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La ciudad desde la lejanía con la luna en todo su esplendor. / Foto: MANUELA GALLEGO

DESCONECTADOS. Noche sin estrellas fugaces

La tecnología nos ha sumergido, de una u otra manera, hasta llegar el caso de no poder vivir un día sin revisar el celular o las redes sociales. Pero, a veces, como sociedad olvidamos hechos banales para el entretenimiento, por ejemplo, mirar las estrellas.

El 6 de mayo, ocurrió la lluvia de meteoritos Eta Acuáridas, producida por los fragmentos dejados por el cometa Halley en 1986. Era la primera vez que presenciaría un evento de esta naturaleza. Aunque siempre me ha parecido la astronomía algo espléndido, nunca lo he estudiado u observado; probablemente, por las desventajas de vivir en la ciudad y no ver el cielo en toda su magnitud.

Así empezó la aventura. Alarma a la 1:30 de la mañana. Café para llevar y una bolsa de crispetas como acompañante. Tranquilos, las crispetas se prepararon la noche anterior para no ser tan malos vecinos. Salimos en el carro sin rumbo fijo, solo sabíamos que teníamos que dejar la ciudad en dirección este y atravesar las montañas hasta ver el horizonte.

Después de 30 minutos al volante sin lugar aparente de llegada, ¡eureka! encontramos una calle rural con la vista deseada. Parqueamos y nos preparamos para el espectáculo. El café y las crispetas se agotaban, y no podíamos apreciar nada por dos razones fundamentales, el cielo estaba nublado y el pequeño error de ubicación. Mirábamos al norte. Entre risas, ajustamos la vista y allí apareció la primera (y última) estrella fugaz.

En el silencio del campo solo se escuchó una expresión de asombro y felicidad, a la espera de seguir viendo más objetos brillantes. Lastimosamente, no fue así. Pero la noche no defraudó. La idea era salir de la monotonía diaria y allí, en medio de naturaleza, se habló de filosofía, historia e incluso de astronomía para principiantes.

Cuando nos congelábamos y las necesidades corporales no se hicieron esperar (no íbamos a ir a los árboles en la mitad de la noche en Australia. No somos tan aventureros) decidimos emprender el regreso a casa, no sin antes parar para observar la ciudad desde la lejanía con la luna en todo su esplendor.

Qué afortunados somos por vivir y tener un lugar adónde ir a calentarnos, pensé, mientras manejaba y cantaba uno de los tantos clásicos del rock en español.

CAMILO PABÓN

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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