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CÚCUTA.- Hugo Espinosa es afable, tranquilo y humilde. Ha vivido varias décadas y durante ese tiempo ha disfrutado de los sabores dulces que dan los éxitos, aunque, también, ha tenido uno que otro dolor de cabeza. Hoy, se mete en los recuerdos para retroceder varios años y revivir esos momentos que conserva frescos en la memoria.
En la mesa de centro, del juego de muebles de mimbre, está la media mañana servida. No podía ser diferente a la que consumen miles de cucuteños luego del desayuno y antes del almuerzo. Un vaso de mazato y dos pasteles de garbanzo invitan a parar la charla, pero el anfitrión sigue de largo para tropezar con los comienzos de los años 70 del siglo XX.
Por esos días estudiaba en la universidad. En Manizales se preparaba para ser el ingeniero agrónomo que es hoy. Entre libros, clases y aprendizajes conoció a las hermanas Vélez, nacidas en Salamina (Caldas). Una de ellas le correspondió a los latidos del corazón. La menor, puso los ojos en otro hombre, que debía bajar de Medellín para verse.
La relación de las parejas le permitió a Hugo tener, y mantener, buena amistad con el muchos años después presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez. El cucuteño y el paisa se hacían ‘el dos’ para salir con las hermanas. Espinosa, por su condición de estudiante llevaba poco dinero en los bolsillos. El pudiente era Uribe y pagaba todo.
La casualidad que los unió los separó. Cada uno tomó el rumbo que tenían signado en el libro de la vida. Hugo regresó a la capital de Norte de Santander y Álvaro retornó a la primera ciudad de Antioquia. Las muchachas quedaron en su pueblo con las imágenes registradas en el cerebro.
El calendario continuó deshojándose mes a mes. La sencillez de Hugo no ha permitido que cuente los beneficios alcanzados por haberle ‘hecho la segunda’ al exmandatario colombiano.
Uribe, el amigo de Espinosa, fue nombrado director de la Aeronáutica Civil (24 de marzo de 1980 – 7 de agosto de 1982). Le dio la administración del aeropuerto Camilo Daza.
En una visita a Cúcuta le regaló la primera casa que el ‘Tochecito’ Espinosa tuvo. Estaba en la urbanización Juana Paula. Después la vendió para comprar apartamento. Ahora, vive en conjunto cerrado.
Álvaro, el compinche de Hugo en Manizales, decidió buscar la presidencia de Colombia. Escogió a Espinosa como coordinador de la campaña en Norte de Santander. Había otros nombres, pero la amistad se impuso.
Al ser elegido presidente de la república le ofreció un consulado en Ecuador. Demasiado lejos. El cucuteño tenía vista la oficina consular en Mérida (Venezuela). Allá, permaneció seis años.
En la última visita a Cúcuta, cuando Uribe dio el aval al general Mora para la Gobernación de Norte de Santander, se saludaron de mano. “Cuídese, Huguito, porque lo necesitamos”, le dijo Álvaro Uribe en el Club Comercio. No han vuelto a conversar.
Es tal la modestia de Hugo Espinosa que no tiene el número telefónico del más más en el Centro Democrático. En cambio, su esposa lo llama para comentarle los avatares cotidianos. Y lo hace a una hora inusual, a las 5:00 de la mañana. Uribe le responde y parlotean en tono familiar.
Llegó el tinto humeante, servido en pocillo con el logo de la universidad por la que Hugo Espinosa da pelea. Transcurrieron dos horas de agradable charla. Hubo muchos más temas, por supuesto, y cinco confesiones que permanecerán en secreto.
RAFAEL ANTONIO PABÓN
