MEDELLÍN.- Afuera, en el parque Bicentenario, decenas de mujeres, hombres y jóvenes recuerdan a aquellas víctimas que ha dejado la violencia en Colombia. Adentro, en el Museo Casa de la Memoria, cientos de fotografías atestiguan la muerte de miles de colombianos a manos de los diversos actores del conflicto armado.
En estos espacios destinados para no olvidar a quienes cayeron en masacres o muertes selectivas hay una variedad de símbolos que no dejan que los nombres desaparezcan ni que los rostros se borren. Cada quien inventa un método para gritar en silencio y buscar que la justicia escuche esos clamores.
Así se muestra el “hastío por la violencia del último medio siglo”, dijo Gonzalo Sánchez Gómez, director del Centro Nacional de la Memoria Histórica (CNMH), y reclamó la necesidad que siente el país por llegar a un acuerdo de paz en medio de la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.
Madres, esposas e hijos, con la llama de la ilusión a punto de desvanecerse exhibieron el mapa de Colombia cargado de mensajes en procura de ser oídos por quienes tienen el poder para hacerlo o el mando para ordenar que escuchen esas voces que tan solo aguardan un aliento en este momento de dolor y luto.
En manteles tejidos y en muñecas de trapo están contenidas las esperanzas de quienes aún creen que es posible recuperar a ese ser que se perdió en la guerra a la que no fue convocado, sino en la que desapareció por razones de los grupos que desangraron a la nación.
“Durante décadas, las víctimas fueron consideradas como el efecto residual de la guerra”, expresó Sánchez Gómez en el acto de entrega del informe ‘Basta Ya. Colombia: memorias de guerra y dignidad’, que contiene “un relato sobre el origen y la evolución de los actores armados ilegales”.
Fotos, afiches, cuadros, el túnel de una mina y cojines afiches hacen parte de los elementos que sirven para decirle al mundo que el sufrimiento se mantiene a pesar de los oídos sordos oficiales para ofrecerles solución a los problemas causados por la muerte y desaparición de los familiares.
“La memoria histórica está llamada a esclarecer los hechos y a repararlos”, agregó el director del CNMH. En Colombia la violencia ha dejado 220.000 muertos, repartidos entre combatientes (40.000) y civiles (180.000). “Los actores armados escondieron su violencia en la de otros”.
La guerra desatada en el país no es una guerra de grandes masacres, sino una guerra de muertes selectivas. La violencia se instaló en la cotidianidad de las víctimas y se hizo rutinaria. En el mundo rural vive la mayoría de las víctimas y si se ubicaran las víctimas en un centro urbano sería la segunda ciudad más grande de Colombia, luego de Bogotá, con cerca de 5,5 millones de habitantes.
Los actores del conflicto fueron crueles con los colombianos. La guerrilla atacó la libertad (secuestros) y los bienes (tomas a pueblos), mientras los paramilitares y la fuerza pública atacaron la vida (masacres).
Esa guerra pasó facturas incobrables:
1.- Problema agrario
2.- Miedo a la democracia
3.- Narcotráfico
4.- Presiones internacionales
Entre tanto, las voces de las víctimas denotan cansancio, sufrimiento y dolor por los daños materiales, morales, socio-culturales, políticos, sicológicos y emocionales causados en medio de la indolencia social.
Afuera, en el parque Bicentenario, los familiares de las víctimas recogieron los símbolos que construyeron para exhibirlos y recordarles a los colombianos que los muertos no están olvidados. Adentro, en el Museo, cada cifra, cada dato, cada palabra pronunciada hacían pensar en lo vivido en los últimos 50 años.
RAFAEL ANTONIO PABÓN