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Conflictos, derechos humanos y paz en una frontera pendular

 

Alejandro Canal Lindarte

“Es miserable saberse miserable, pero es ser grande reconocer que se es miserable”

Blaise Pascal

Permítanme en primera instancia, agradecer la Invitación de la Universidad de Pamplona a este el IV congreso fronterizo de Derechos Humanos. Es grato para mí como egresado de la Maestría en Paz desarrollo y resolución de conflictos, proponer ante tan  selecto auditorio el examen de la situación histórica de la frontera entre Colombia y Venezuela en cuanto a su sociología urbana, específicamente  en lo referente a sus conflictos y como ellos inciden en el respeto a los derechos ciudadanos de pobladores especialmente de aquellos más  pobres y vulnerables.

En este mundo convulsionado, donde por estos días son temas de discusión las guerras internas del oriente medio, la volatilidad financiera de los gigantes del desarrollo, la fragilidad de la economía mundial y su incidencia en los mercados emergentes y el posible final del conflicto armado interno en Colombia, el tema de los altos niveles de violencia en el Catatumbo y en el área metropolitana  binacional es definitivamente una cuestión vigente.

El contenido de este documento pretende abordar desde una visión analítica y una posición crítica algunos aspectos de la historia de los DDHH por una parte, del estado de la cuestión de la paz y los conflictos por otra,  de las vivencias ambivalentes de un territorio que ha tenido que vivir el karma de ser frontera sin que quienes pueden, hayan ahondado en su consciencia las consecuencias de su ligero actuar, para finalmente realizar unas conclusiones y por ende algunas recomendaciones.

 

 

Introducción

Al realizar un recuento de la evolución de las pretensiones de la humanidad a través de las épocas de sus derechos ante sus congéneres nos proponemos perfeccionar y enriquecer la discusión actual sobre la paz y los conflictos y su incidencia en los derechos humanos dentro de un contexto territorial específico como la frontera colombo venezolana.

Sin profundizar mucho, podríamos decir que aunque la idea de los Derechos humanos parece ser algo pertinente a la modernidad, debemos recordar que desde la edad antigua el estoicismo estableció un orden ético moral que contenía tres fundamentos a saber: La dignidad de todos los seres humanos creados a imagen y semejanza de Dios; La igualdad esencial de todos los seres humanos y; La unidad de todo el género humano.

Más tarde, en la edad media, ya se mencionaba por allá en el siglo XIII, el principio de los derechos estamentales  donde el rey Juan I de Inglaterra, más conocido como Juan sin Tierra, en su carta magna define una serie de normas que beneficiaban a los varones bajo su dominio a la vez que establecía ciertas condiciones de favorabilidad a determinados grupos sociales.

El reconocimiento a los pobladores del mundo como ciudadanos solo se da en el denominado estado moderno. En sus inicios,  cuando decaen los vínculos estamentales del absolutismo monárquico subyacen los requerimientos de los súbditos para limitar los poderes del estado. A finales del siglo XVIII, en Francia, los libre pensadores en Asamblea Nacional realizan la histórica Declaración de los Derechos del Hombre y del ciudadano, sin los cuales y sin la división de poderes era imposible concebir un Estado Constitucional.

Esta actitud reivindicadora de los francos  contagió a sus vecinos ingleses y españoles, propiciando en 1792 la publicación del texto “Los derechos del Hombre” del británico Thomas Paine, que luego tomarían el rumbo de la concepción filosófica de “iura connata” o los derechos innatos del ser humano solo por el hecho de ser humano. Estos se precisan en la proclama de revolución francesa, la libertad, la propiedad, la seguridad y el derecho a oponer resistencia a la opresión, como derechos naturales e imprescriptibles

Con el paso del tiempo y la aceptación del positivismo, se inicia la discusión acerca de los llamados Derechos Fundamentales que a diferencia de los anteriores son derechos públicos de carácter subjetivo y constitucional. Nace entonces, el inconveniente que subsiste hasta nuestros días, de cómo el ciudadano hace valer unos derechos establecidos en la constitución que debe garantizar el estado pero que por su elevado costo no son cubiertos y se convierten en letra muerte o en un saludo a la bandera.

Para finalizar este sucinto recuento sobre los derechos humanos, debemos recordar el advenimiento de los derechos humanos de cuarta generación como el derecho a: un medio ambiente sostenible, calidad de vida, el ocio, el tiempo libre y últimamente el de la privacidad en la era de la informática.

La paz y los conflictos.

Ahora,al continuar con el marco conceptual de la situación parece conveniente repasar las principales teorías sobre la Paz y los conflictos.El término conflicto, según el diccionario de la Real Academia Española y a nivel individual es “Coexistencia de tendencias contradictorias en el individuo, capaces de generar angustia y trastornos neuróticos”. De esta definición, podemos inferir que conflicto es la manifestación simultánea en una misma persona, de dos o más estimulaciones de perfil disímil pero de similar intensidad.

Otra interpretación del término, lógicamente por fuera del sentir interno de un individuo, es aquella que involucra a dos o más personas o grupos de personas. Este otro tipo de conflicto comienza normalmente con un evento de desorden en la comunicación, que conlleva a una interpretación equivocada de las partes, generando un proceso gradual de desconfianza mutua que conduce a la confrontación interpersonal, grupal o inter grupal. En ese momento los intereses de uno de los bandos se convierte en alternativa dominante y allí surge definitivamente un estado conflictivo de esa relación.

 

El conflicto como elemento de estudio académico se ha tratado desde diferentes disciplinas. Desde el prisma fisiológico, cuando el ser humano entra en conflicto externo, su organismo sufre una trasformación que lo prepara para resolver esa situación. Acorde con Desmond Morris, como por arte de magia, en ese momento, se eliminan instantáneamente la fatiga y se suministran grandes cantidades de energía para la lucha física por la supervivencia. La sangre es impulsada a los sitios donde es más necesaria, o sea al cerebro, para motivar el pensamiento y a los músculos para la acción violenta.

 

Así mismo, el incremento del azúcar en la sangre aumenta la eficacia muscular y la aceleración de los procesos de coagulación significa cuando se produce una herida, impide la pérdida de ella. La producción de glóbulos rojos por el bazo, en combinación con la creciente velocidad de la circulación sanguínea, ayuda al sistema respiratorio a incrementar la absorción de oxígeno y la expulsión de anhídridos carbónicos. El erizamiento de los pelos pone la piel al aire y contribuye a refrescar el cuerpo, lo mismo que el sudor segregado por las glándulas sudoríparas, demostrando la actitud del cuerpo humano para asumir esquemas conflictivos (Morris, 1976: 125).

 

De otro lado es común observar el análisis del conflicto desde el pensamiento histórico así como desde las ópticas analíticas de lo político pero casi siempre ha sido objeto de investigación desde las diferentes ramas de las ciencias sociales. Se denomina teoría de los conflictos a las hipótesis planteadas por los trabajadores del tema y los investigadores de esa característica humana, como es el conflicto social.Muchos de estos estudiosos convergen en calificar al conflicto como un fenómeno natural dentro del papel del hombre en la sociedad, que se potenció en el momento en que el ser humano de la época, trasformó su forma de vida pasando de la constante movilidad nómada  al asentamiento sedentario de pequeños poblados primero y grandes ciudades después.

 

La complejidad que fueron tomando las relaciones en la comunidad establecida produjeron de manera lógica el aumento de los intereses y la competencia por esos logros, lo que genera estados de conflicto consustanciales a la vida social del hombre sedentario. Es de allí, de donde parten muchos teóricos de la materia para sugerir que no sería apropiado pretender una total ausencia del conflicto y por el contrario los esfuerzos deberían enfocarse en entender los principios del conflicto, para transformarlos de forma positiva, en busca de beneficiar al colectivo social con su resultado.

 

La academia de forma consecuente ha venido estudiando el fenómeno conflictivo de manera ordenada y estas teorías que comienzan a ser desarrolladas en la primera mitad del siglo veinte, generalmente son relacionadas con las técnicas de negociación y con la teoría de los juegos. De un lado y desde la perspectiva del ser humano como eje del complejo mundo de los organismos vivos, es prioritario observar el aspecto antropológico por las condiciones biológicas y fisiológicas y de otro, desde los campos sociales y culturales de su contexto.

 

Desde el campo de la antropología social, el sociólogo y antropólogo social chileno Tomas Austin, realiza un valioso aporte sobre el tema en un par de artículos a los que llamó “La antropología del conflicto” y “Las teorías del conflicto como la otra cara del funcionalismo”, haciendo un recuento de los principales aportes de esta disciplina a la teoría de conflictos. Al coincidir con él se puede comenzar  citando a Lucy Mair (Mair, 1974), quien al comparar la sociedad humana con otras formas de vida, consideró que existieron determinados principios de actuación que son el basamento de toda forma de vida en sociedad.

Paso seguido, podríamos mencionar también a Leakey y Lewin (Leakey & Lewin, 1977), quienes plantearon que la clave del conflicto humano provino en un principio, de la necesidad de defender los excedentes de producción, bien de tipo agrícolas o bien producto de la caza para la subsistencia. Continuando con el recuento teórico desde la perspectiva del comportamiento humano, Víctor Barnow en su Introducción a la Antropología (Barnow, 1979) resume lo que fue la visión tradicional del conflicto en la Antropología hasta la década de los años 70, planteando el hecho de que los conflictos han estado presentes en todas las formas de sociedad cultural y que tal hecho, no es conveniente considerarlo ni como benévolo ni como peligroso, tanto que en muchos casos ha sido posible lograr la unidad a través de la trasformación positiva de uno o más conflictos.

De hecho en el año 1956, según Barnow, Lewis Coser argumentó que todos los conflictos pueden ser efectivamente eficaces para las diferentes estructuras sociales dado que conllevan la consecución de metas, valores o intereses que en poco o en nada contradicen las presunciones fundamentales en las que se basan las relaciones sociales. No obstante, Coser considera que el conflicto podría ser el causante de fenómenos que alteren la tranquilidad normal, sobre todo en modelos sociales en donde predominan los partidarios del statu quo(Barnow, 1979).

Dentro de la tendencia del estructuralismo funcionalista de la sociología moderna, se esbozan como ejemplos válidos del funcionalismo positivo los conflictos que se dan al interior de los grupos sin relación íntima y que se perciben como una amenaza para la estabilidad de su estructura al interferir en sus relaciones, para identificar el camino hacia el cambio del esquema social.

 

De otro lado, hay quienes consideran el conflicto como un hecho social universal que debe ser resuelto con el cambio social, como RalfDahrendorf. En cambio Kart Marx, lo enfoca como una interpretación económica de la dialéctica sobre la idea de la superestructura en donde el conflicto se genera por la lucha de clases que a su vez es consecuencia de los medios de producción y la clase dominante.

En esta misma línea de pensamiento, mientras Hegel considera que la lógica parte del principio conflictivo de la contradicción, Engels construye de forma esquemática sobre la dialéctica de Marx, las leyes de la conversión de la cantidad y la calidad y viceversa, la de la unidad y la lucha de contrarios y la ley de la negación de la negación, enmarcándose todos en el materialismo histórico cuyo carburante es la tan mencionada lucha de clases.

La apreciación conceptual de conflicto implica una noción realista del cosmos a partir de su naturaleza no ficticia, en la que opera ontológicamente, y donde ubicaríamos el conflicto dentro del campo en el que su atributo primordial es la realidad, al constatar que es ostensible tanto en el carácter humano como en las formas que él mismo busca para atenuarlo. De esta forma, el conflicto está presente como un efecto de la constante tensión dual en que se desarrolla la vida, tanto en los campos de la psicología de lo moral, lo estético o lo religioso, como en el campo físico de lo material o lo exógeno. Se entendería como lógico equiparar inclusive el concepto de conflicto con el de la contradicción, desde el énfasis del dinamismo y la pluralidad de la realidad que a veces pareciera indescifrable.

A partir del final de la segunda guerra mundial y el comienzo de la denominada guerra fría, emergen los planteamientos de los estudios para la paz o PeaceResearch, al enfocar la investigación científica hacia la paz, sobre todo en los temas de desarrollo nuclear. Aparece en el escenario el matemático y sociólogo Noruego Johan VincentGaltung, quien plantea académicamente el impulso a una sociología para la paz y el desarrollo, de la política y la cultura pero desde enfoques epistemológicos del Tao y principios éticos gandhianos en donde propone una ciencia social para la paz.

Desde otra dinámica, en la observación investigativa de los conflictos a partir de su Resolución y la Mediación, se da un esquema para la  búsqueda de la Paz a través de nuevas propuestas como la No Violencia, generando nuevos enfoques teóricos para su estudio. Es posible entonces, observar los conflictos como el fenómeno generador  de cambios positivos en las sociedades humanas o como un germen de la Paz y no solo como agente de distorsionador de ella. (Morín, 2005)

A partir de allí, la investigación para la Paz y la investigación en la teoría de los conflictos, a definido el término de diferentes formas. Algunos lo plantearon como un enfrentamiento entre dos o más personas en donde uno intenta eliminar la resistencia del otro en el establecimiento de un derecho (Freund, 1995). O, definirla como la incompatibilidad en los objetivos de dos miembros que pretenden establecer un relación social (Entelman, 1999).

Después, nace la idea según la cual es posible trasformar positivamente las tensiones que conforman  un conflicto para entenderlas como un potencial que permita evolucionarlas  hacia la paz, de donde, dependiendo los mecanismos utilizados para su trasformación obtendremos un resultado, pero el conflicto en sí, no es ni negativo ni positivo  (Muñoz Muñoz, 2000).

En 1987 se le da vida al Instituto de la Paz y los conflictos de la universidad de Granada para el desarrollo de las  teorías y los fundamentos de los estudios sobre la paz: paz compleja, conflictiva e imperfecta, en donde la conflictividad procede de la complejidad y requiere ser investigada desde teorías de la complejidad. Así mismo proponen educación para la paz e interculturalidad, culturas, religiones y paz en el Mediterráneo, Género y paz, Ciencia y tecnología para la paz y por último, Regulación de conflictos en las sociedades contemporáneas.

Esa contingencia permitió que investigadores como Vincet Martínez,  propusiera la necesidad de implementar un giro epistemológico para lograr ser realistas en el estudio de la paz, buscando nuevas alternativas positivas de observación del fenómeno.  En esa línea, nace la teoría de la Paz Negativa como la ausencia de la violencia, pero circunscrita en un marco de desigualdad o inequidad de donde se desprende el concepto de violencia directa, como el intento de Paz Positiva y definida como la ausencia de violencia pero en un marco de justicia social para encontrar la teoría de la Cultura de Paz  (Martínez Guzmán, 2001).

Continuando con los estudiosos de los conflictos, aparece el referente a las relaciones no pacíficas basadas en el desequilibrio de poder de los protagonistas de la relación. (Curle,1977) En esa misma línea de investigación, se encuentra como otro referente conceptual, la teoría de la “transformación de conflictos”, estudiada entre otros por John Paul Lederach. Este PhD en sociología, plantea el conflicto como algo inherente a la sociedad humana, y por tanto difícilmente extinguible aun llegando a plantearlo como no deseable, si acaso fuera posible. En sus discernimientos, Lederach explica el conflicto como una correlación de intereses y necesidades contrapuestas entre dos o más posiciones que podrían incluir procesos negativos o positivos (Lederach, 1995).

En la primera de las suposiciones esta sería posible sí y sólo sí el fenómeno conflictivo no genera la ocupación de la atención y por lo tanto se da por un desarrollo libre del actuar humano. En cambio, sí el fenómeno se presenta como producto de una atención del sujeto a su origen dialéctico o sea que existe una relación de causa y efecto de forma simultánea entre el conflicto y los autores y a su vez entre los autores y el conflicto, este podrá ser trasformado de manera propositiva. Esto se hace posible cuando para ello se plantean estrategias para modificar la discrepancia bajando los niveles de tensión existente y encaminando el esfuerzo hacia la búsqueda de la solución de manera objetiva (Lederach, 1995).

Acorde con estas tesis, es evidente que la cultura de la investigación de este fenómeno, tiende a la búsqueda positiva de la trasformación de los conflictos, pero es claro también que está tendencia no se evidencia en los resultados, dado que los niveles de violencia patentizan lo contrario, al menos en América latina. Dentro del contexto de la regulación positiva de los conflictos, se habla también de tener en cuenta aspectos como el crecimiento moral teniendo en cuenta el sufrimiento y las injusticias que conllevan a daños psicológicos además de los físicos (Baruch Bush & Folger, 1996).

Finalmente, podríamos inferir que esta forma de aplicar los conceptos, desde algunas ópticas críticas, implican cuestiones que parecen no ser transformables dado que se refieren a la insatisfacción de algunas necesidades primarias del ser humano y en los cuales la trasformación positiva del conflicto involucra forzosamente el proporcionar esas satisfacciones. Si esto no es posible, el conflicto permanecerá y entonces el esfuerzo debe dirigirse como mínimo hacia evitar manifestaciones de orden violento (Burton, 1993; Chupp, 1991).

En cuanto al tema de violencia, las teorías desarrolladas a través del tiempo han venido tomando relevancia por los resultados que se observan de la aplicación de ellas por parte de sus creadores. Antes de repasar las más sobresalientes propuestas consideramos necesario precisar el concepto.

 

La Organización de Naciones Unidas para la educación, la ciencia y la cultura, UNESCO, define la violencia como: El uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona, un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas posibilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastorno del desarrollo privaciones.

 

Buscando otras definiciones encontramos que Saúl Franco, un médico dedicado al estudio de la violencia como problema de salud pública, la precisa como una forma extrema de resolución de los conflictos sociales entre las personas y los colectivos. De forma genérica, la han caracterizado como la imposición de la fuerza al servicio de determinados intereses, ejercida en condiciones de asimetría, con una direccionalidad específica, que resulta en la limitación o la negación de la víctima (Franco, 1997).

 

El mismo doctor Franco se refiere al homicidio, como la forma acentuada de expresar la violencia dado que despoja a la víctima de todos sus derechos. Otros académicos han señalado a la violencia como las conductas de los  individuos que intenten, amenacen o inflijan daño físico u de otro tipo a personas, animales o cosas (Reiss&Roth, 1993).

 

Al tratar la violencia como una enfermedad, vale la pena referirse a Paul Broca, quien observó cómo una lesión de la tercera circunvolución cerebral frontal generaba trastornos drásticos y continuos de la capacidad de expresión del hombre. Todo esto, basado en el estudio realizado en los Estados Unidos de Norteamérica en 1848, cuando PhineasGage, un capataz de un ferrocarril se traspasó el cráneo con una varilla de fierro causándose un conducto de importancia en la zona convexa del cerebro, afectando gravemente los lóbulos frontales.

 

Aunque la victima de este accidente sobrevivió por quince años con un comportamiento normal de las funciones, después de estar catalogado como un individuo con capacidades para lograr eficiencia en su desempeño, terminó cambiando su actitud convirtiéndose en una persona irresponsable, embustera y agresiva.

 

Desde la disciplina de la psicología, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en sus documentos sobre este fenómeno clasifica la violencia en tres categorías, a saber: La violencia auto inferida, cuando involucra procedimientos agresivos y premeditados, dirigidos hacia sí mismo que generalmente terminan en el suicidio. En este tipo de violencia se circunscriben también los intentos de suicidio y los comportamientos autodestructivos donde la intención es buscar para sí, la muerte.

 

La violencia interpersonal,catalogada como una conducta violenta entre individuos, dada como una relación entre agredido y agresor, caso común son las manifestaciones de violencia contra la mujer. También se clasifican dentro de este tipo el abuso infantil, modos de amedrentamiento, el acoso y la violencia relacionada con delitos como el asalto y el homicidio.

 

El otro tipo de violencia, dentro de la clasificación de la OMS, es la violencia organizada, fundamentada en actuaciones agresivas ejecutadas por grupos sociales o políticos con objetivos específicos de tipo político, económico o social. La guerra y el conflicto armado se encuentran entre los tipos de violencia con mayor grado de organización. Dentro de este campo también caben los conflictos de orden racial y religioso, así como la violencia entre pandillas o integrantes de mafias organizadas.

 

 

En el campo de la investigación académica enfocada desde lo social, el politólogo Noruego, Johan Galtung, considera que la violencia es expresada de tres formas diferentes. La primera de ellas es laViolencia directa (directa, psicológica y verbal), cuyo objeto es herir o matar, insultar o bajar la autoestima de cualquier ser humano.

 

La segunda la denomina como Violencia estructuralyradica en la agresión a un colectivo desde una estructura política o económica, a manera de ejemplo, cuando una población es afectada por el hambre, la miseria, enfermedades y hasta la muerte como consecuencia de acciones u omisiones gubernamentales. Y por último, la Violencia culturalque se da cuandolas características culturales de un conglomerado generan legitimidad para el uso de cualquiera de los tipos de violencia antes mencionados. Un caso típico se presenta cuando se aceptan como legítimos actos de violencia utilizados en defensa de una religión (Galtung, 1998).

 

Para terminar este recuento teórico de la violencia como fenómeno, resulta conveniente observar con qué objeto se realiza ese esfuerzo, encontrando una fuerte tendencia académica dedicada a la Investigación para la paz. Esavertiente académica se fundamenta en el uso de una metodología Inter y transdisciplinar que les permite a los investigadores abarcar los amplios espacios, que puede ocupar un tema tan complejo como la violencia, que requiere, precisamente, de ese esfuerzo integrado de múltiples áreas del conocimiento(Jimenez Bautista, 2004).

 

La frontera.

 

Partiendo de la complejidad que generan todas las disciplinas, el concepto de frontera está condicionado por la cosmo-visión que le imprima aquel que pretenda, establecer un concepto adecuado del término.

 

En el campo de las ciencias sociales y humanas, la noción de frontera es vista desde una perspectiva amplia y no solo se traduce de forma sistemática, como los límites entre Estados. De hecho, el concepto es esgrimido por los sociólogos como expresión de separación entre grupos culturales por ejemplo, lingüísticos o religiosos e indefectiblemente se asocia a una clase de contacto confuso e impreciso (Castro Martínez & González Marcén, 1989).

 

Podemos partir citando la coincidencia con, Nicole Diesbach de Rochefort, que plantea que la zonas de frontera deben analizarse desde el punto de vista sociológico e histórico -descrita como externa, fundada a partir del antiguo modelo reduccionista y fragmentario de la ciencia- así como desde la óptica psicológica -vista como interna, sustentada en el modelo integrador y holístico que nos propone la ciencia de hoy-, logrando así una visión de la totalidad de dicho concepto (Rochefort M., 2002).

 

Visualizando algunas de sus múltiples definiciones, podríamos comenzar por decir que tal vez su origen provenga de un vocablo usado por los militares de la antigüedad para referirse a la zona de contacto con una armada enemiga. El concepto de frontera se enfoca más en lo político ante la aparición de los Estados nación y parte de la concepción de frontera natural, definida como el límite de un territorio que será más legible y consecuentemente menos difícil de controlar en tanto se apoye en un obstáculo físico. De otro lado, la frontera puede aparecer al trazar una línea, casi siempre imaginaria, sobre un territorio y en este caso va a ser objeto de constantes arreglos.

 

La frontera política entonces, gravita en la separación de dos o más territorios, que se materializa con la presencia de una interrupción espacial, que frecuentemente es representada por una línea dentro de un plano cartográfico. Según el Académico e internacionalista venezolano Sergio Rodríguez Gelfenstein, en su artículo “La Frontera: Un concepto múltiple, una visión diversa” en cualquiera de sus acepciones la frontera debe considerar dos nociones: la linealidad y la zonalidad. La linealidad esta referenciada con la obligatoriedad de un Estado de establecer un área de control soberano, por lo que este concepto toma una evocación de carácter jurídico.

 

La zonalidad, en cambio, es un término relacionado con un punto de vista económico y social en donde se presenta una interrelación de individuos que desarrollan intercambios de tipo económico, cultural, comercial. Este proceso genera la construcción de vínculos e intereses comunes que toman valores que va más allá de la ciudadanía de quienes habitan o transitan por estos territorios.

 

De lo anterior, podemos deducir que una frontera posee un enorme contenido sociológico y económico que conlleva una intensa relación que puede rayar en la interdependencia de las poblaciones asentadas a ambos costados del límite entre dos países en donde hacen presencia múltiples actores, que propician relaciones dinámicas de toda índole, y que involucran transitoriedad, la cotidianeidad de sus acciones, y la heterogeneidad de situaciones que en ella se viven, lo que nos permite concluir que la frontera es un concepto que permanente muestra cambios tanto en el espacio como en el tiempo, coincidiendo con Hebe Clementi quien definió la frontera viva, como una designación gráfica que mantiene en su semántica la potencia movilidad de la vida misma, y que nos permite trabajar en diversos niveles históricos a la largo del tiempo y el espacio(Clementi, 1985).

 

El límite fronterizo es de una de las formas de ejercer la autoridad y pensar un territorio político en términos de grupos de poder: mi propio territorio versus el territorio de los demás. (Fábregas Puig, 2005).Pero indiscutiblemente aparecen otros semblantes involucrados en la definición de las fronteras como son el cruce migratorio, la población radicada y su complemento la población flotante, así como la inevitable convivencia y el intercambio económico y cultural de la zona. En consecuencia es claro ver cómo, en una frontera, se generan disímiles signos de organización y expresión social, que para su análisis requieren de un enfoque regional. Un punto de vista que consienta la necesidad de conocer e interpretar a la sociedad, la historia y la cultura fronteriza, como un fenómeno social que afecta y clasifica como diferentes a este tipo de asentamientos.

 

El Magíster en antropología e historia mexicano, Andrés Fábregas, considera que el estudio de las fronteras requiere reflexionar tres ejes temáticos. De un lado, es necesario replantear el enfoque hacia los nuevos argumentos generados por el fenómeno de la globalización versus el realce de los procesos locales. Desde otra visión, parece ser necesario tener en cuenta las fronteras internas de los mismos Estados nacionales dentro de la constante pugna por la territorialidad nacional, y por último, se hace indispensable un análisis más concreto de la innegable articulación que debe existir entre frontera, región, nación y globalización (Fábregas Puig, 2005).

 

A partir de allí, retrocedamos en el tiempo para visualizar como la conflictividad de nuestro territorio nace con la independencia de los colonizadores españoles.

 

El virreinato de la Nueva Granada, asentado en una diversa y compleja geografía que hacía muy difícil la comunicación a su interior obligo a España a establecer una Capitanía general en Caracas  y una Real Audiencia en Quito aunque bajo la subordinación del virrey se visualiza la primera división territorial que conllevaría a definir límites al interior del mismo. Al lograr la independencia los territorios del virreinato entre 1819 y 1822, el congreso y la constitución de Cúcuta se reunifican conformando la república de la Gran Colombia.

 

En ese evento, hace 192 años el general Bolívar al ser investido como presidente de la naciente república expresó ” La espada que ha gobernado a Colombia no es la balanza de Astrea, es un azote del genio del mal, que algunas veces el cielo deja caer sobre la tierra para el castigo de los tiranos y escarmiento de los pueblos. Esta espada no puede servir de nada el día de paz, y éste debe ser el último de mi poder, porque así lo he jurado para mí, porque lo he prometido a Colombia, y porque no puede haber república donde el pueblo no está seguro del ejercicio de sus propias facultades. Yo quiero ser ciudadano, para ser libre y para que todos lo sean. Prefiero el título de ciudadano al de Libertador, porque éste emana de la guerra, aquél emana de las leyes. Cambiadme, Señor, todos mis dictados por el de buen ciudadano.”

 

Desde ese congreso, ya se veían ánimos encontrados entre los partidarios de un gobierno centralista (Bolívar) y uno federalista (Santander) que luego de intrigas, atentados y revueltas termina en La Cosiata o la revolución e los Morocoyes que culmina con la separación de Venezuela desconociendo la autoridad de Bolivar y entregándole el poder a Paéz que en un escrito insta a al Libertador a que acepte la realidad separatista. De ahí en adelante, la frontera fue una realidad, hecho consolidado con la muerte de  Bolívar  en 1830 y la nueva presidencia del caudillo llanero en 1831 y nace ahí esa suerte de bondades y calamidades pendulares de este históricamente maltratado territorio binacional.

Cien años antes de ese suceso, en 1733, se ubica la fecha de fundación de Cúcuta como villa, al protocolizarse en una casa en el sector de Tonchalá, ante el alcalde ordinario de Pamplona, don Juan Antonio de Villamizar y Pinedo, la donación de media estancia de ganado mayor, aproximadamente 780 hectáreas, por parte la dama pamplonesa Doña Juana Rangel de Cuéllar. Finalizando el siglo XVIII, el18 de mayo de 1792, Carlos IV rey de España, le concedió a la ciudad de Cúcuta el título de Muy Noble, Valerosa y Leal Villa, mediante cédula real. De allí en adelante la ciudad tuvo un acelerado crecimiento, producto del auge comercial como cruce de caminos entre Bogotá y Caracas.

Un cucuteño que estudió la historia de la región, fue Jaime Pérez López, quien en su libro titulado “Colombia-Venezuela, Economía- Política- Sociedad siglos XIX-XX” (Pérez Lopez, 2003), explica cómo la región fronteriza  era considerada como una sola y como el Libertador Simón Bolívar en una misiva a Fernando Peñalver, expresa que la zona debe ser un mismo departamento que a la vez sirva como barrera de contención para los conflictos que se generan entre las grandes “masas” de Cundinamarca y Venezuela.

La zona que no sentía todavía las presiones de la economía contemporánea era prospera y tenía su fundamento en el comercio de mercancías provenientes de Europa que ingresaban por el río desde el lago de Maracaibo. Era Cúcuta, lugar de acopio de productos y mercancías que tenían como destino el Caribe y Europa. Productos como el cacao y el café, fueron impulsadores de esa economía (Cámara de Comercio de Cúcuta, 2007). El tránsito de mercancías desde el interior de Colombia hacia el Caribe y viceversa, necesariamente requerían de circular por territorios divididos políticamente desde la colonia. Aparecía, a comienzos del siglo XIX, la frontera, como protagonista para convertir a Cúcuta en un puerto comercial muy importante.

 

Aunque los límites entre los dos países, se comenzaron a trazar a partir de la independencia de la corona española, se sabe de un documento llamado el Uti possidetis iure, concebido como un principio de derecho, por medio del cual los beligerantes mantiene el territorio dominado al final de un conflicto, hasta tanto no se aclaren por tratados entre los bandos. El Documento citado, hacía referencia al territorio gobernado por el Virreinato de la Nueva granada en 1810. De ese momento en adelante la frontera, se observa como el sitio en donde las normas del comercio son diferentes y provocan un manejo económico diferente, que conlleva el uso de monedas con diferente valor. Esa variación en el cambio propicia la multiplicidad de posibilidades, hasta llegar al lucrativo negocio del contrabando.

 

La delimitación fronteriza en el siglo XXI, mantiene lo establecido por los tratados, Laudo Español de 1891 y Tratado de 1941. Estos han sido modificados o ratificados mediante cuatro de ellos, en el siglo XIX y el último, firmado en Cúcuta el 5 de abril de 1941, conocido como el “Tratado López de Mesa-Gil Borges”.  En pleno apogeo y crecimiento, la ciudad fue objeto de un devastador terremoto, 1875, fenómeno natural que destruyó la mayoría de sus edificaciones. Con el aporte de los empresarios e industriales de la época y favorecidos por la continuidad en el flujo de mercancías, en ambos sentidos, acudieron al ingeniero venezolano Francisco de Paula Andrade Troconis, quien fue contratado por el Concejo Municipal para la elaboración de los planes de la Nueva Cúcuta. Concluyó su labor, al hacer entrega al Concejo, del trazado en sesión del 9 de enero de 1876.

 

Años más tarde, finalizando el siglo XIX, la emprendedora gente la zona fronteriza, en un esfuerzo conjunto, le dan luz al proyecto del primer ferrocarril en Colombia. La construcción del trazado ferroviario se realizó en cuatro fases, La primera de ellas denominada Zona Norte se inició en 1878 y fue culminada diez años más tarde. Esta primera etapa, conectaba a Cúcuta con Puerto Santander y se le dio el perfil de internacional, traspasaba los límites del país y llegaba hasta Venezuela. La segunda parte comenzó su ejecución en el año de 1893 y se le llamó Zona Oriente, con una red que llagaba hasta el río Táchira. La tercera red o Zona Sur comenzó a funcionar en el año de 1921 y proyectada hasta la mitrada ciudad de Pamplona, alcanzó a extender sus rieles hasta un lugar llamado El Diamante. Por último, la cuarta y ambiciosa fase que pretendía unir la zona con el rio Magdalena en Tamalameque, no logra ser construida. En un acto que siempre lamentaran los cucuteños, la compañía se liquidó en el año de 1960.

 

Cúcuta era importante, avances, como la instalación del primer alumbrado público eléctrico, en el año de 1897, la colocaban como una ciudad pujante y competitiva. Según, el mismo Pérez López, en las tres primeras décadas del siglo XIX, las relaciones entre Colombia y Venezuela se basaban en la actividad desarrollada en el eje fronterizo Cúcuta, San Antonio, Maracaibo, en donde lo importante era el comercio de productos entre Europa y los países del Caribe. Continúa el historiador relatando que hasta el año de 1930, las relaciones entre los dos países se dieron en un ambiente de cordialidad respetando las transacciones inter-fronterizos de la región.

 

Diez años después, tal vez debido a la construcción de las vías que conectan a Bogotá con Caracas, se eliminaron poco a poco las líneas del ferrocarril existentes entre los dos países y desapareció la posibilidad de trasportar mercancías por vía fluvial desde Cúcuta hasta el lago de Maracaibo. En ese tiempo se pactaron de manera formal tratados y convenios fronterizos entre los gobiernos, lo que ocasionó la pérdida de autonomía de la región de frontera, con el consecuente manejo de las relaciones desde la perspectiva de la seguridad binacional directamente desde Caracas y Bogotá. Pérez López asevera, que a partir de mil novecientos cuarenta con la construcción de la carretera que conecta a Bogotá con Caracas, se eliminaron mediante tratados de carácter centralista entre Caracas y Bogotá, tanto el ferrocarril que los unía, como la navegación para el transporte de mercancía, lo que elimina la eficiente autonomía regional en la mayoría de los campos generando un lento proceso de toma decisiones, de nuevo manejada desde Bogotá y Caracas.

 

A mediados del siglo, el comercio legal agregado al contrabando de café, produjo altas utilidades tanto productores como los procesadores y comerciantes del grano y se describía la ciudad así: En la década del 50 Cúcuta era un remanso de paz, un paraíso terrenal, por cuanto la urbe solo contaba de acuerdo a la geografía del Hermano Justo Ramón, con 75,000 habitantes nativos y uno que otro Veneco, que al sentir no solo el calor físico sino el humano se quedaba en estos lares (Orduz, 2010).

 

A partir de 1960 y hasta 1983, la ciudad se caracteriza por ser gran vendedora de mercancía al detal y al mayor. El crecimiento urbano, jalonado por la llegada de prósperos comerciantes, aumenta el circulante y generan prosperidad, atrayendo toda clase de migraciones. Un viernes negro de 1983, la moneda venezolana sufrió una devaluación muy brusca, que afecto de manera dramática la situación económica de la ciudad. Enormes centros comerciales quedaron desiertos y abandonados y otros en proceso de construcción, inconclusos. De ese momento hacia adelante, la economía del cambio de moneda paralelo a lo oficialmente establecido, fue dominada por los cambistas de moneda de lado y lado de la frontera y establecida por la demanda y la oferta de circulante.

Con el nuevo siglo, la variable situación política de los dos países ha generado una crisis diplomática que afectó las relaciones comerciales entre los dos países, llevando a la paralización, casi total del comercio bilateral, modificando las condiciones del tejido social y por consiguiente, elevando las condiciones para el desarrollo de una nueva clase de violencia urbana

Algunos historiadores coinciden en afirmar que el escenario socioeconómico de la región fronteriza de Cúcuta, cambió a partir de 1985, cuando la Empresa Colombiana de petróleos y la multinacional Occidental, suscribieron un convenio a través del cual se inició la construcción del Oleoducto Caño Limón-Coveñas (Observatorio del programa presidencial de derechos humanos y DIH, 2006). Este evento que exigió complejos desarrollos de infraestructura física de alto costo y personal calificado, generó grandes movimientos de maquinaria y técnicos extranjeros, al mismo tiempo que atrajo a la zona grupos guerrilleros que ante la posibilidad de lograr recursos mediante la extorsión, secuestro y chantaje a las empresas contratistas, deterioraron la calidad de vida de todo el corredor del tubo, sumiendo a la región en altos niveles de conflictividad, que posteriormente y ante la aparición de otros agentes, degeneraron la situación en altos niveles de violencia (Observatorio del programa presidencial de derechos humanos y DIH, 2006).

 

A este oscuro panorama le siguen otros factores generadores de conflictos. La coyuntura que genera la enorme diferencia entre el cambio oficial y el mercado negro de la moneda abre una enorme brecha  a las artimañas forjadas por nuestra malicia indígena y convierte la zona en territorio fértil para todo tipo de actividades ilegales lo que atrae a las mafias,  que quieren dominar ese dinámico sector de la economía con sus fatídicos métodos, donde “el que se tuerce se muere”, que sin discusión generan además de una alta conflictividad, violencia con su máxima expresión el homicidio y por ende una constante violación de los Derechos Humanos.

 

 

Conclusión

 

 

Podemos alcanzar nuestros objetivos de paliar la pobreza, impulsar la prosperidad para todas las personas y compartirla con las generaciones futuras, llevar la violación de los Derechos humanos a su mínima expresión, pero solo lo lograremos si trabajamos juntos con un sentido de urgencia que tenga como meta hacer ver al miope estado centralista, esa oculta realidad de la enorme diferencia socio cultural y económica de las zonas de frontera, que cultivan el desorden e incitan a vivir inmersos en la cultura de la ilegalidad, de la conflictividad y de la violencia donde impera la ley del más fuerte.

Es necesario entonces, pensar en actuaciones radicales de carácter político, pero para ello debemos interesar al estado a través del gobierno para que legisle de verdad y de una vez por todas, con normas singulares y específicas  para cambiar la crítica situación de una zona que convulsiona todos los días mientras el ejecutivo se hace el de la vista gorda.

Propuestas atrevidas, algo ilusas y hasta utópicas como la de tener un gran estado nación (Estados Juntos de Latino América) que comprenda todos los pueblos de la América latina, en donde una solo política macroeconómica y tal vez una solo moneda podría dar al traste con la situación que genera tanta inestabilidad social,  podría ser la solución. O, siguiendo en esa misma senda de atreverse a buscar salidas osadas, hacer caso de la propuesta de ex alcalde  José Gélvez, de crear la república independiente de Maracaibo (Guajira, Cesar, Norte y Arauca con Apure, Táchira, Mérida y el Zulia) donde en esa nueva nación seriamos centro y no periferia. O, un región binacional de libre comercio, amplia, abierta, bien normada y muy seguramente prospera con atractivos para grandes inversiones extranjeras, sería la otra opción para tener un territorio mejor, más pacífico y  con mejor calidad, de vida para sus habitantes, en cambio de seguir pensando en paños de agua tibia, como ese mundo de leyes de frontera sin dientes ni recursos, que no son más que un saludo a la bandera.

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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