Comenzamos a subir los colombianos la dura cuesta del 2017 que no va a ser nada fácil por los innumerables tropiezos, que desde ahora vislumbramos en este año preelectoral. Luego de la terminación entre vientos y marea del año pasado, que estuvo agravado de múltiples conflictos, como la pérdida del plebiscito, logramos cerrar el año con la paz, garantizada por las votaciones de respaldo en el Congreso de la República, la firme decisión de las Farc de llevar adelante los compromisos y la decidida vocación del presidente Santos por dejar un país en paz, cuando se acerca la terminación de su segundo y definitivo mandato.
Sin embargo, tenemos al frente toda la larga y complicada tarea de la implementación de los acuerdos, que es una de las etapas más importantes y riesgosas del proceso de paz, porque es la materialización de la dejación de las armas por parte de las Farc a las Naciones Unidas, la concentración de tropas en las áreas veredales convenidas, el desarme definitivo y el nacimiento del proyecto democrático del nuevo partido político constituido por combatientes y los sectores sociales que decidan acompañarlos. De estos significativos pasos que se están cumpliendo adecuadamente, sin desconocer algunas dificultades logísticas, pende el último aliento para coronar con éxitos la llegada del país a la paz consolidada.
Sin duda, el ser este un año preelectoral, dado que el próximo año hay elecciones presidenciales, va a incidir sobre la rigurosa agenda anteriormente descrita. Los movimientos o partidos políticos como el Centro Democrático, que ha hecho de su postura guerrerista y enemiga de la paz su principal bandera, no dudará un solo instante en redoblar los ataques sistemáticos a los acuerdos de paz y en enfilar sus agresivas baterías en contra del presidente Santos y la dirigencia de las Farc, como el camino más fácil para aumentar su caudal electoral. Es muy conocida en el mundo esta táctica maniquea en la que con mentiras, falsedades y campañas de miedo es posible debilitar un legítimo proceso y ganar unas elecciones.
La reforma tributaria ha sido de recibo negativo para la imagen política del Gobierno. Sin duda, a las sociedades en general no les gusta que les metan la mano al bolsillo para sacarles sus denarios escasos o suficientes, lo que siempre se une a la molestia de la inflación. Coyuntura que están aprovechando los enemigos de la paz para montar engañosas campañas y convocar a manifestaciones en contra de los acuerdos. Es claro que las reformas tributarias carecen de amplia aceptación democrática; sin embargo, esta no puede convertirse en un arma para acabar las reales y genuinas aspiraciones de paz de la sociedad colombiana.
La llegada de un nuevo gobierno a Estados Unidos, con marcadas tendencias xenófobas, racistas e imperialistas, ha creado un ambiente de preocupación nacional e internacional, se conocen las intenciones non sanctas del presidente Trump en varios ámbitos, como el construir un muro de separación con México, pagado por los mexicanos, verdadero exabrupto. A esta preocupación se agrega la renuncia del delegado del presidente Obama a los diálogos de paz en La Habana, Bernie Aronson, quien tan positivo comportamiento tuvo durante el ciclo de conversaciones. Hasta el momento de escribir estas notas, no se conoce el nombre del nuevo delegado del presidente Trump.
Las buenas esperanzas que se abren con los futuros diálogos de paz con el Eln son espacios gratificantes en la empinada cuesta del 2017. Después de muchos ires y venires todo indica que el 7 de febrero se inician las conversaciones formales. El presidente Santos ha nombrado como jefe de la delegación gubernamental al excelente profesional y cuidadoso conocedor de la problemática agraria, ex ministro de Estado Juan Camilo Restrepo. No serán unas conversaciones fáciles, pero todo el clamor ciudadano está puesto al servicio en la construcción de paz con esta organización insurgente de más de 50 años de presencia armada en la convulsiva vida nacional.
Además de todas estas preocupaciones, están los acuerdos suscritos entre el gobierno y las organizaciones sociales, campesinos, trabajadores, maestros, indígenas, afros, medio ambientales que recogen sus inaplazables necesidades y la forma de superarlas. Además, son múltiples las quejas de otros sectores populares que también deben ser atendidas y resueltas de manera oportuna y solidaria. Es apenas lógico que terminada la lucha armada emerja un sin número de conflictos que permanecían opacados por esta forma de lucha, y que ahora buscarán y reclamarán el riel democrático por dónde cursar, tal como se hace en una democracia madura, en la que los conflictos se tramitan mediante formas constitucionales, otro gran reto del Gobierno, para lograr que en este 2017 discurra y ratifique que los métodos de lucha armada y violenta ya están siendo archivados para Colombia y para la humanidad.
NOTA. En los días de descanso de Navidad y Año Nuevo me dediqué a leer el libro fascinante ‘Historia del Siglo XX’, del historiador Eric Hobsbauwm, el cual quiero recomendarles. De este libro he extraído este pensamiento, muy necesario para los procelosos tiempos que vivimos: “Es necesario conservar la esperanza, incluso en las situaciones más desesperadas”: Leo Valiani, historiador italiano.
ALONSO OJEDA AWAD
Vicepresidente del Comité Permanente de Defensa de los DD.HH. CPDH.