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El sistema de salud en Norte de Santander, al igual que en Colombia, está en cuidados intensivos. Basta con entrar a una sala de cualquier entidad pública o privada para sentir en carne propia lo indolente que es el Estado. Hombres, mujeres y ancianos bañados en sangre, sufriendo convulsiones y crisis por presenciar esta situación decadente, vergonzosa y crítica.
Las lluvias del segundo trimestre del año trajeron al departamento graves afectaciones respiratorias. Incluso, se pensé en un nuevo ataque de AH1N1, por fortuna el Instituto Departamental de Salud y la Alcaldía de Cúcuta lo dieron como fallido.
El diagnóstico de la salud de los nortesantandereanos, en general, y de los cucuteños, en particular, es de desamparo. La salud no tiene doliente, solo enfermos. Las entidades regionales y municipales están en un letargo crónico, entubados al desgano, con inyecciones de manipulaciones políticas, con abducción entre la compasión y la caridad. El maltrato por parte del sistema a los usuarios ha creado una afasia crónica y la ageusia se apoderó de las instalaciones y del trato para los usuarios.
El departamento se está causando una amaurosis con el asunto de los caracoles africanos aparecidos en el Área Metropolitana, tema al que se debe poner mucha atención, pues los niños son el principal objetivo para apropiar cualquier tipo de infección, bacteria o enfermedad que puedan trasmitir estos animales, que aparecen en canchas y jardines de los barrios, desde donde se denunció la proliferación de los moluscos gasterópodos que se pasean sin ley ni orden y mucho menos vigilancia de las entidades que deben preocuparse por este caso.
