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CÚCUTA.- La aparición de la venta de gasolina en pimpinas obligó al cierre de una de las primeras estaciones de servicio de Cúcuta. Al final del barrio Magdalena, donde comienzan Barrio Nuevo y Las Colinas, por más de seis décadas los conductores se aprovisionaban de combustible en el negocio de Miguel Gutiérrez. Al principio, era parada obligada para los autobuses que cubrían la ruta a los Pueblos de Occidente.
El Diviso fue el nombre escogido para darle realce a ese sector donde los recolectores depositaban las basuras producidas por los cucuteños de esa época. El dueño original, Pablo Emilio Álvarez, enfermó y recomendó vender la gasolinera al empleado que pasó años mientras cumplía los oficios de lavador de carros, secador, engrasador, celador y administrador. Era el hombre indicado para no dejarla morir.
Hoy, los surtidores se mantienen en pie para recordar el pasado y mantener viva la imagen de quienes con esfuerzo y dedicación sacaron adelante, lo que ahora dan en llamar emprendimiento. Están cuidados y aunque no tienen las mangueras se nota que hace tiempo cumplieron la función. Nada que ver con los parientes modernos y digitales que se ven en las estaciones nuevas y relucientes.
Adentro, en el patio, se conservan los tanques que almacenaron gasolina, queroseno, ACPM y tíner. Ahí, también, están las canecas en las que se envasaban los combustibles. Entre el arrume destaca ‘doña bárbara’, la madre de las canecas, llamada así porque tiene capacidad para 15 pimpinas. Es gris y pesada.
- Por estas mangueras, que tenemos de reliquia, bombeábamos la gasolina. Las tengo de recuerdo.
La estación tuvo tres sedes y tres nombres. La primera se llamó Estación de servicio El Diviso; luego, pasó a ser Nueva Bomba El Diviso, la venta de gasolina había terminado. Cuando asumió el mando Miguel Antonio la puso Almacén de Lubricantes El Diviso.
La decisión de hacer el tránsito de estación a bomba obedeció a la cercanía de expendedores de gasolina en pimpina. Solo dejaron las máquinas para dar la sensación de que todavía venden combustible. Al negocio han llegado compradores para los surtidores y del surtido que hay en los estantes. La respuesta es no se vende, porque le prometió al papá que continuará con el legado.
- Mi papá lo hizo con todo el sudor de la frente. Empezó de abajo. Había nacido en Salazar y era panadero.
Miguel padre tenía como característica el amor por el ahorro, bien secundado por la esposa, que le guardaba los billetes en tarros hasta sumar lo suficiente para comprar casa. El ambiente bullicioso de los vecinos la tenían cansada y quería trasladarse unas cuantas cuadras arriba.
La zona de tolerancia comenzaba justo en la bomba. A cualquier hora la música sonaba a todo volumen y el peligro de vivir en el lugar era inminente. La madre de Miguel Antonio aprovechó el conocimiento en costura y les arreglaba los vestidos de noche a las damas que trabajaban en los bares.
Llegó el momento de comprar la estación. Pablo Emilio reconoció que no le habían liquidado a Miguel Gutiérrez los servicios prestados durante largos años. Hicieron el inventario y el faltante lo prestó al banco Agrario, a pesar de ser enemigo de endeudarse.
El 24 de diciembre de 2023, murió Miguel Gutiérrez. Al frente quedó el único hijo, Miguel Antonio Gutiérrez Morantes, Júnior. Al entrar al almacén, en medio de correas y otros productos, está la foto del padre con el hijo. En otro rincón, está la imagen de Miguel, el papá. El heredero es de hablar rápido y se preocupa por lo interesante que pueda resultar el relato.
- ¿Qué tal la historia, ah?
RAFAEL ANTONIO PABÓN
