiantes piensan más en el portátil y en los viajes de fin de semana, a la parranda con el papá o con la madrastra. Algunos colegios programan la charla mensual con el sicólogo, o si es del caso con el padre Juan Jaime Escobar.

Las instituciones educativas oficiales tienen más por hacer que por solucionar. Presupuestos racionales y los rectores piensan más en cómo sacarles tajada que en invertir en lo prioritario. Los estudiantes, promedio, de clases medio bajas, algunos casos están más porque no les den bala en la calle. Profesores oficiales bien preparados, pero mal pagados por culpa de los sindicalistas de Adida y Fecode. Los estudiantes de las instituciones educativas oficiales se dan el gusto de estar en instalaciones cómodas y con alta tecnología en los salones, más no falta el rector que esconde los computadores para que no se los roben.

La educación en las instituciones oficiales pareciera un cuento de Frank Kafka. Hay restaurante escolar que se ha convertido en una buena contratación de turno para el Alcalde y los asesores. Las instituciones oficiales se han convertido en guarderías para mermar la delincuencia en la calle.

La jornada única es otro sofisma de distracción que se quiere implementar con papel y programas por desarrollar y complementar. No hay salón para tanta gente y no hay presupuesto para más profesores. Esperemos qué torta partan en las conversaciones de paz en La Habana. Los promedios en las pruebas nacionales dicen mucho de lo que sucede en la realidad urbana de las grandes ciudades Colombianas. Medellín, Barranquilla, Bogotá, Cali, Bucaramanga, Pereira y Armenia se dan la mano en planes de ayuda para los secretarios de Educación, pero otra cosa es lo que piensan los técnicos del Ministerio de Educación, Planeación Nacional y el Ministro de Hacienda.

La educación colombiana es un cambalache cada semana. Las noticias pululan de los profesores, como si por arte de magia, este gremio social y formador fuera a solucionar la gran brecha existente entre la desigualdad social y la responsabilidad de un país que no ve en la educación un motor de cambio y trasformación, sino un gasto más que debe cubrir a punta de impuestos y dejando todo por empezar.

DIEGO CALLE PÉREZ

Profesor e investigador social independiente

Foto: excomsierramorenaied.blogspot.com

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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