1.- Cada zona o región de frontera tiene identidad y tipicidad que la definen y distinguen de las demás. De ahí, la complejidad y la dificultad de precisar una normatividad, reglamentación o trazo general, que precise y determine las regulaciones y pautas, para todos los entes territoriales, que como en el caso de Colombia, poseen más del 50 % de la superficie habitable.
La situación de la frontera colombo-venezolana es tan especial – por sus características y condiciones – que cualquier factor que incida sobre ella debe ser examinado y confrontado con lo que se experimente y sea normal en el interior de cada país. ¿Por qué? Porque en las fronteras hay incidencia y vivencia de factores que los centros no registran, ni poseen y cuyo origen o gestación es producto de tolerancias, amplitudes o permisibilidades, que forjan la costumbre o el uso generalizado de la población asentada y por la necesidad y prerrogativas que mutuamente se van concediendo, las comunidades entrelazadas por la mancomunidad de intereses que se van estableciendo y por la correspondencia.
Esto, que patenta y da vigencia a lo que pudiéramos llamar como los derechos de uso, en la mayor de las ocasiones no se examina, ni se le da importancia, porque no hay fijaciones, consideraciones y pautas escritas. Es tan solo el influjo de la costumbre y de los usos que se observan y palpan a diario lo que va dándole cuerpo a ese modus vivendi. De ahí, la favorabilidad y conveniencia de no olvidar que en una zona o región de frontera, donde hay tanta variedad y diversidad de factores incidentales, no se pueden, ni deben aplicar factores limitantes o contradictores, de lo que es una aceptación o un uso y costumbre fronteriza.
2.- Señalamos lo anterior, porque si se llega a discriminar y a diferenciar, en los llamados derechos de uso –formados por la costumbre – a los pobladores de la parte vecina, tal como parece estar implementándose, para la adquisición de la gasolina que requieren los vehículos, de quienes viven en la frontera o se adoptan actitudes y conductas que distingan a unos y a otros –como ciertamente lo determinan las leyes y procedimientos adoptados, sin estudiar, ni comprender el dimensionamiento social, económico y político que sintetizan estas zonas limítrofes de contacto –lo que puede ocurrir, no es otra cosa, que un desajuste funcional, que va a entorpecer y a hacer más difícil y entrabado el captar, entender y dinamizar lo que es y representa, la vivencia fronteriza y la mancomunidad de intereses, que distingue y define a los pobladores de estos linderos.
3.- Y, es indispensable, que alcaldías y corporaciones municipales -principalmente – mediante encuentros y reuniones periódicas para compaginar y proyectar iniciativas y empeños evaluaran y valoraran el convivir de situaciones especiales, que diariamente se manifiestan, no solo en los tránsitos por los puentes internacionales y en la adquisición de productos para la canasta familiar y los quehaceres domésticos, sino para el uso y aprovechamiento de las ventajas comparativas, que surgen por las diferencias que determinan los centros nacionales y la ausencia de una mayor presencia y participación especial y funcional, para la gente de fronteras. Sí, porque los Centros Nacionales de Bogotá y Caracas continúan sin valorar lo que hay y se puede hacer, en estos nudos articulares del proceso de integración, que requieren un tratamiento e impulso especial, no solo para subsistir, sino para avanzar mediante verdaderas políticas de Estado que llenen los vacíos y superen las necesidades existentes. ¿Cómo? Otorgando incentivos, estímulos y mecanismos generadores de empleo, compartidos o conjuntos, porque la acción y las conductas, como las ventajas comparativas por canalizar y aprovechar, están aquí y allá. Y, descentralizando y dando representatividad.
JOSÉ NEIRA REY
Notas al margen