Contraluz.CO Sólo Periodismo
Artículos relacionados
El Escobal es el sitio que une a Cúcuta (Colombia) con Ureña (Venezuela), está en plena frontera. Es una zona poblada, con buena arborización, los habitantes son amables, cultos, de buen vestir, dispuestos a ayudar a quien llega al lugar. En medio del recorrido y después de disfrutar ese ambiente armónico, se llega a un lugar desolado, donde solo se ven vehículos que suben y bajan, entran y salen del puente internacional Francisco de Paula Santander. Durante el día, se ubican seres humanos diferentes, pero que juntos forman un solo cuerpo, son los cambistas de moneda extranjera.
Estos hombres y mujeres ocupan el tiempo en la compra y venta de bolívares y pesos colombiano. A las 4:00 de la mañana, inicia el día normal para un adulto de estos. El arduo trabajo empieza al salir de casas para dirigirse al puente internacional a laborar como de costumbre. En el barrio El Escobal hay más de 40 casetas ocupadas por dos o tres cambistas.
Aunque parezca un oficio fácil y bueno, ha decaído por la crisis de la frontera. La batalla está planteada para afrontar la situación y evitar que los derrumbe. En años y meses anteriores, era frecuente encontrar a transeúntes comprando bolívares y pesos. Las jornadas eran buenas aunque agotadoras. El horario variaba de acuerdo con los clientes.
Los días de afluencia la tarea iniciaba a las 4:00 de la mañana y podía extenderse hasta las 8:00 o 10:00 de la noche. Ahora, después de la orden impartida desde Caracas para cerrar la frontera, los horarios cambiaron de manera radical. La llegada es a las 9:00 o 10:00 de la mañana, y se permanece en el lugar una hora, por mucho.
En la zona de frontera los cambistas informales efectuaban operaciones hasta por $ 1500 millones de bolívares diarios. Desde mediados de agosto, cuando se levantaron las barricadas por orden del presidente Nicolás Madura, las transacciones no llegan ni la mitad de esa cantidad.
Ana Vera está metida en este oficio hace más de cuatro años, vive en Viejo Escobal. “El trabajo no es el mismo de antes”, dijo y rememoró que en tiempos pasados no podía hacer casi nada en casa, porque llegaba a la caseta en la madrugada y salía al mediodía. La segunda jornada comenzaba a las 2:00 de le tarde y terminaba a las 8:00 de la noche. Por estos días, llega a mitad de la mañana, se devuelve al medio, alcanza a hacer almuerzo y vuelve en la tarde.
El Escobal está desolado. Antes se veían 10 casetas llenas; ahora, solo hay una y casi vacía. Solo se venden bolívares a los estudiantes y a uno que otro comprador. Las horas de mayor concurrencia son las matutinas y después de las 6:00 de la tarde. El resto del día es un casi un desierto. Se siente la ausencia de los cambistas y del transporte público.
“Mis compañeros desistieron de trabajar en este sector”, dijo José Morales, cambista hace cinco años. Varios no volvieron. Los impuestos han subido, están atrasados en el pago de los servicios públicos y no pueden comerse un dulce porque les parece caro. Al buscar otra manera de subsistir aparecieron los lavanderos, los moto-taxistas, los domiciliarios y los lavacarros.
¿Sobrevivirán a la crisis económica de la frontera? La terrible situación es desgarradora, los cambistas están a punto de acabarse. Jesús Rueda, tiene la caseta cerca a la orilla del puente Francisco de Paula Santander. Las ganancias se les han reducido, de 10 puntos de cambio solo le sacan un tercio de ganancia a cada uno. El pronóstico no es el mejor: si la frontera permanece cerrada durante los próximos seis meses, no podrán seguir allí.
DIANA PUERTO
Estudiante de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario
Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co
