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No a todo el mundo le gusta lo que uno toca. Hay personas que suben el vidrio para no escuchar. Sin embargo, al final de la canción lo baja y me da algo. / Fotos: contraluzcucuta

CONVERSACIONES DE ENTRE CASA. Dios me regaló una trompeta Yamaha original, Héctor Caraballo

CÚCUTA.- La pandemia no dejó mariachi con sombrero. Héctor Rafael Caraballo, artista de profesión, debió dejar a un lado la comodidad y el confort que le deparaba la vida para enfrentarse a una situación vergonzante, al principio. En el aislamiento agotó los pesos ganados como músico. Para no desfallecer salió a la calle a tocar la trompeta, a expresar su arte, y así procurar una moneda o un billete.

Al comienzo, se hizo acompañar por algunos colegas, con quienes compartía el sofoco de haberse convertido en artista informal. Primero, caminaban por las calles y tocaban frente a las casas. Luego, buscaron fanáticos musicales en los edificios.

  • Tocaba bastante. Al principio, le da a uno pena. Después, se acostumbra y se ven los resultados.

De la natal Venezuela salió, en el 2018, impulsado por la situación económica y política del país. Allá no había manera de sobrevivir. La cultura es mal paga y, aunque no quería, tomó la decisión de escaparse para conseguir otra mejor oportunidad.

No llegó directo a Cúcuta. De Ciudad Guayana (estado Bolívar) se trasladó a Montería. Vivió un tiempo y alcanzó a conformar un grupo de mariachis. A pesar de que iba bien en el negocio, salió para Barranquilla. Pasados unos meses tomó rumbo hacia la capital de Norte de Santander. Aquí lo agarró la pandemia.

En el 2021, se atrevió y regresó a Venezuela para ver a la madre. La situación había empeorado, por lo que empacaron maletas y volvieron a la tierra motilona. La distancia más corta (línea recta) entre Cúcuta y Ciudad Guayana es de 1087,06 kilómetros. Ruta de conducción: 1351,60 kilómetros.

Los conocimientos musicales los adquirió de niño. Se crio en medio de instrumentos de cuerdas, maderas, metales y percusiones. A los 15 años, daba clases de trompeta y corno francés (viento-metal). Esta afición la complementaba con la tecnología en telefonía celular. Las horas laborales las repartía entre la enseñanza y el taller. A pesar del esfuerzo, los ingresos eran bajos.

  • En el semáforo no es que gane mucho, pero se resuelve lo de la comida. Al medio día está libre lo del almuerzo.

En la noche, cuando sale trabajo, se viste de mariachi y atiende los pedidos de los clientes. En trompeta la canción preferida para deleitar al público es Bésame la boca, de Ricardo Montaner. Y la que más le piden en las serenatas es La ley del monte (Vicente Fernández). O Mujeres divinas, El camino de la vida, En tu día, Por el amor a mi madre y otras tradicionales.

En el semáforo toca temas suaves, así desde los vehículos le pidan uno alegre. A veces, se va de carranga. Mira al vidrio panorámico trata de interpretar el momento que viven los conductores. Si van estresados, les toca La gloria de Dios; si intuye que son paisanos, los deleita con Venezuela, para partirles el corazón.

  • No a todo el mundo le gusta lo que uno toca. Hay personas que suben el vidrio para no escuchar. Sin embargo, al final de la canción lo baja y me da algo.

Escogió una esquina y ahí comparte espacio con otros artistas o vendedores informales. De repente, alguno se pone obtuso. A veces al otro le dan y Héctor rafael queda con la mano estirada. En otras ocasiones, es a la inversa. O les dan a los dos. Para todos alcanza la bondad de los cucuteños.

La trompeta que hace sonar en la Diagonal Santander se la regalaron en Barranquilla. Un día cualquiera, iba por la calle, llevaba el instrumento viejo y de repente un hombre salió de una casa y lo llamó. Le mostró la trompeta y le preguntó ‘¿cuánto me da por esta bocha?’. Estaba fea y la recuperó. Es una Yamaha original que no tiene precio.

Le había pedido a Dios en la intimidad una trompeta de buena calidad, de marca. Y me concedió ese deseo. Me den lo que me den, no la vendo. Me la dio Dios. No tiene valor para venderla.

Es creyente. Cuando quiso organizar el mariachi pidió ayuda divina y le llegó en el momento indicado. Desde el Cielo le pusieron al frente los pasos que debía seguir y armó la agrupación Mariachi Trompeta de Oro, nombre que le propuso un amigo en Venezuela y que acogió acá en Cúcuta.

Hoy, a pesar de que le va bien en el semáforo, ganar lo suficiente para compartir con su madre y tocar el instrumento que le regaló Dios, la meta con la que sueña es que algún día se dedicará a atender el taller propio y reparar teléfonos celulares.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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