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CÚCUTA.- José, según el relato bíblico, nació 30 años antes de Cristo, en Nazaret, fue obrero y artesano. German, de acuerdo con la narrativa pagana, vino al mundo en la segunda mitad del siglo XX, en el barrio Callejón y trabajó como taponador y pintor de muebles. A los dos los junta un oficio: la carpintería.
El cucuteño es humilde, creyente y dedicado a las labores que le proporciona la madera. Recibe muebles para reparar o encargos para elaborar puertas, clósets, ventanas, sillas y comedores. Comenzó esta tarea a escasa edad, como ayudante de su madre. A los 18 años recibió el bautismo como carpintero y desde entonces no ha cesado en esta labor.
Años atrás tuvo la feliz idea de auto proclamarse ‘El Carpintero de Nazaret’ para llamar la atención de la clientela. Aunque despertó más envidia entre vecinos, que el interés de los compradores. Los colegas hasta se burlan por el remoquete que escogió para atraer admiradores por su trabajo.
Hoy está cansado, son pocos los encargos que le llegan, tiene dificultades físicas para movilizarse y las ganancias escasean. Mantiene la fe en José y de rodillas le ha pedido que se apiade de sus carencias económicas y lo colme con trabajitos para pagar el arriendo (debe cuatro meses) y ponerse al día con la empresa de acueducto (le cortaron el servicio).
En el local donde pasa el día están las máquinas apagadas. La sierra, la pulidora y los demás aparatos eléctricos permanecen conectados, pero inutilizados. Una puerta sin terminar, unas sillas sin tapizar y otros muebles a medio camino sobresalen en el lugar, que mantiene el olor a madera recién cortada.
German Calderón no está desesperado, se aferra a la religión y busca a Dios permanentemente, sin desfallecer. Un día, una monja que visitaba el taller, con oración, lo ayudó a salvar el índice derecho que se destajó con una herramienta. ¿Milagro? Pues ahora espera que ocurra otro y que el negocio se vuelva próspero, como en años pretéritos.
