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Del recorrido extenso por la radio le han quedado muchos aprendizajes y lindas experiencias. “Me conseguí una gran esposa, dos hijos y vivo en una casita honradamente”. / FOTO: www.contraluzcucuta.co

PERFIL. Andrés Ramírez,  seré locutor hasta cuando Dios me llame

CÚCUTA.- Ver películas de Cantinflas, tener una voz grave sonora y soñar desde niño en que algún día llegaría a la radio marcaron a Andrés Ramírez en su vida. En la infancia, mientras recorría las calles cucuteñas, imitaba al actor mexicano Mario Moreno. En la adultez va por las vías internas de la capital de Norte de Santander al frente del volante de su vieja y entrañable amiga, la renoleta anaranjada.

Frente a un almacén, o en movimiento, el vehículo despacha por los bafles anuncios comerciales de clientes fieles que confían en la publicidad móvil. Los transeúntes despiertan en curiosidad y buscan al hombre que habla para conocerlo, porque después de muchos años es una institución de la radio local.

A Andrés Ramírez siempre le gustaron la actuación y la radio. Cuando vivía en el barrio Carora, su mamá tenía un radio de tubos y el pequeño le conectaba salidas en la puerta, para que la gente escuchara, o adentro, para amplificar el sonido. “Era aficionado a eso”. Y por ser buen oyente, de repente un día escuchó en la radio a Carlos Ramírez París, su primer maestro.

El hombre dijo, ‘atención, se solicita un control de sonido’. De inmediato, Andrés buscó al tío para que lo acompañara hasta la emisora, que quedaba en la calle 9, frente al Palacio Nacional. En el segundo piso de esa casa se consolidó la vocación. En 1962, comenzó la vida en la radio. Duró cinco años en la emisora.

Gabriel Neira Rey, gerente de La Voz de la Gran Colombia, lo llamó a formar parte del equipo de trabajo. Aprovechó el buen momento que vivía y se casó. Tomó la emisora como hogar. El tiempo pasó y de nuevo el destino le sonrió. Viajó a Bucaramanga. Kiko Navarro, gerente de Caracol lo recibió bien y lo vinculó con Todelar. Surgió el primer inconveniente, no tenía licencia de locutor.

Allí, se codeó con grandes locutores de la época. A la mente saltan Rubén Darío Arcila, Marco Aurelio Álvarez, Álvaro Leguizamón y Álvaro Alférez. Todos tenían una característica, eran buena gente. Trabajó tres años. Una visita del Ministerio de Comunicaciones acabó con las ilusiones. “Me dijeron, ‘hasta aquí llegó, no podemos tenerlo más, porque no tiene licencia’”.

Sin amilanarse, regresó a Cúcuta. Corría 1971. En busca de continuar el camino en la radio, buscó a Carlos Ramírez París, lo convenció para que hablaran con el viceministro de comunicaciones Eustorgio Colmenares. La intención era proponerle que les hicieran en la ciudad el examen para obtener la licencia. La otra posibilidad era viajar a Bogotá.

La idea fue bien recibida. “Presentamos exámenes en la Universidad Francisco de Paula Santander, en la calle 13 con avenida sexta”. Veinte hombres y mujeres se sometieron a la prueba. Pasaron 10. “A partir de entonces mi vida cambió”.

El trabajo lo paseó por las cadenas Caracol, Todelar y RCN. En el 2000, recibió la pensión. En el 2004, se retiró de la radio, aunque sigue metido en la profesión como oyente y como trabajador independiente. “Mi Dios me ha regalado la voz y aquí estamos”.

Del recorrido extenso por la radio le han quedado muchos aprendizajes y lindas experiencias. “Me conseguí una gran esposa, dos hijos y vivo en una casita honradamente”. La gente lo reconoce, porque no fue egoísta. Las dificultades no faltaron desde el comienzo, y estuvieron a cargo de quienes se creen plus ultras. Sufrió por los momentos de envidia que le depararon los colegas. “Ahora me respetan, porque con nadie fui mala persona y les tendí la mano”. Andrés Ramírez vive orgulloso del bien preciado que le regalo Dios y lo pregona al aire sin el más pequeño atisbo de vergüenza. La voz es natural y es la carta de presentación.

Lamentó el presente de la radio. “Estamos en una situación diferente. Hay muchos comunicadores sociales profesionales que han hecho su carrera en radio, pero hay gerentes que no los respetan”. Ahora son emisoras vulgarizadas, tienen programas con jóvenes que irrespetan a los oyentes. La falta de monitora permite que “aquí todo el mundo haga lo que le da la gana”.

A los 71 años, todavía le encanta la profesión. “Me mantengo vivo y conservo la voz”. Volvería a la radio, pero con unas condiciones especiales, entre las que resaltó el respeto.”Seré locutor hasta cuando Dios me llame”.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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