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ANÁLISIS. Es hora de actuar

Todos los días nos llegan informes preocupantes de las diversas zonas en donde el conflicto político social y armado se recrudeció con el paso del tiempo y en especial de la región de donde somos oriundos, la de El Catatumbo, donde una multiplicidad de acontecimientos se sucede en forma precipitada y sin que exista ninguna opción real capaz de controlarlos. A los  frecuentes atentados a la infraestructura petrolera, que tanto daño hacen a los ríos y a los acueductos veredales, se ha sumado la amenaza del secuestro y de la extorsión como modalidades delictivas.

En un visionario reportaje que concedió el expresidente Ernesto Samper para la Revista MAXIMA, de Cúcuta, fue claro en plantear que para que la zona de El Catatumbo pueda tener un franco y decisivo desarrollo en beneficio de los sectores sociales que lo integran es necesario crear un tipo de ‘Plan Marshall’, capaz de desarrollar las inmensas potencialidades de esta región y lograr para la sufrida población los índices de atención médica y educativa que requiere, así como las soluciones a los innumerables problemas que afectan el diario vivir. Las últimas declaraciones del expresidente Samper preocupan cuando deja ver que la comisión conformada para estos eventos no ha logrado el desarrollo ansiado por las dificultades de diversos órdenes que acompañan tan ambiciosa propuesta.

Pasó el tiempo de la elección del presidente Santos para el segundo periodo. Los amantes de la paz y del desarrollo social incluyente logramos unir esfuerzos y brindarle al presidente Santos el amplio respaldo eleccionario que lo catapultó para el periodo 2014-2018. Pero los colombianos preocupados por la suerte de la nación esperamos ejecuciones gubernamentales prontas y eficaces que permitan darle una salida racional a los innumerables desajustes sociales y económicos que presenta la sociedad. Estos desajustes requieren con prontitud, además de un correcto manejo gubernamental, la ejecución de una serie de medidas y presupuestos que sin tardanza comiencen a aliviar la vida cotidiana de los campesinos y de los sectores sociales en condiciones de pauperización.

Hay que tener  cuidado en no enredarnos para sécula en los ires y venires de un complejo proceso de Paz. Independientemente a la urgencia de este, el Estado colombiano tiene que dar cumplimiento a los derechos humanos consagrados en la Constitución Política de 1991 y que se articula a la vigencia de responder a los campesinos por tierra apta para los cultivos, semillas adecuadas para la producción y garantizarles correctas vías de comercialización.

Es aquí donde comienza a verse la urgente necesidad de cómo adelantar una reforma en el orden económico que permita a los grandes sectores campesinos organizarse de manera solidaria y cooperativa, y producir desde estas formas económicas y no esperar exclusivamente la llegada de trasnacionales o grandes consorcios agrícolas para ver dónde los campesinos articulan o venden  la fuerza de trabajo.   Esta es una reforma urgente y vital para la sociedad colombiana y es hora de que el tema agrario se solucione, porque en la actualidad el país se comporta frente a esta temática como un país pre-moderno, que no ha sido capaz de modificar la tenencia y el uso de la tierra, con verdaderos criterios democratizadores. Estas son las razones fundamentales por las cuales los colombianos, en su amplia mayoría, dimos el voto por el presidente Santos y no sería correcto que estas ansiadas reformas sociales no tuvieran verdadera realización desde su mandato.

Por encima de los diálogos con la insurgencia en La Habana y de los acuerdos de paz, el Estado colombiano tiene que hacer realidad las expectativas de mejoramiento social a que lo obliga la Constitución. Recuerdo a Hans Blumenthal, ex director de Fescol, quien decía que el Estado colombiano estaba en mora de hacer la reforma política, social y económica, pero que sobre todo debía emprender la reforma agraria, que tantos años lleva esperando.

No podemos enfrascarnos  en el tema de si la salida debe ser de ‘derecha’, de ‘izquierda’ o de ‘tercera vía’. Lo importante es entender que hay que hacer las reformas que el país necesita y que la gente pide a gritos. Por eso es importante actuar, no sea que los sectores sociales pierdan la fe y la esperanza que han expresado en los últimos tiempos y el Presidente corra el riesgo de quedarse solo. Pasó algo parecido con el paro campesino, en el que el Presidente tuvo que salir a pedir perdón. Para que esto no vuelva a ocurrir hay que actuar ahora.

ALONSO OJEDA AWAD

Ex  embajador de Colombia

Director programa Paz de la universidad Pedagógica Nacional

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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