CÚCUTA.- Bumangués de nacimiento, venezolano por adopción durante un tiempo y artista desde cuando era muchacho. Ha pasado el último medio siglo de vida en medio de la pintura, la escultura y la música. Le gusta estar ocupado en la creación de paisajes, figuras y retratos. Trabaja con piedra, telas y discos de vinilo.
Oscar Uribe, artista urbano, temprano en la mañana tiende la manta en la acerca de la calle 10. La exposición la componen 12 discos pintados y un espejo rectangular. Aguarda que el transeúnte detenga el paso, aprecie el arte y decida llevarse una de esas obras callejeras. El precio es asequible a cualquier billetera cucuteña.
En otros momentos pinta. Se sienta, saca las pinturas, piensa y plasma esas imágenes que se le forman en el cerebro. Hace realidad las figuras, con la agilidad que dan los años continuos en el oficio.
- Llevo varios kilos de piedra esculpidos en diferentes regiones de dos países. Me gusta el rostro de Jesucristo.
Sin que se trate de una necedad religiosa, es fanático del rostro de Jesucristo. Hace muchos años, se prometió que algún día lo tallaría, dibujaría y pintaría, El primero que hizo es totalmente diferente al de hoy. La promesa de hace 45 años decía que antes de irse del planeta tenía que hacerlo, y bonito. Cumplió la palabra, aunque permanece en la Tierra.
Como músico le gusta el sonido de la guitarra. No es profesional. El instrumento lo acompaña en esos momentos de soledad y de reflexión. Tampoco compone. También, interpreta la quena, instrumentos de viento y metal y viento y madera. Todo de manera empírica y por deleitarse, no para ir tras un nombre artístico.
En cuanto a la pintura, es arte callejero. En estos momentos experimenta con una técnica y se ha dado a la tarea de rescatar los vinilos. Esos discos grandes que hasta la década de los 80 se conseguían en tiendas especializadas y se hacían llamar elepés (LP). Giraban en el tocadiscos o equipo de sonido a 78 revoluciones por minuto.
- Los botan a la basura y les doy el valor artístico que merecen. Muchas veces pasan por acá y me los regalan. Otras veces los compro en segundazos, aquí, en Bucaramanga o en la ciudad donde esté.
Este quehacer no es complicado. En promedio, dura cinco minutos en la elaboración de la pintura. Apela a la creatividad, no copia. Tampoco tiene dos iguales y la justificación es que dos gotas de agua nunca serán iguales. No puede repetir la obra.
Está dedicado a los discos para recuperarse económicamente y comprar los materiales que necesita para trabajar en las telas. No dispone de dinero, solo cuenta con lo del diario vivir. Tiene varios formatos y técnicas diferentes. Le gustan el paisaje y el surrealismo. Es impresionista.
En Venezuela conoció a una mujer, le comentó acerca del gusto por el arte y ella lo motivó para que hiciera realidad esos deseos. Oscar tenía 20 años cuando tropezó con esa musa.
- Comencé con ella a trabajar. Hoy, cuento con 65 años.
A pesar de la multiplicidad en el ejercicio artístico y de la variedad de obras, está seguro de que no alcanza para vivir. Tampoco, se ha dedicado a otro oficio, ni quiere dejar de pintar. Lleva metido en este universo cuatro décadas y media, por lo que estima que esa es su vida. Nadie lo va a sacar de ahí.
- Nací para esto, creo. No estoy pendiente de la plata. No soy materialista. Me interesa es vivir el día de hoy.
Cualquier momento lo considera bueno para pintar, tocar guitarra o plasmar sus ideas en telas. Va al bolso tejido, hurga y saca una obra en miniatura. Es el rostro de Jesucristo tallado en una pepa de aguacate. Gracias por el detalle. Un lápiz, una tiza, un jabón o una piedra son perfectos para hacer el rostro de Jesucristo. Así como lo concibe.
¿Los cucuteños son buenos compradores de arte callejero?
- No tanto. Pero lo que pasa es que no tengo material bueno para exponer. No me autocastigo por eso, porque vivo al día.
En un restaurante cucuteño, el propietario lo invitó a recrear uno de los comedores. La exposición está basada en cuadro de la Cúcuta antigua. Están el palacio de la Gobernación, la Catedral de San José, la locomotora, la fachada del negocio en la década de los 80 y otros motivos que permiten al comensal repasar la historia mientras aguarda el plato ordenado.
Excelentes pinturas las del restaurante doña Pepa Dios bendiga a este pintor urbano. DIOS guarde su vida