El espectáculo semisalvaje de las corridas de toros, el idioma castellano, la religión católica y las riñas de gallos de pelea se los debemos a España, la madre Patria. Vinieron con los primeros conquistadores y se quedaron entre nosotros, para siempre.
No obstante tener una existencia milenaria, cada vez más es cuestionada en muchos países que las han objetado por ser un espectáculo, que ofende la sensibilidad humana. En algunos países, donde se practicaban periódicamente, han sido prohibidas. Entendemos que en Barcelona, ciudad española, culta como la que más, han sido prohibidas.
Entre nosotros, el alcalde anterior de Bogotá (Gustavo Petro) las prohibió y le dio un destino cultural a la plaza de toros de Santa María, pero el cuestionado alcalde Peñalosa, amenazado de revocatoria, cambió la decisión y están anunciadas varias corridas de toros, para las próximas semanas.
Las corridas de toros no son un signo de progreso, sino, todo lo contrario, de pobreza. La clase media empeña sus pocos bienes para asistir a tan costoso y publicitado espectáculo. Hace varios años programaban cinco corridas de toros, pero era tan empobrecedor para familias de pocos recursos, que la misma alcaldía bogotana decidió rebajarla a tres no más.
El toreo no existe sino en los países más atrasados del mundo. En Europa, solo en España y en Portugal, los más pobres y atrasados. En los más adelantados no son permitidas, ni en Alemania, ni en Suiza, ni en Inglaterra, ni en Suecia, Dinamarca, Finlandia o Noruega, son permitidas.
En Norte América, no son permitidas en Canadá, ni en Estados Unidos. En Sudamérica solo las permiten Colombia, Venezuela, Ecuador y Perú. En Brasil, Argentina, Chile o Uruguay no son permitidas, siempre en los más atrasados,
Por todo lo anterior, consideramos un error de Peñalosa, alcalde de Bogotá, permitir la presentación de este espectáculo, cada vez más cuestionado y llamado a desaparecer.
Somos solidarios con los miles de antitaurinos que tienen que soportar la ejecución de un espectáculo lindante con la barbarie de épocas superadas por la tranquila conciencia humana.
PABLO EMILIO RAMÍREZ
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