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PERFIL. Luis Martínez, fundador y líder del 20 de Julio

CÚCUTA.- Macaravita, pueblo de Santander, lo vio nacer el 26 de agosto de 1949. Creció sin la figura paterna en la casa, porque “a mi papá lo mataron el mismo año que nací,  por la cuestión de la guerra y la muerte de Gaitán”. La infancia no fue como la de la mayoría de los niños. A temprana edad se fue de casa y esa decisión lo obligó a trabajar para suplir sus necesidades.

En una casa anaranjada, de dos pisos, construida con esfuerzo y dedicación, vive Luis Martínez. Con mirada tranquila, cuenta cada experiencia de la vida. Se emociona y las lágrimas ruedan por las mejillas cuando recuerda cómo empezó y el esfuerzo que hizo para alcanzar las metas.

Cuando habla de su mamá la tristeza lo invade. Eso de estar solo por la vida, sin apoyo de los seres queridos, debe ser frustrante para cualquier hombre. “Cuando cumplí 10 años, mi mamá me fue a buscar y cuando llegó a donde estaba, me llevé la sorpresa de que se había vuelto a casar”. La hermana mayor le rogó para que se fuera a vivir con ellos a El Diamante. Insistió tanto que al final lo convenció.

Pasó varios años con la familia allí. No estaba cómodo con el padrastro al lado y a la primera oportunidad salió rumbo a Cúcuta, donde por ese entonces estaba la abuela, que trabajaba para gente importante de la ciudad. Al llegar, le ofrecieron un puesto en la hacienda de Lomitas, para cuidar ganado.

Después de un tiempo, se fue a trabajar como conductor de los dueños del edificio Hispano.  En 1974, se casó con la mujer que amó desde la niñez, Raquel Cortés. “Me casé limpio, sin nada. Aunque era pobre, deseaba estar con ella”. En ese momento su vida empezó a cambiar. Tener una familia y trabajar con alguien tan importante le permitió conocer a más gente.

El dueño de una sala de billares, por diferentes causas, quería tirar el negocio a la basura. Luis y la esposa le rogaron que se los arrendara. Duraron 4 años, y con el conocimiento que adquirió se fue a vivir donde los suegros y montó un negocio de bolos, billar y tejo.  “En ese momento trabajábamos día y noche, daba muy buen dinero el local y había que sacarle hasta donde pudiéramos”. Con el dinero que ahorró compró un taxi.

Por más de 12 años recorrió la ciudad. Entre las anécdotas recordó el día  que llevó a una muchacha a la Ciudadela de La Libertad, como no conocía bien el sector, se dejó guiar. Al llegar al destino donde pretendía dejarla, sintió que era una trampa, lo robaron, lo golpearon y por poco le quitan el carro. En seguida pidió ayuda y los compañeros no tardaron en llegar, pero era tarde, los ladrones se habían ido y lo habían dejado sin el sustento diario.

Luego se fue a vivir a una invasión donde le ofrecieron un lote para que construyera su casa. En ese momento empezó a crecer la familia. “Tengo seis hijos, dos varones y cinco mujeres”. Pasó a trabajar con la política y fue conductor de funcionarios de la Gobernación, que lo ayudaron con la reparación de las calles del barrio.

Creó la primera asociación comunal del 20 de Julio, con ayuda de los conocidos del gobierno departamental conformó el barrio. “Fue difícil construir, porque nadie nos quería ayudar. Esto era un potrero y nadie tenía esperanza. Con los contactos que tenía empecé a pavimentar calles y recuperamos el tiempo perdido”.

Las lágrimas bajan por las mejillas y con voz entrecortada cuenta el empeño que puso para que los matorrales fueran un lugar donde la gente pudiera vivir. El 20 de julio 1981, se aprobó la personería jurídica de la junta de acción comunal. Luis empezó a pedir ayuda a las entidades oficiales para abrir vías, llevar los servicios de agua, alcantarillado y electricidad.

Fueron más de 10 años de lucha para cumplir el sueño de las habitantes del barrio. Llegó a la meta y posicionó el barrio en la ciudad. “Fue difícil empezar, porque estas tierras le pertenecían a un señor que no conocíamos, pero eso no fue obstáculo para pelear por el bienestar de mi familia y de todos los que en ese momento necesitaban un lugar dónde vivir”.

Luis está dedicado a la casa, les dio estudio a los hijos, cinco son profesionales, el menor no quiso estudiar y se fue de la ciudad. Sacó los ahorros y compró un taxi para que viniera a vivir con todos. En la mañana se levanta tarde, con la alegría del deber cumplido. Solo le queda un sueño por cumplir y está cerca de hacerlo realidad. Construye una casa grande, “para que mis hijos vivan conmigo y ninguno tenga necesidades”.

 JONATHAN ARLEY JAIMES

Estudiante de Comunicación Social

Universidad de Pamplona

Campus de Villa del Rosario

 Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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