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CÚCUTA.- Aún persiste la duda del por qué para la especie humana ha sido más fácil disparar un fusil y lanzar bombas nucleares a los semejantes, que ofrecer cariño y amor. Tal parece que esta simbólica evolución en Homo economicus ha sesgado la habilidad para descubrir sentimientos afectivos que nos lleven a soñar con una vida mejor.
Existen múltiples maneras de ser fuertes. Los débiles son fuertes haciéndose temer. Pero las sonrisas más hermosas encontraron cómo hacernos sentir muy guapos, simplemente sonriendo. Haciéndonos felices.
En Cúcuta, se sufre por muchas situaciones materiales que, a la hora de la verdad, se quedan en la infinita vanidad, inclusive en la inmensidad de lo efímero. La atención está más dirigida a escuchar las bocinas escandalosas e insertadas en las busetas del transporte público, mientras se ignora la intencionalidad que potencia los nervios afectivos, sentir que se enamora en silencio.
Tal parece que quienes controlan las masas han enfrascado la humanidad de los cuerpos físicos que generan flujos de cajas, en pequeños contactos digitales, que los gringos titularon likes, y desde Latinoamérica decimos Me Gusta. Ahora, hay otra variedad de sensaciones agregadas. Los sentimientos migraron a lo digital, las historias de Romeo y Julieta mueren en la realidad.
En esta frontera se empieza a entender que ser fuerte no se categoriza por tener más dinero, infraestructura, poder, estudios, viajes, lujos, bombas de destrucción masiva e inclusive quién publique en redes sociales fotografías en países diferentes cada ocho días. Ser fuerte en este momento está otorgado a quienes sonrían sin sintetismo.
Si vamos a ser fuertes, que sea por sonreír y no por ser temidos. Que la fuerza sea el amor sin medida alguna, ofrecer un pan a media noche en las calles frías y colapsadas por las fuertes lluvias que se toman la ciudad y que hacen rebosar las alcantarillas convirtiéndolas en el infierno bajo cero grados para los que viven 24 horas en el asfalto del olvido.
Mientras se acerca la temporada navideña, centenares de familias venezolanas nómadas subsisten en un territorio con la corona del desempleo e informalidad más alta del país, aun así, la fortaleza los hace sonreír. La esperanza de conseguir una vida digna los aleja de la realidad, luchan a toda costa para escapar.
Entonces ¿para ser fuerte, también, hay que ser cobarde a veces? Los cobardes no descubrieron que el mundo era redondo y que el sol es el centro del sistema solar; tampoco la vacuna contra la malaria. Los cobardes se abstienen de arriesgarse para descubrir premisas importantes. Lo cobardes no sonríen, solo se refugian, nuestra frontera necesita más gente arriesgada para amar.
Lo infieles se aventuran, porque encuentran el amor en otros cuerpos, los niños buscan en las gotas de lluvia la felicidad que los hace sentir niños, a pesar de que saben perfectamente que les dará gripa, pero no les importa, porque priman la felicidad y la diversión.
Ser fuertes es ahorrar durante el año y el 23 de diciembre llegar con carros llenos de juguetes a los barrios necesitados de Cúcuta y producir sonrisas gigantescas en niños que por primera vez conocen la magia de la Navidad, y el 25 despertarán con juguetes bajo los brazos, como pasa en las películas navideñas.
Estos detalles han hecho fuertes a quienes fueron débiles, porque cambiaron rostros tristes con sus acciones. Plasmar alegría en caritas sucias por el polvo de los barrios montañosos de este territorio, los barrios olvidados por los planes y estrategias de gobierno, pero que están en los corazones que pueden hacer reír entre la oscuridad de la corrupción.
Cuando el mundo justifica la construcción y activaciones de armas de poder masivo, es importante reflexionar sobre ¿qué nos hace sonreír? ¿Quiénes nos hacen sonreír? A veces se olvida que el objetivo de todo ser humano en esta tierra es convivir en paz, armonía y sonrisas.
Dejar a un lado el odio y las malas energías, no detener las ganas para demostrar amor, desnudar cuerpos y entregarse como si no existiera un mañana, vivir para enamorarnos de los labios, ojos, cabellos, cuerpos desnudos y sonrisas mágicas, sentimientos que explotan en la infinidad del deseo y la razón. No tengan miedo a decir que aman como locos, no tengan miedo al amor.
Vamos a ser fuertes y a sonreír, porque se puede cambiar el mundo. Invite en Navidad a los que hoy son desconocidos y comparta un buñuelo y una porción de natilla, charle para conocerse y demostrar que se puede ser más humano que mecánico.
Si las esperanzas de vida se desvanecen cada segundo, es la oportunidad para aferrarse a la familia, amigos, seres más queridos y a los que se aman y no pueden hacerlo público, decirle al oído “gracias por el fuego”, por hacernos sentir importantes, por hacernos sentir otra vez humanos.
No esperes a estar en la fase final, cuando las vidas dependen de un suspiro y el cerebro con sus infinitas formas de comprensión indiquen que todo a lo que le temiste y decidiste alejarte era el caramelo de la felicidad y del amor.
ISMAEL CAICEDO
