Al ciudadano del común le resulta inexplicable, irresponsable, inaudito, indignante y absurdo que una empresa privada, que tuvo la feliz ocasión de ser la escogida mediante un proceso de concesión, para la época cuestionado, cuyas obligaciones y funciones son el mantener la ciudad cuidada, aseada, presentada, agradable, atractiva, higienizada y hasta bonita, pretenda a estas alturas convertirla en un reservorio de desechos externos, trayendo detritus, escorias, sobras, inmundicias, impurezas y todas las demás contingencias relativas a la profanación y a la contaminación ambiental, con las consecuencias y resultantes, producto de estas inadecuadas e inoportunas decisiones ultrajantes y antisépticas.
Por todas las circunstancias anteriores, la ciudadanía espera en forma conveniente, seria, responsable y precisa la posición de todas las organizaciones, públicas y privadas, que emitan su concepto sobre la afrenta a que está expuesta la ciudad, porque es en estos casos donde se calibra el verdadero peso específico de las instituciones, en cuanto a responsabilidad social, credibilidad, convocatoria y liderazgo. Tienen la palabra la Cámara de Comercio, gremios, iglesias, sindicatos, cooperativas, asociaciones, ediles, juntas de acción comunal y demás estamentos existentes a expresarse clara y contundentemente, porque todos vivimos, pertenecemos y somos de este entorno, llamado Cúcuta.
No queremos siquiera mencionar la clase política local, departamental y nacional, porque se intuye que cada uno de ellos, al acceder a sus funciones, lo primero que hicieron fue jurar cumplir con la Constitución y las leyes, y este es un buen momento, también, para sopesar sus posiciones.
Concretando el tema, independientemente de las obligaciones que todos tenemos como ciudadanos, es necesario sucintamente buscar explicaciones, el por qué siempre Bucaramanga, históricamente, nos tiene, necesita o busca para montar escenarios degradantes. ¿Acaso no recordamos cuando desde allá, luego de recoger toda clase de pordioseros, dementes y demás “habitantes de la calle”, la Policía nos los enviaba y eran descargados en Los Patios? Un conocido comerciante le decía a su vecino en el centro: “tenemos nuevo vecino, ¿ya lo conoció?” refiriéndose a uno de estos seres, también desprotegidos por el Estado.
Conclusión: La decisión de traer la basura que producen los bumangueses es un asunto de elemental dignidad de vergüenza ciudadana, que no sólo atenta contra las normas ambientales e higiénicas, sino contra el decoro y la decencia de los cucuteños.
Hace varios períodos, diferentes alcaldes, allá, no han podido solucionar el problema de ‘El Carrasco, porque en los municipios metropolitanos, donde existen suficientes sitios para construir el botadero, la ciudadanía ha protestado, como en Girón y Lebrija.
Dejemos que allá solucionen el problema y no cometamos atropellos cívicos, “por unos dólares más”. Recordemos la frase de Eustorgio Colmenares: “El que envenenó la perra, que la bote”.
CIRO A.RAMIREZ DAVILA