Debe ser preocupación de los colombianos saber cómo se hace la aplicación de los recursos de las regalías, provenientes de la explotación de los recursos naturales no renovables. Hace dos años, en 2011, se creó el Sistema General de Regalías (SGR), que sustituyó al Fondo Nacional de Regalías, ineficiente y corrupto sistema creado con la Ley 141 de 1994.
Antes, las regalías iban solo a las regiones productoras. Con el SGR, las regalías son distribuidas a todas las regiones del territorio nacional, pues este recurso es de los colombianos.
Es por esto que, saliendo de un sistema inequitativo (FNR) a uno de mayor equidad, es que debemos ser vigilantes de la buena aplicación. ¿Cuál es la preocupación? que nuestros funcionarios, cuestionados por incompetencia y poco compromiso por la eficiencia y el servicio a los ciudadanos, no sepan direccionar bien los recursos, que los malgasten o que alimenten la corrupción.
Es claro que las regalías provienen de recursos no renovables y que estos se agotan, lo cual debe llevar a que la mayor utilización sea convertida en inversión productiva o convertirlos en activos productivos, infraestructura, educación, ciencia y tecnología, energía renovable, pero nunca en gastos.
Con las regalías es la oportunidad de sacar adelante los planes de choque para la modernización de las grandes vías departamentales y la articulación con las troncales nacionales y la reparación total de la red terciaria.
Hoy, vemos que se dan las mañas para atomizar y diluir las regalías en múltiples inversiones, con argumentos no claros, en salud, educación, innovación y otros que no garantizan resultados, en lugar de concentrar la atención en las verdaderas obras que nos actualicen frente a los temas de competitividad. No se puede repetir lo hecho por Arauca, Casanare y otras regiones de gran producción de petróleo y gas, que desaparecieron billones de pesos de estos recursos.
Colombia necesita con urgencia mejorar la calidad de la administración pública, para que sirva bien a la comunidad.