1.- Que estamos en un momento mundial, singularmente importante, complejo, delicado y con variados hechos que mantienen en expectativa a amplios sectores tanto en lo social, económico, político como en lo religioso, científico e investigativo, lo demuestra sin ambages y con plenas manifestaciones el panorama nacional e internacional, con las sucesivas noticias e informes que diariamente obligan a meditar y reconocer que nos hallamos en un periodo histórico y de inocultable significación.
Por eso, lo que a nivel regional y local estamos experimentando, hay que observarlo, medirlo y proyectarlo, con espíritu de actualización, pero sin olvidar los fundamentos sobre los cuales nos movemos y existimos, producto de nuestra idiosincrasia, con el agregado –también insustituible y prioritario – como es el visionario y práctico, sobre lo que nos falta y quisiéramos ser e impulsar.
2.- ¿Qué hacer ante esta maraña de situaciones, en donde el desempleo, lo cambiario e inflacionario, la producción, las normas y los procedimientos, junto a las demandas y las ofertas, el crédito, los incentivos y los estímulos, y las coordinaciones interinstitucionales no son solo nacionales sino internacionales, por los factores de precio, calidad, tecnología y competencia?
No es tarea fácil acordar y buscar soluciones compartidas si no hay un interés conjunto, como lo exige la hora de ahora. Y, menos, si el sentido unitario de lo básico y esencial no tiene en cuenta – con realismo – lo que acontece en las áreas periféricas de los estados, no obstante, ser verdaderos nudos articulares del proceso de integración. Por eso, es indispensable que el exagerado centralismo comprenda que hay vacíos por llenar. Y que los voceros de los gobiernos –en sus diversos niveles y calificaciones – y los correspondientes a la sociedad civil y del ciudadano común, trabajen propendiendo por la unión y la labor en equipo, para que haya el acierto que se espera, y pulsando y valorando las realidades que más requieren inmediata y coordinada atención. En razón a estas causas o factores, las fronteras – en especial los pobladores – son quienes reciben directamente las concomitancias, influjos y reflejos de esas determinaciones, como lo prueban indicadores y en particular la galopante informalidad y nuestro escaso desarrollo.
Y, por eso mismo, la urgencia y la conveniencia de llegar a entendimientos y acuerdos –parciales o generales –entre los estados para que la validez y vigencia de lo que se pacte cumpla los
cometidos que se ansían y nazcan inversiones, innovaciones, asociaciones y labores mancomunadas educativas y promotoras de lo industrial y tecnológico a lado y lado de los límites, junto a una representatividad fronteriza, que sea verdaderamente actuante y participativa.
3.- Por eso, es loable y debe recibirse con satisfacción que los gobiernos de las áreas fronterizas intervecinas y con la presencia y participación de quienes integran los núcleos laborales, empresariales, profesionales, académicos, que conforman las fuerzas vivas, se acerquen, dialoguen y evalúen con espíritu emprendedor y visionario, sin extraviar la identidad, el espíritu de pertenencia, acciones, conductas y parámetros de convivencia, coparticipación y progreso. Compartido para que voces y esfuerzos lleguen hasta los poderes centrales. Si esto se logra y sobre la mesa de entendimientos priman estos propósitos, se puede apostar con seguridad que el porvenir de estas regiones será vigoroso y de trascendentes efectos locales, regionales, binacionales e internacionales, porque haríamos tránsito de lo marginal y abandonado a lo productivo y respaldado.
Sí, es la hora de pensar y obrar en grande, bajo el amparo del mutuo respeto y de la unión, para que los planes, programas y proyectos comprometan a todas las generaciones y se traduzcan en ejemplarizantes políticas de Estado, para la complementación y mayor integración fronteriza.