1.- Lo que sucede en la frontera, por obra y gracia de una enorme cantidad de desatinos, amerita una pronta y radical compostura, porque de lo contrario las murallas y los socavones surgidos entre los límites pueden afectar seriamente la interacción que siempre debe existir entre dos naciones hermanas, como es el caso de Colombia y Venezuela.
Lo que ocurre en los puentes internacionales –para solo aludir a lo más simple- es de una insensatez e ignorancia, que si no se le pone coto y por las autoridades que están encargadas de velar por el tránsito de personas y vehículos así como por los controles aduaneros y de los movimientos de importación y exportación, porque la pugnacidad y la ausencia de un trato elemental y cortés puede llegar a situaciones calamitosas, y porque los ánimos están exacerbándose a extremos de indelicadeza y falta de control.
¿Y todo esto por qué? Porque a nivel de los factores de poder no ha habido diálogo y entendimientos que son menester, cuando hay variables y cambios en la estructura operacional de los manejos públicos y privados de una nación. Y, porque la gente de frontera – que es la más directa en recibir las alteraciones – no tiene la fuerza y la valoración binacional para hacerles llegar a los centros de poder la conveniencia de unos acuerdos que establezcan parámetros de orientación y guía, como es el caso de definir los derechos de uso y hasta el cupo y nombres de los productos que se pueden adquirir para fines domésticos, sin necesidad de ser mancillados por un trato brusco o de un confinamiento por presunción de una gestión ilícita de contrabando.
2.- Si estos acercamientos no se promueven pronto y mediante la participación de voceros y dirigentes responsables y amplios conocedores de lo que acontece, el extravió puede llegar a torpedear las bases de una relación que tiene vínculos de la mayor importancia histórica. Por eso, lo que se debe hacer no es más que asumir la tarea de propiciar acuerdos y con un obrar inteligente.
3.- Es tanto lo que diluimos y dejamos pasar por la indiferencia, y porque la frontera sigue aletargada y no ha asumido el liderazgo que le corresponde, para defender y sustentar las argumentaciones tutelares, que hasta se registra el olvido de lo que somos y de las pautas y trazos que se dieron en el Congreso de 1821, en la Villa del Rosario, porque en las inmediaciones de la zona del tamarindo y en las de los límites, por la más improductiva soberbia y desdén no hacemos nada en la búsqueda de las acciones de mutua ayuda y soporte, que son la esencia y vida de la frontera. Si como frontera lo que hacemos es levantar barricadas y no buscar la eliminación de trabas y erradas conductas nos enterramos vivos. Por eso, además del convencimiento de un sano obrar, que debe nacer de nosotros, hombres y mujeres de frontera deben comprender que son los únicos que pueden sacar adelante estos valles y montañas, que ansían progreso, industrialización, servicios y desarrollo, para bien de todos. Por eso, es exigente una trasformación y un nuevo giro, junto al logro de una acertada descentralización administrativa y una buena representatividad en el manejo de lo regional y fronterizo. Esto debiera ser el reto y la tarea compartida entre todos.
JOSÉ NEIRA REY
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