Nació en Argentina, mide 1,70 metros, tiene el cabello blanco, ojos de color de miel, sonrisa amplia y piel blanca. Así es Juan Carlos Díaz, técnico que por segunda ocasión llegó al Cúcuta Deportivo.
Se define como excelente persona. Cuando está en Buenos Aires comparte con la familia y los amigos. A la ciudad vino, décadas atrás, para jugar en el once motilón y se ganó el aprecio de los aficionados.
Su forma de vestir es deportiva, lleva tenis blancos, sudadera gris y camisilla blanca con estampados. La familia es de clase media, bien constituida y siempre luchó para salir adelante. Con la ayuda de Dios y con el esfuerzo de los padres “no les sobraba nada, pero tampoco les faltaba”.
Tuvo la suerte de ganarse el respaldo familiar para las decisiones que tomó. La felicidad se le nota al recordar momentos de la infancia. Es sencillo, humilde, sumiso, pasivo, responsable y discreto.
Desde pequeño práctica el fútbol. Salir a jugar banquitas con los amigos le encantaba. Se entrenaba en un club social de barrio, a pocas cuadras de casa. Había una cancha de fútbol y dedicaba las horas a patear la pelota.
A los 15 años empezó a jugar en las divisiones menores del equipo Los Andes. Luego, asumió el deporte como medio de vida. Por el fútbol conoció al único amor. Hoy es su esposa. Tuvo pocas aventuras amorosas, siempre se dedicó a la novia y a la profesión.
En las prácticas era independiente. No así en los torneos, a los que los padres lo acompañaban. Luego, lo dejaron libre y depositaron confianza en el muchacho.
No soñaba mucho cuando pequeño, porque la meta no era jugar al fútbol, lo hacía por afición. Estudió la carrera ‘maestro oficial de obra’, que en Colombia sería ser tecnólogo en construcción. La idea era terminar la preparación universitaria, pero empezó a jugar en primera división al terminar la secundaria. Decidió dedicarse al juego.
Se retiró del fútbol en 1995. Se radicó en Cúcuta donde se dedicó a los negocios y le apostó a la gastronomía junto con Hugo Lóndero. No tuvo la suerte que tenía con el deporte. Volvió a vestirse de pantaloneta y camiseta al regresar a Argentina, más por necesidad que por vocación y tomó al fútbol como trabajo.
Está agradecido de la vida. Hizo lo que le gustó, pudo ser jugador profesional y tener la familia que soñó. Los tres nietos son su adoración. Ahora, pertenece a uno de los 18 clubes que hay en Colombia y que tiene la mejor hinchada apasionada del país.
STHEFANIA PABÓN GARCÍA
Estudiante de Comunicación Social
Universidad de Pamplona
Campus de Villa del Rosario