1.-Quienes vivimos y sentimos el clamor de la frontera – y no de un solo lado sino el que nace de la mancomunidad de las dos áreas vecinas, que se juntan – experimentamos dolor y angustia cuando comprendemos – por la dura y asfixiante realidad de los hechos – que estas fajas territoriales inmensamente importantes continúan marginadas y sin que los estados les otorguen apoyo, autorizaciones, incentivos y estímulos que les son indispensables para conformar y dar vida a esa anhelada Zona o Ciudadela de Integración que atraiga inversiones, produzca oportunidades de empleo y genere estabilidad dentro de un modus operandi, que permita armonizar la trasformación e impulsar el desarrollo industrial, comercial, agrícola, financiero y minero, que necesita esta parte de Latinoamérica, como la nueva esperanza del mundo.
Y lo que sucede es grave y delicado, porque el perjuicio y las afecciones no son solo para los que habitamos estas tierras de contacto y de historia, sino para las dos naciones y para todo el contexto internacional, al no aprovechar nuestras opciones.
¿Acaso no fue por aquí que se surgieron hacia terceros países las exportaciones de quina, añil, cacao y las primeras de café? ¿No poseemos arcillas – de inmejorable calidad- roca fosfórica, petróleo, carbón y otros minerales a la espera de procesos productivos de escala mayor? ¿Se olvidó lo que representó El Triangulo de Oro, conformado por Cúcuta, San Cristóbal y Maracaibo, así como la presencia alemana que dio origen al ferrocarril y a las gestiones con El Caribe y con Europa?
2.- La gente de frontera no puede seguir paralizada y sin infraestructura básica y de servicios, sujeta a observar el tránsito de camiones, gandolas y contenedores sin que aquí se arraigue y tome forma una noción y visión estabilizadora, de auténtica trasformación y progreso colectivo. ¿Cómo es posible que viendo circular y pasar tantos productos, que representan miles y miles de millones de nuestra moneda y valores de otras partes continuemos al amparo de medidas que no dan cabida al acercamiento internacional y a la construcción de una nueva concepción de labores compartidas? ¿Por qué no otorgarles a nuestras universidades y centros docentes, en asocio con las Oficinas de Planeación y Ministerios de los dos estados, más el concurso del Banco Interamericano de Desarrollo y la Corporación Andina de Fomento la tarea de investigar, innovar y capacitar, para que las iniciativas, planes y proyectos se fortalezcan y la población, logre prepararse, para asumir y respaldar el reto de cambio y progreso, que viene esperando? ¿Venezuela y Colombia, no quieren acaso, lo mejor para su gente?
3.- Y, es necesario recabar sobre esto, porque mientras se hacen acuerdos y convenios multimillonarios con países distantes y se suscriben TLC, Colombia y Venezuela, pareciera, que no se dan cuenta de que han descuidado y abandonado sus áreas de contacto fronterizas que representan el mayor compromiso adquirido con la historia de las dos naciones, porque son zonas de gestión compartida- y que deben ser de paz y crecimiento armónico permanente – como desde la Independencia lo vislumbraban el libertador Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander, lo reafirmaba, con su misión educadora y organizadora. Sí, las fronteras, que son la primera imagen y el nudo articular del proceso integracionista e histórico de la colombovenezolaneidad, claman por atención, representatividad e impostergables acciones que se sinteticen en ejemplarizantes y urgentes políticas de Estado, porque toda postergación es desalentadora y agravante.
JOSÉ NEIRA REY
Notas al margen