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Museo Los Vados. Referente cultural de Norte de Santander

CÚCUTA.- ‘El Señor del Burro’, un hombre que recogía pasto y vendía huesos, murió sin que alcanzara a ser notificado de que había descubierto al animal más antiguo que vivió en esta parte del planeta y que luego dieron en llamar Colombia. Era un prionodonte (armadillo gigante). Se desarrolló hace dos millones de años aquí y se extinguió hace 10.000 años.

Si hubiera conocido la historia, a lo mejor, habría cobrado más caro el kilo de huesos y no lo hubiera dado a tan bajo precio en las compraventas, donde también ignoraban la procedencia de la mercancía sacada de una de las cuevas formadas por la naturaleza en la montaña, luego bautizada Cordillera Oriental.

El hombre subía y bajaba a diario con el jumento en busca de más huesos. No quería revelar el sitio de dónde extraía el tesoro de escaso valor y que solo servía para llevar el sustento a casa. No sabía que poco a poco desarmaba ese animal prehistórico que paseó su enorme cuerpo por los valles que en el siglo XIX compraría el dictador venezolano Juan Vicente Gómez y que mucho tiempo después tendría por nombre Los Vados.

Cuando quedaban solo astillas de hueso en la cueva, ‘El Señor del Burro’ decidió revelar el secreto que mantuvo por largos meses.  El biólogo y químico de la Universidad Francisco de Paula Santander, Gerardo Villamizar Carrillo, tras la insistencia por conocer el lugar, llegó hasta el sótano natural de la montaña y recogió las muestras para analizarlas y dar con la verdad.

Para un paleontólogo identificar una especie debe tener un hueso completo. El trabajo siguiente se llevó a cabo a partir de un escudete hallado en el sitio. “Fue como haber encontrado la tarjeta de identidad o la cédula de ciudadanía de ese animal. Era imposible identificarlo porque no tenía huesos completos, sino solo fragmentos”, recordó Villamizar Carrillo.

El hombre enfermó y murió sin saber que el avechucho del que hablaba y que vendió por kilos se trataba de un armadillo gigante, con caparazón de hueso, del que quedan dos placas en buen estado, y una tercera erosionada por el sol, el agua, la noche, la temperatura y el ambiente.

Para analizar la historia debe conocerse la topografía donde se desarrollan los hechos. Los Vados de hoy era una zona de transición de los pisos térmicos cálido y templado. Aquí, la cordillera toma el norte y en esta parte se desprende hacia Venezuela. Era paso obligado al mar desde los llanos. En la hacienda se formó un corredor que permitió que proliferara la permanencia de humanos y animales en diferente periodos.

 

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El Museo de Los Vados surgió como un pasatiempo. Los amigos de Gerardo Villamizar lo advirtieron sobre algunas notas aparecidas en la prensa local y que daban cuenta de la presencia de dinosaurios en la zona. Ninguno de los que hablaban del hallazgo sabía dónde estaban esas partes de animal. Comenzó la tarea investigativa.

“Nos vinimos a ver qué era lo que se había encontrado. Correspondía a unos colmillos de mastodonte”, dijo el biólogo dedicado al cuidado de la riqueza cultural descubierta. En varios estantes y mesas conserva las evidencias de fósiles y del hombre primitivo, que muestra con orgullo a los escasos visitantes.

El antropólogo Gonzalo Correal participó en el hallazgo, en 1993. Este científico tiene el dato del hombre colombiano más antiguo, calculado en 12.000 años. Ha tenido varios aciertos en las investigaciones sobre la humanidad.

“Después, nos dedicamos a coleccionar elementos. En algunas minas no se conservan los fósiles por las  condiciones del suelo. En otras, son abundantes. La densidad de fósiles no es alta, pasan horas sin encontrarse huellas de animalitos”, dijo Gerardo Villamizar.

En la mina caliza encontraron amonites, molusco fósil de la clase de los cefalópodos, con concha externa en espiral, abundante en la Era Secundaria. El 90 por ciento de los fósiles tiene forma de caracol, pero el cuerpo es de pulpo o calamar, con tentáculos.

Para armar el museo hicieron escuela. Empezaron por lo elemental que se encuentra en la zona. Escucharon historias y consultaron a los viejos acerca de esos relatos En el área hay muchos sitios que pueden explotarse turísticamente, pero primero hay que explotarlos científicamente. Para lograrlo en los dos aspectos, el biólogo presentó un proyecto integral, que incluya lo cultural, lo ambiental y lo social.

El Museo requiere de algunos recursos para sostenerse. En un largo periodo estuvo en la Casa de la Cultura de Los Patios. Después, regresó a la casa del investigador. La exposición está en la parte frontal de la vivienda. Desde la calle pueden verse los objetos, así no se reconozcan. Más de cerca se leen los nombres de cada parte.

“No hemos recibido ayuda oficial, sino la colaboración que dan los estudiantes que visitan el lugar”. Es la queja de Gerardo Villamizar.

 

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Para llegar al Museo la referencia exacta es el corregimiento. Decir Los Vados es ubicarse en Los Patios. A la izquierda hay una especie de estoraques, al frente la réplica de la capilla católica, a la derecha el parque principal y al fondo la casona que sirve como sede a la Casa de la Cultura.

El pueblo no es grande, por lo que con dificultad cualquiera puede perderse en busca del Museo. La esposa de Villamizar también es bióloga y química. Prefiere continuar dentro de la casa, dedicada a los quehaceres cotidianos, que entremeterse en la conversación sobre la muestra histórica que con gusto recorre Gerardo.

Un hueso largo llama la atención. Corresponde al megaterio  (mamífero del orden de los Desdentados, fósil, de unos seis metros de longitud y dos de altura, con huesos más robustos que los del elefante, cabeza relativamente pequeña, sin dientes ni colmillos y con solo cuatro muelas en cada lado de las mandíbulas, cuerpo muy grueso, patas cortas, pies grandísimos, con dedos armados de uñas fuertes y corvas, y cola de medio metro de diámetro en su arranque. Vivía en América del Sur al comienzo del período cuaternario, y su régimen alimenticio era herbívoro, como demuestra su dentición).

Al lado, fósiles de peces. Figuras de animales incrustadas en piedras, conservadas por la tierra. En uno de los paseos por la finca encontraron una de estas piezas. “Fue una gran suerte”. Después, encontraron otras y otras hasta completar la colección.

“Las piezas del Museo no tienen precio. Para evitar la comercialización y el robo, los elementos museísticos  se han registrado (peso, tamaño, color y otras características) ante el Instituto Colombiano de Antropología e Historia, entidad que controla y vigila el patrimonio nacional. El ICANH expide a quienes registramos las piezas, un documento de tenencia. En  este caso, soy el tenedor”, explicó el biólogo.

La prensa local, en su momento, informó de la aparición de restos de dinosaurio  en Los Vados. El Museo guarda fragmentos de esa criatura. El estudio arrojó como resultado, que eran parte de los colmillos de un mastodonte (mamífero fósil, parecido al elefante, con dos dientes incisivos en cada mandíbula, que llegan a tener más de un metro de longitud, y molares en los que sobresalen puntas redondeadas a manera de mamas. Se encuentran sus restos en los terrenos terciarios).

“Me los regaló un hermano del colegio La Salle. Con esos se podría datar, pero los antropólogos querían algo más grandecito”. Aquí termina lo correspondiente a la paleontología.

 

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Para aprender sobre la materia Gerardo Villamizar aprovecha la visita de especialistas. “Me gusta pagármeles”, porque cada recorrido, cada hallazgo, le dejan enseñanzas valiosas para cumplir con el papel de orientador en el Museo. Las palabras de los expertos las complementa con el repaso de libros, textos y artículos acerca de este asunto que lo embebe.

Comienza la sección arqueológica. Están los cortadores, formados de piedra negra con características “muy curiosas”. Cuando parte, lo hace en láminas con filos cortantes. Los campesinos la llaman ‘piedra de rayo’ y la identifican con facilidad.

Entre las piezas elaboradas por el hombre aparecen raspadores, martillos, asadas, morteros, yunques y hachas, utilizadas para la labranza, el trabajo doméstico y la caza. Para ambientar el mango de estas herramientas, Gerardo Villamizar acondicionó un trozo de madera y ató la pieza. Así se hace entender de los visitantes. “Entre los mismos antropólogos, que uno piensa que los van a identificar,  hay discordia en cuanto a cómo adaptaban las piedras al palo”.

En otro estante están las vasijas de barro. Los trozos hallados sirven para reconstruir el recipiente, determinar el diámetro de la boca y del cuerpo, e imaginar el objeto en su plenitud. Para conocer el ancho se aplican fórmulas establecidas a los bordes y salen las medidas.

Las decoraciones llaman la atención. La típica de la zona son puntos hechos con punzones en los bordes y las orejas. “Hay una combinación de diferentes épocas”.

A pesar de la cantidad de piezas y del valor histórico, la consentida es la ‘punta de flecha’. La descripción así lo demuestra. “Es una obra de arte. La manera en la que fue tallada, con cuidado y estética, no lo puede hacer cualquier persona. No son comunes. Son escasas aquí en Colombia. En la región se han encontrado dos, una que un campesino le vendió a Gonzalo Correal y la otra la encontré yo”.

El trabajo para organizar el Museo comprende la recolección, la clasificación y el estudio de las piezas exhibidas. Años atrás, Villamizar Carrillo emprendió una campaña de concienciación para no excavar por excavar. Mucha gente halló partes valiosas y se las llevó con el pensamiento que tenía valor económico. Otros, las tomaron como recuerdo. “Algunas personas me hicieron seguimiento y como ando con maletín pensaron que bajaba (a Cúcuta) a vender las piezas. Todo esto lo he encontrado junto con mi familia”.

 

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El sueño de Gerardo es tener sede propia para el Museo. Seguido, darle vida al proyecto experimental Ecoparque Los Vados. De paso, conservar los objetos, el ambiente, la zona y el suelo. El objetivo, desarrollar sosteniblemente una región ecológica sensible y rica en biodiversidad, recursos hídricos y evidencias arqueológicas.

Los Patios es un municipio de Norte de Santander favorecido por la historia y la naturaleza. Esta condición ha permitido la formación de dos museos encausados en idéntica dirección. Al de Los Vados se suma el Museo de Agualinda.

El Museo Los Vados posee elementos paleontológicos y arqueológicos. Dada la cantidad y la limitación de espacio, no  todos están expuestos. “En otras palabras, poseo una colección completa en los dos aspectos. El Museo de Agualinda, sin desmeritar su importancia, no aporta nada nuevo a la colección del Museo Los Vados”.

En el pasado reciente Sady Molina, de Agualinda, y Gerardo Villamizar, de Los Vados, eran amigos y trabajaron juntos por la misma causa, la preservación de la historia. En el camino surgieron discrepancias conceptuales y procedimentales para el manejo y la promoción del patrimonio cultural.

Hoy, esas adversidades obstaculizan cualquier iniciativa de unificación. Cada cual sigue su camino sin mirarse el uno al otro. “Lo importante es la calidad de las piezas. El número no. Qué se saca con tener gran volumen si lo que se reconoce es poco. No sé qué tanto nos enriquecería la fusión de los dos museos”.

El sinnúmero de piezas guardadas con cuidado y expuestas con orgullo a estudiantes y visitantes, algún día tendrán como heredero natural al municipio, que podrá disponer de su ubicación. Seguro, terminarán en algún estante de la Casa de la Cultura junto a las que aportará Sady Molina. Así, ‘El Señor del Burro’ verá que no solo su avechucho, sino muchas otras reliquias servirán para entender de dónde viene la ‘agobiada humanidad’.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Fotos: MARCO SÚA

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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