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Eso fue una locura en el colegio. La madre Rosalía, directora, se iba volviendo desquiciada. / Foto: www.contraluzcucuta.co

REMEMBRANZA. Zenaida Carrillo, sobreviviente del accidente en La Honda

  • Ese día las hermanas de La Presentación nos traían a disfrutar de unas ferias que había en Cúcuta. No alcanzamos a llegar. En La Honda, de repente, sentí como un roce y caímos al vacío.

El recuerdo se mantiene latiente en la mente de Zenaida Carrillo, sobreviviente del accidente ocurrido, hace 49 años, y que dejó 22 niñas muertas. El bus partió de Bochalema y tenía como destino la capital de Norte de Santander. Medio centenar de pasajeros, entre estudiantes, maestros y chófer, ocupaban el vehículo. La muerte aguardaba en el camino.

Las jovencitas iniciaron el recorrido en medio de juegos y cánticos. La alegría por participar en las festividades las motivaba. Atrás quedaban las aulas, los cuadernos y las tareas. Sería un fin de semana sin preocupaciones académicas, sin uniforme y sin imposiciones disciplinarias.

El automotor, de propiedad del colegio, era conducido por Juan Bautista y bajaba raudo, rumbo a la ciudad. En el trayecto, justo al llegar al puente de la quebrada La Honda, quedó sin frenos. Un camión se atravesó en el camino y por esquivarlo, el bus fue a dar a las caudalosas aguas. El caos se apoderó de los ocupantes.

  • Cuando nos vimos fue en el río. Venía en el último puesto, al lado de dos compañeras que se mataron. Cursaba segundo de bachillerato y fue el grupo del que más niñas fallecieron.

Zenaida, que por entonces había cumplido 16 años, sangraba. Había recibido los golpes en la cabeza. Al mirar por las ventanas destruidas, notó que el agua tenía tinte rojo. Hoy, está segura de que no todas murieron por los golpes, sino ahogadas. En esa época las hermanas religiosas eran místicas y no permitían rescatar a las alumnas porque las veían en ropa interior.

En un carro que iba delante del bus viajaban algunos de sus familiares y al ver lo sucedido detuvieron la marcha para prestarles auxilio. Al verla que se asomaba por la ventana, el conductor la ayudó a salir. Los choferes de más vehículos también pararon y colaboraron con el rescate de las víctimas.

Algunas de las sobrevivientes fueron trasladadas al colegio Santa Teresa, en Cúcuta. En ese grupo llegó Zenaida. Permaneció un tiempo en el plantel y luego la llevaron para Bochalema. Teniendo en cuenta que había recibido el golpe en la cabeza, la pasaron para Pamplona. Ahí, estuvo una semana. En el centro asistencial se reencontró con los padres, que al conocer la noticia la buscaron entre afanes y angustias.

  • Lamentablemente, luego me enteré de que todas esas niñas habían muerto. Eso fue una locura en el colegio. La madre Rosalía, directora, se iba volviendo desquiciada.

 

Además del problema, debió soportar las llamadas de los padres de familia que le reclamaban por la muerte de las hijas. A raíz del accidente, La Presentación se acabó. Era un colegio que gozaba de fama y tenía alumnas internas llegadas de Venezuela, Amazonas, Arauca, hasta de Canadá hubo estudiantes.

Zenaida quedó traumatizada. Cuando subía a un vehículo pensaba en que caerían al abismo. El paso de los años la ayudó a superar esos momentos vividos y esos recuerdos tristes. Al contarlo no pudo evitar que las lágrimas rodaran por las mejillas y la voz se entrecortara. Tomó aliento y continuó con el relato.

La nostalgia es grande así haya trascurrido casi medio siglo. Era la época en la que los sicólogos no hacían parte de la nómina de los establecimientos educativos. Regresaron a estudiar, a pesar del dolor de no ver en los pupitres a las compañeras que perdieron la vida.

Las religiosas echaron mano de los conocimientos espirituales y mediante conferencias las tranquilizaron y las hicieron entender lo ocurrido para seguir hacia adelante.

  • El ambiente era terrible. Era una sensación de miedo, algunas niñas decían que las asustaban, que veían subir y bajar figuras vestidas de blanco y decían que eran las niñas.

Las estudiantes vivían en medio de la tristeza y la nostalgia. Los padres de familia tomaron la decisión de llevarse a casa a algunas de las alumnas por temor.

Zenaida, al pasar por el lugar del siniestro, sentía miedo y la película le regresaba a la cabeza. Todavía, cuando viaja, mira al fondo, hacia la quebrada y las imágenes del bus sobre la piedra inmensa aparece en la mente. En esos años el cauce de La Honda era mayor. La carrocería formó una especie de represa que ocasionó el ahogamiento de las niñas.

El recuerdo todavía duele, porque la marcó para toda la vida. Aunque no lo sienta como en esa ocasión, sí muestra tristeza al retrotraerse. Recuerda algunos nombres de compañeras sobrevivientes, pero no han tenido la oportunidad de reencontrarse.

  • De las fallecidas recuerdo a una niña de Ragonvalia que se llamaba Hilda; Lucía Cárdenas Silva, hija del rector del Instituto Nariño; a las venezolanas de apellido Contreras, son a las que más recuerdo.

Zenaida Carrillo, ahora en la tranquilidad de la casa, rodeada de los hijos y los nietos, no está segura si las fiestas julianas a las que venían pararon o siguieron. En cambio, vuelve a impactarse con las imágenes del momento en que salía para Bochalema, por el portón grande del colegio Santa Teresa, en Cúcuta. En ese instante vio cómo entraban los cadáveres de las compañeras.

  • Eso para mí fue terrible.

 RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

 

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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