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Desperdicios, economía familiar

Los desperdicios son una economía familiar y empresarial. Carlos y Esneider Castro son jóvenes y salen en las mañanas a recoger en cuatro baldes y una carretilla los desperdicios de alimentos que deja la gente en la Ciudadela La Libertad.

José Wilches, Reinaldo García, Katherine Wilches, María Lozano y dos trabajadores más se dirigen en seis motos adaptadas con cajones a recoger los desperdicios que quedan en los restaurantes de Cúcuta.

Los Castro recogen desperdicios desde el 2006. Después de la muerte del hombre de la casa este trabajo, ejercido por la madre y los hijos, ha sido el sustento económico.

La crianza de cuatro cerdos es la razón para recolectar los desperdicios de las casas en el barrio La Libertad. “Estos animalitos son el tesoro más preciado que tengo y los cuido como si fueran niños”, dijo Lilibet, que vende las crías de los marranos a $ 100.000 cada uno.

Los Wilches tienen una empresa porcina, hace más de 12 años, en el barrio San Gerardo, diagonal a la Penitenciaría de Cúcuta, en el anillo vial. Ocho trabajadores cuidan 70 cerdos de raza Duroc y son criados para la obtención de carne y el abastecimiento de ejemplares a mataderos  de la ciudad.

La comida para los animales la recogen, en las tardes, en restaurantes que venden los desperdicios en cómodas sumas de dinero. El beneficio económico para los Wilches varía entre $ 5000  y $ 20.000. El precio depende de cuánto pesan los desperdicios.

“Los animales son alimentados con ‘masaguas’  y purina, porque se necesita que engorden rápido y solo el concentrado no da la base para el crecimiento del cerdo”, dijo Hernando Wilches, propietario de la marranera.

Al nacer, los animales pesan entre 12 y 15 kilos. La dieta de desperdicios revueltos con purina los hace alcanzar los 110 kilos en 6 meses, después del destete de la madre. Esto genera un millón de pesos por ejemplar cuando alcanzan ese tamaño y se venden al frigorífico. La ganancia se dobla cuando en familia matan el animal y venden la carne por kilos.

Darwin Caisapanta  Maldonado, médico veterinario, dijo que “los desperdicios en buen estado le proporcionan al cerdo las vitaminas necesarias para el rápido crecimiento. El estómago del animal está diseñado para digerir alimentos de cualquier índole”.

La alimentación de los animales es parecida a la humana, comen casi cualquier alimento, hasta en estado de descomposición. Los gases estomacales protegen al animal de bacterias que puedan venir en los alimentos, lo que hace que la carne sea una de las más sanas para el consumo humano.

Debido a la estigmatización que tuvo la carne de cerdo por muchos años como nociva para la salud, se consideraba al cerdo como animal carroñero, el consumo del alimento es, en algunos hogares, un tabú.

El   subsecretario de salud y director de Salud Pública, Leonardo Durán, defiende la carne de cerdo. “Es tan sana como las demás, y proporciona calorías y grasas necesarias para el ser humano”.

El Ministerio de salud establece que los cerdos deben ser alimentados con purina y lavaza,  mezcla de  maíz, carne de res, vegetales y agua. Se cocinan y se les da fresco a  los animales revuelta con la purina para acelerar el crecimiento. Este procedimiento evita que los animales consuman alimentos en descomposición y bajan los índices de estigmatización en la sociedad.

Empresas como la de los Wilches y familias como los Castro ven en los desperdicios la ganancia del negocio. Los alimentos son gratis o a precios bajos que les ayudan a alimentar los cerdos. La venta de los cochinos es la economía familiar. De este oficio se sustentan muchas familias y cumplen papel fundamental en la salud pública.

Los desperdicios en casas y restaurantes son aprovechados por estas personas, si no lo hicieran así serían arrojados a las calles y generarían malos olores al ser esparcidos por perros callejeros.

Lo que sobra del desayuno, el almuerzo y en ocasiones de la cena puede ser el ingreso económico de personas que se dedican a la porcicultura y que todos los días se levantan a cuidar los cerdos como las ‘gallinitas de los huevos de oro’ que traen el sustento familiar.

JULIÁN ALFREDO APONTE

Estudiante de Comunicación Social

Universidad de Pamplona

Campus de Villa del Rosario

 

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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