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Cualquier joven, a su edad, se quedaría en casa entretenido con los videojuegos o jugando fútbol con los amigos. Este niño, en cambio, invierte el tiempo al servicio de los que lo necesitan y con pasión.

PERFIL. Andrés Felipe, ejemplo de solidaridad a corta edad

El clima está a 28 grados centígrados o más, y el sol picante entorpece la vista. Es un trayecto largo, desde un extremo al otro, en el puente internacional ‘Simón Bolívar’. No va solo. Empuja una silla de ruedas gris, en la que lleva a alguien en condición de discapacidad, un paciente de diálisis o un anciano. El camino termina en la mitad del paso sobre el río Táchira, en la frontera entre Colombia y Venezuela. Los ‘clientes’, como los llama, le pagan con una sonrisa o un cariñoso “gracias, que niño tan servicial”.

Andrés Felipe Sierra Castañeda, de 14 años, nació en Cúcuta, y cumple una labor magnífica como voluntario para la organización de derechos humanos con sede en San Antonio del Táchira. La razón: el cierre de frontera el 19 de agosto del 2015. Tiene el consentimiento de su padre Raúl Sierra Jáuregui, coordinador de la sede, para formar el grupo juvenil.

En el momento del cierre fronterizo Andrés estaba de vacaciones. Cuando regresó al estudio no abandonó el trabajo. Llevaba los cuadernos a la sede, estudiaba y hacia las tareas, Luego, salía a continuar con el servicio. La situación que generó la crisis humanitaria aflige su mente con aquellos recuerdos. Los deportados llegaban con sillas, colchones y roperos cargados al hombro o amarrados. Llevaban perros y niños recién nacidos que lloraban sin parar. Todo el ruido se intensificaba hasta aturdirlo.

Una historia es imborrable para Andrés. Durante cuatro meses ayudó a una mujer de 87 años a llegar hasta la mitad del puente en silla de ruedas. Un día, a las 6:30 de la mañana, lo llamaron al teléfono. No era extraño, pues siempre recibía noticias o llamadas de los pacientes. Contestó medio dormido. Una voz femenina sollozante le comunicó que la anciana había fallecido. Ese no era todo el mensaje. Antes de morir pidió que en el último viaje la acompañaran el niño y el padre. En una Van de carga, modelo 2004, seguida por la caravana llegó al cementerio de San Antonio del Táchira.

En la última noche del novenario, proyectaron un video para recordar los últimos días y sorpresivamente aparecían Andrés y su padre, mientras llevaban a la longeva mujer en la silla de ruedas. “No sabía que nos habían fotografiado. Me puse a llorar. Me emocioné al darme cuenta de que a esta edad puedo ayudar a tanta gente”. La voz se le quebranta, pero logra disimularlo con una sonrisa de medio lado.

Andrés Sierra en su discurso maneja retóricas descriptivas y dramáticas. Le encanta hablar y contar historias de la realidad, con un toque más profundo para darle un sentido de reflexión. La baja estatura, el inocente rostro y la impecable camisa negra estampada con el nombre y el logo de la organización de derechos humanos asombran a infinidad de venezolanos y colombianos que ha ayudado a cruzar el puente en cumplimiento de esa sincera labor.

José Jaimes, jefe de la organización, guarda enorme aprecio por este joven. Lo asombran el empeño y el carisma que involucra en el servicio. Es visto como el hijo de todos. Además, el entorno tiene un cambio notorio con su presencia.

Su papá es su gran admiración, el motivo por el que posee esa personalidad que lo caracteriza, más la tranquilidad que transmite y la obediencia de cumplir con los deberes. Y por darle la oportunidad de comprender la importancia de ofrecer un servicio voluntario para ayudar a otros, como lo dice el eslogan de Rotary International, “dar de sí antes de pensar en sí”.

Define a la educación como la base para el éxito y el desarrollo de los valores. Un voluntariado en el que se deben hacer viajes continuos y estar en exposición a los fuertes rayos del sol no es una tarea fácil de desempeñar. Aun menos cuando los que se acercan para solicitar ayuda lo hacen de manera prepotente y con actitud déspota, como si fuera obligación atenderlos inmediatamente, por el simple hecho de pertenecer a la organización humanitaria. Es normal tener un día estresante, pero intenta darle un giro al ambiente, al entablar conversaciones con los pacientes, para procurar motivar con su esencia.

Cualquier joven, a su edad, se quedaría en casa entretenido con los videojuegos o jugando fútbol con los amigos. Este niño, en cambio, invierte el tiempo al servicio de los que lo necesitan y con pasión. Simplemente, es una admiración, es un ejemplo que debería motivar a otros padres para dejar que los hijos aprendan sobre la importancia de llevar a cabo un servicio social.

GERMAN GARCÍA

Estudiante de Comunicación Social

Universidad de Pamplona

Campus de Villa del Rosario

Foto: Especial para www.contraluzcucuta.co

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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