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CÚCUTA.- El Teatro o Cinema Atalaya se construyó, décadas atrás, para acercar los espectáculos a la comunidad y facilitarle el contacto con el cine y las actividades culturales. El objetivo era llevar el arte a la periferia cucuteña. En un comienzo el objetivo se cumplió; luego, el abandono oficial permitió el deterioro de la estructura.
Organizaciones culturales y particulares buscaron la recuperación del inmueble, otrora orgullo de la población atalayera. Los resultados de las gestiones resultaron negativos al no obtener respuestas en la Alcaldía.
Por estos días, la administración municipal tomó la decisión de entregarle la estructura al grupo antidisturbios de la policía Esmad. La determinación contraría el pedido de la comunidad y viola el sentido y la misión para los que fue construido el teatro.
Se abre el telón para dar comienzo a una nueva función. Entre los actores de la obra están:
1.- Voceros de las comunas 7 y 8, y representantes de organizaciones culturales, juveniles, comunales y sociales. Defienden con ideas, propuestas y proyectos el objetivo real del cinema.
2.- Los policías. Llegan con uniformes, armas y poder para tomarlo como cuartel.
3.- Ministerio de Cultura. Deberá persuadir a la administración municipal para que eche para atrás la decisión de hacer del teatro la sede del Esmad, y aportar recursos para convertirlo en el escenario de cultura y convivencia más importante de la frontera.
4.- Alcalde Donamaris Ramírez. Dejar de ser el villano y a cambio contribuir con el fomento de los procesos de formación artística, creación cultural e impulso de las industrias y expresiones culturales.
5.- Comunidad de Juan Atalaya. Victimizada por acciones del conflicto armado, estigmatizada por el nivel de vulnerabilidad y receptora de población desplazada.
Los jóvenes de la ciudadela han trabajado de la mano con organizaciones culturales, artísticas y sociales del departamento para lograr la apertura del teatro como espacio de cultura de paz y no violencia.
En la ciudadela los problemas sociales abundan y no se pueden abordar de la misma manera como se ha afrontado el conflicto armado hace 50 años en el país.
Si se habla de paz se debe apostar por el arte y la cultura como elementos esenciales para la trasformación social. La fuerza y la violencia no se resuelven con más violencia. La presencia de los uniformados deja por fuera las propuestas culturales y artísticas presentadas para que el Teatro de Atalaya sea un lugar de desarrollo social para la ciudadanía.
Doscientos hombres del Esmad ocuparán el lugar. Darán a los vecinos la idea que con mayor número de policías disminuirán los desórdenes y la delincuencia. Los jóvenes no lo ven así y creen que será un obstáculo para mostrar las propuestas culturales, con las que buscan el cambio social y un espacio para la integración y el desarrollo.
Mediante capacitaciones para jóvenes, niños y adultos dispuestos a participar en las muestras artísticas se quiere tener un centro integral que tenga teatro, danzas, y sea un canal comunitario. La materialización del sueño requiere la inversión de $ 300 millones para readecuar el teatro, y $ 7,0 millones mensuales para el mantenimiento.
A pesar de lo elevado de las cifras, los jóvenes no dejan de luchar y le apuestan al espacio cultural. El mensaje que dan desde los grupos es que las organizaciones, el gobierno local y los políticos les permitan expresar el sentido cultural y la pasión por el arte.
