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CHARLAS CON… Galileo Galilei: “La duda es la madre de la invención”

Nuestra concepción del mundo y del cosmos es en gran medida consecuencia de los trabajos ejecutados por un científico italiano hace 400 años. Polifacético, disciplinado y un amante de la ciencia y el conocimiento, características propias de los grandes sabios de la historia, Galileo Galilei es la figura emblemática de la astronomía y uno de los padres de las ciencias modernas al haber desarrollado y empleado el método científico en sus innumerables estudios.

Menos carismático que otros personajes históricos, pero con una importancia difícil de equiparar, su legado, más allá de los revolucionarios descubrimientos e inventos, es el de la lucha en defensa de los ideales de verdad, independencia y objetividad que determinan el quehacer científico. Un hombre que se enfrentó a la inquisición. Su vida es el paradigma de la disputa entre religión y ciencia.

¿Podría indicar su fecha y lugar de nacimiento?

15 de febrero de 1564,  en Pisa (Italia).

¿Para aquel entonces se había inclinado la Torre?

Sí. Tengo entendido que por fallas estructurales e inestabilidad en el terreno ha estado inclinada desde pocos años después de iniciada la construcción.

¿En qué momento especial la visitó?

Me subí a la última planta para hacer un experimento físico, consistente en arrojar dos balas de cañón de diferente peso para demostrar que podían caer al mismo tiempo. La verdad, no recuerdo haberlo hecho.

Esa suena a una historia descabellada…

Pues, en efecto, adelanté estudios sobre el centro de gravedad de los cuerpos sólidos y el comportamiento en caída libre. Tal vez la memoria me falla o tal vez la gente comenta tantas historias que se al final todo se mitifica.

Gran parte de su vida ejerció el profesorado de diferentes ciencias ¿por qué el rechazo hacia los profesores contemporáneos?

Más que rechazo, es desprecio hacia su incapacidad, o falta de voluntad, para reconocer los hechos científicos y la prepotencia al mantenerse necios en los postulados autoritarios y sin fundamento.

¿Todos los colegas eran así?

Debo aclarar que no es algo generalizado, hubo algunos que se desempeñaron de manera excepcional en la astronomía y las matemáticas, incluso estando estrechamente ligados a la Iglesia Católica, quienes fueron de mi respeto y estima, como Christopher Clavius o Juan Bautista Baliani.

¿Por qué no comulgaba con la Iglesia?

En aquella época la influencia de la Iglesia Católica permeaba el desarrollo de las ciencias y eso es algo que no compartía.

Entonces ¿Cuáles eran esos postulados erróneos que ellos sostenían con ahínco y que a usted le molestaban tanto?

La tesis aristotélica del  sistema geocéntrico, por ejemplo, ellos no podían concebir que su adorado santo pagano estuviera equivocado y que 1800 años después viniera alguien ajeno a la Iglesia a decírselos. Y no me refiero a mí, sino a Nicolás Copérnico, quien postuló la teoría del sistema heliocéntrico y la rotación de los cuerpos celestes. Solo comprobé que lo que decía era cierto. No hay verdades más ciertas que aquellas que los necios se niegan a creer.

¿Debemos entender que su relación con la Iglesia fue siempre conflictiva?

No, no he dicho eso. Estuve internado en el convento de Santa María Vallombrosa, en Florencia, allá fui educado con lineamientos religiosos. Tanto así que llegué a considerar la vida de clérigo.

¿Qué lo hizo desistir de esa idea?

Mi padre era un tipo escéptico, además no se caracterizaba por ser el más devoto de los florentinos. Siempre quiso que estudiara medicina, así que cuando le comenté lo que pensaba pegó el grito en el cielo y se opuso rotundamente.

¿Cómo se retiró del convento?

Un día min padre fue a visitarme y encontró que había adquirido una infección en un ojo, nada grave, pero esa fue la excusa perfecta para retirarme del internado. Alegó falta de cuidados. Tiempo después me inscribió en la Universidad de Pisa. Lo complací y estudié medicina, matemáticas y filosofía.

Cuéntenos sobre su padre y su familia…

Mi padre se llamaba Vincenzo Galilei, músico y matemático respetado en Florencia. Mi familia estaba conformada por mi madre y mis cinco hermanos. Soy el hijo mayor. Pertenecíamos a la  baja nobleza, aunque en términos generales nuestra vida no fue ostentosa, pues nuestra fuente de ingresos eran el comercio y algunas cátedras dictadas por mi padre.

¿Qué puede decir sobre su relación con la alta nobleza, por ejemplo con Cosme II de Medicis, uno de sus protectores más poderosos?

Mis enemigos y contradictores siempre trataron de persuadir a aquellos que me apoyaban, con el argumento que el único vínculo que apreciaba realmente era el que tenía hacia el modelo copernicano. Una falsedad de inicio a fin. Lo cierto es que el duque Cosme fue mi estudiante en el área de matemáticas y astronomía, igual que a todos quienes fueron mis discípulos, colaboradores, protectores y allegados, le tuve un gran aprecio hasta el día de mi muerte.

¿Qué pasó en el fraude de los telescopios?

No lo denominaría como fraude, fue un error de gestión. En 1609, recibí una carta de Jacques Badovere, antiguo alumno, quien me comunicó la existencia de un artefacto capaz de percibir objetos distantes mediante la óptica. Me aventuré a construir un aparato similar. Lo mejoré con el uso de lentes más potentes, es así como construí mi primer telescopio, que fue todo éxito.

¿Y dónde está el fraude?

Por aquella época me encontraba en una terrible crisis financiera. Ceder los derechos del invento a la República de Venecia representaría jugosos reconocimientos económicos y la aprobación a mis investigaciones. Se requerían demasiados telescopios y como era el único que los hacía, naturalmente, algo habría de fallar. Algunos resultaron inútiles o se dañaban al poco tiempo de uso.

¿Quién descubrió el daño?

El pequeño error humano no habría tenido trascendencia de no ser porque la rata de Martin Horky se encargó de regar el chisme por Italia. Llegó, incluso, hasta a Alemania, a oídos de Johannes Kepler.

Otro momento difícil para usted fue la relación con el  cardenal Maffeo Barberini ¿Qué pasó?

Mi relación con el cardenal Barberini fue siempre muy buena. Recomendó mi ingreso a la Academia de los Linces y cruzábamos correspondencia con frecuencia. En 1622 fue elegido como el papa Urbano VIII. En 1624, me encargó escribir un libro de diálogos sobre los sistemas copernicano y aristotélico. Mis enemigos lo convencieron de que Simplicio de Sicilia, uno de los personajes de la obra, tipo burdo e iletrado que defendía el sistema aristotélico, era una parodia de Su Santidad. A partir de entonces Urbano VIII se trasformó en el principal promotor de mi condena.

¿Cómo fue esa condena?

El 21 de junio de 1633, un tribunal de Roma me sentenció a prisión perpetua por promoción de la herejía y desacato de una prohibición impuesta en 1616, que me negaba la posibilidad de exponer nuevas pruebas que validaran la tesis copernicana. Pasé la mayor parte de la condena en mi casa de Florencia, donde continué mis estudios sobre mecánica y astronomía.

¿Dónde murió?

Mi cuerpo empezó a sucumbir por la vejez y perdía la visión. En 1638, me trasladé a mi casa, en San Giorgio, cerca del mar. Fallecí el 8 de enero de 1642. Mis más leales discípulos colaboraron para que los resultados de mis investigaciones se publicaran, de manera póstuma, en Francia y Holanda.

ANDRÉS MORALES

ajmoralesp@unal.edu.co

Foto: newstopaktuell.wordpress.com

Texto adaptado de: https://es.wikipedia.org/wiki/Galileo_Galilei

 

 

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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