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PERFIL. David Peñaranda, el guardián de El Bojoso

“Yo quería ser un campesino, tomé un rol que me cambió la vida, el ambiental”, dijo David Peñaranda, conocido como ‘Jim’, oriundo de Gramalote y padre de tres hijos. Tiene 55 años, porte imponente, alto, con aquella mirada clásica del campo. Habla con paciencia al contar la historia que rememora.

Enamorado de su tierra, cultura y pueblo, llora la pérdida de las casas y anhela la reconstrucción del casco urbano, para reencontrarse con sus amigos y salir el domingo de misa a charlar largas horas en el centro del parque. Trabajaba en la zona que los abastecía de agua, El Bojoso. Un exalcalde del que no quiso acordarse, le dio el puesto en la reserva. “Le tome cariño a esa tierra. Tengo 22 años de trabajo en la reserva, ahora voy una vez al mes, antes cada 15 días, armaba grupos para subir”.

La función de David era lograr que abuelos, niños, mujeres y hombres del municipio conocieran la naturaleza que los rodeaba, su paraíso en las montañas. Este ambientalista es conocedor de la zona, se considera ante todo un gramalotero de corazón. La historia de ‘Jim’ está ligada a la del pueblo, siempre afirmó que la montaña y la zona no eran seguras.

Salió del pueblo para estudiar una carrera tecnológica por tres años. Recordó las fiestas típicas, que el ‘poder’ del pueblo era la velocidad con la que volaba la información, el chisme, cuando la guerrilla o los paramilitares querían entrar en Gramalote, el pueblo sabía. Fue doloroso irse, desde su puesto en la Oficina de Gestión del Riesgo, prepararon planes de emergencia sin saber que el pueblo se iba a acabar, recopilaron una cantidad de historias y leyendas.

La esencia de los habitantes era ser echados para adelante, tercos, extremadamente fiesteros, religiosos y políticos. La estatua de Laureano Gómez fue lo primero que salvaron del pueblo. A David Peñaranda le tocó hacerle seguimiento a la destrucción de Gramalote de cerca. El 17 de diciembre de 2010, en la mañana, llamó al alcalde y a Gestión de Riesgo en Cúcuta, les dijo que se estaba yendo la montaña, empezaron a evacuar los barrios aledaños.

Como fluyó la información sobre el desastre no fue adecuada, después de avisar a la gente del pueblo, David lloró. La nostalgia de esa época aún aborda el cuerpo de este hombre. Ese día vio desde la montaña cómo su pueblo natal se desmoronaba.

Hay leyendas que hablan de la destrucción, ‘Jim’ tuvo que contarlas y muchos personas lo consideraron ‘ave de mal agüero’. La Federación de Cafeteros hizo una gestión increíble con la gente de las veredas, les pidió que no evacuaran Gramalote, que ir a Cúcuta no representaba esperanza, que en sus casas tenían comida y refugio. Hoy, las veredas continúan en pie cerca al pueblo.

Las noticias hablaban del fin del mundo, que el apocalipsis del 2012 había comenzado por Gramalote. David vivió la primera etapa de búsqueda del nuevo sitio para el pueblo, escuchó las primeras palabras sobre la reconstrucción y posterior tuvo las primeras decepciones porque el proyecto fue solo palabras.

Su familia esta partida. Los hijos van a la universidad en Cúcuta, a pesar de eso dice que los campesinos establecen lazos más fuertes en sus casas que en la ciudad. Espera el momento para recuperar la tierra, vive en la casa paterna donde fue criado. Para este “campesino arcaico”, como se autodenomina, no existe mejor lugar para pasar la niñez, envejecer y morir que un pueblo.

El nuevo Gramalote quedará al noroeste, con un clima más frío, cerca de El Bojoso, habrá más lluvias. Para David el problema es que será un pueblo lindo que no tendrá cómo sustentarse, no habrá viviendas de estrato uno, en Gramalote había unas 50 familias de estrato uno. El sistema de tratamiento de agua y alcantarillado tiene que ampliarse, el pueblo con el que sueña el Gobierno, David no lo ve. Será tan diferente que la gente no va a poder vivir ahí.

Las costumbres se van a modificar. El tejido social que componía el pueblo no será igual. Los jóvenes no volverán, mientras los viejos intentarán regresar. La religión era el eslabón de unión social, los nueve barrios celebraban la Navidad, el 6 de reyes todos se volvían uno. El símbolo del casco urbano era la plaza central a la que llamaban La Resurrección. David cuenta que Caldereros (antiguo Gramalote) no se destruyó, el cura dijo que arriba había un lugar mejor, compró un lote y empezó a construir la iglesia. ¿Qué habría pasado si Caldereros no se hubiera reubicado? Para un hombre que sabe de la historia del pueblo esta pregunta resuena constante en su cabeza.

Siempre fue un líder, gestionó ayudas para la gente. Ahora, intenta mantener viva la cultura gramalotera, cuenta la historia del pueblo, busca que por medio de estos relatos se mantenga viva la memoria. Un guardián que sigue apegado a la montaña, a la reserva y al orgullo de ser gramalotero, ejemplo de aquellos godos de antaño, tercos como mulas, con un arraigo tan fuerte por su hogar que ni la tragedia puede aplacar, un ambientalista con las raíces plantadas.

DANIEL VILLÁN

Estudiante de Comunicación Social

Universidad de Pamplona

Campus de Villa del Rosario

Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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Un comentario

  1. JUAN PABLO BLANCO T.

    Muy buena crónica del gran amigo León David, sin embargo el autor incluyó un error de redacción, la plaza principal y única ademas se denominaba comúnmente “Plaza de la Restauración”, por cuanto en cada cambio de administración municipal se le hacía algún tipo de remodelación, como la que muchos gramaloteros llevamos en la mente y es la tala de algunas de las palmas, icono de grandeza y pujanza de sus habitantes.

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