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Debemos volvernos indios de verdad

La reseña histórica del Cúcuta Deportivo data de 1928, cuando desfiló en Cali para la inauguración de los Juegos Nacionales de ese año. Lo hizo como el Cúcuta Foot-ball Club.

No tengo 80 años para corroborarlo, tampoco tengo 50, no vi jugar a Omar Verdún, tampoco a Hugo Horacio Lónderos. Medio  me acuerdo de un partido Junior – Cúcuta, cuando Daniel Gomez (hoy preparador de arqueros del equipo de la ciudad) se colgaba de los balones que Valenciano le pateaba desde la  punta izquierda o derecha, en todo caso era Valenciano. Recuerdo al ‘Pibe’, al ‘Nene’ Mackenzie. Tampoco olvidaré cuando  René Higuita les mostró las partes nobles a los asistentes de la tribuna sur alta (hoy de la Banda del Indio).

Todo lo vi y lo viví desde ‘gorriones. Llegaba los domingos al portón que me parecía gigante, amarillo, pelado por las pedradas que recibía de los hinchas de los equipos contrarios. Luego, aprendí que era mejor pedirles a los veteranos que iban solos al estadio que me entrara como su hijo o nieto o como me quisieran ver. No me asoleaba y cuando estaba de buenas gastaban paleta de agua.

El tiempo pasó y domingo a domingo llegaba a la puerta del estadio. Los jugadores pasaron. Extranjeros, nacionales y cucuteños patearon la bola en el General Santander. Ninguno queda de ese entonces. Los directivos se prestaron el poder por años. Entre ellos recuerdo a Efraín Pachón, Germán Guerrero. Hasta hoy todo sigue igual. Los jugadores pasan, los directivos se demoran otro poquito, pero igual se van.

El Cúcuta Deportivo es más que un nombre. Es más que una camiseta. El Cúcuta Deportivo es una historia, un recuerdo, que generación tras generación nos ha ‘sacado la piedra’, nos ha hecho gritar hasta la más fea grosería. A otros, los ha contagiado de las groserías. Vivimos 10 años en la segunda categoría. Lo viví en carne y huesos. Domingo tras domingo le puse la cara al sol para ver a Wilher Valencia cuando volaba de palo a palo, al ‘Mosco’ Mosquera, al enano David Córdoba, a Walter Moreno, a Mauricio Molina, a Marcelo Refresquini y al uruguayo Zugarramurdy.

En el 2006, el Cúcuta Deportivo fue un equipo sin miedo, atrevido, temerario, y pudimos lograr mucho. Les ganamos a los mejores equipos de Sudamérica. Desde el Atlético Nacional, Once Caldas, Medellín, en Colombia, pasando por Gremio de Brasil  y Toluca de México para llegar al Boca Júniors de Argentina. El mundo conoció a Cúcuta por su equipo, por faltarles al respeto a los ‘grandes’ de acá y allá. Donde  nos pusieran éramos una “tromba” que acababa con lo que le atravesara.

Hoy, en la situación que está el Cúcuta Deportivo, los directores deben sacar la casta, lo indios que son y atreverse, romper paradigmas, romper órdenes y cartas que salen desde una celda. El que está afuera allá queda, afuera, pero mientras el Cúcuta Deportivo se dirija con miedo a alguien que en cuerpo no esté presente no viviremos esas emociones que vuelvan a hacer infartar a Carlos Humberto Ortega, y a todos los hinchas sentados en las bancas de cemento que el sol calienta, que ampollan y cansan. No  nos importa mientras nos den el placer de gritar groserías y goles.

CÉSAR GÓMEZ C.

Especial para www.contraluzcucuta.co

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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