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Pelea de Santamaría con Llorente en la esquina nororiental de la Plaza Mayor hoy en día llamada Plaza de Bolívar. / Foto: Tomada de https://es.wikipedia.org/wiki/El_Florero_de_Llorente

CHARLA CON… Llorente, nunca prestaría un florero a los criollos para atender a otro criollo

La historia de la independencia de la Nueva Granada tiene como referente a un hombre, español, y a varios criollos que le tendieron una celada para hacerlo salir de casillas y tener disculpas para dar el grito de emancipación. José González Llorente narró los hechos, desde su perspectiva.

¿Nombre?

José González Llorente

¿Lugar de nacimiento?

Cádiz (España)

¿Ocupación?

Comerciante

¿Dónde vivía?

Era vecino de Santafé de Bogotá, capital del Reino de la Nueva Granada.

¿Con quiénes vivía?

Con mi esposa doña María Dolores Ponce, siete hijos, un hermano menor, mi suegra y once cuñados.

¿Usted representaba al Rey?

No tenía ninguna representación pública.

¿Qué recuerda del 20 de julio de 1810?

El atropellamiento hecho a mi persona en mi tienda de comercio maltratándome de palabra y de obra.

¿Tiene testigos?

Los tenientes coroneles el honrado americano D. Rafael Córdoba, D. José María Moledo y D. Francisco Vallejo.

¿De qué lo acusaron?

De que yo, en una conversación privada, había vertido expresiones indecentes contra los americanos.

¿Qué hizo para salvarse de la reyerta?

Tuve que acogerme a la casa inmediata de un amigo, de donde mudándome la ropa que me habían hecho pedazos, después de curarme el brazo izquierdo contuso de los palos que me dieron, seguí en una silla de manos a mi casa.

¿Qué ocurrió por el camino?

A la entrada, perseguido por desconocidos y armados, logré con dificultad y con auxilio de mis domésticos refugiarme y encerrarme. Aumentada la turba del populacho, cercaron mi casa con algazara y vocería, que puso en consternación a mi desgraciada mujer, entonces recién parida, a mis hermanos y criados.

¿Alguien lo auxilió?

Cuando las puertas de mi casa estaban a punto de ser derribadas tocó el alcalde ordinario U. José Miguel Pey. Entró y lo informé de lo ocurrido.

¿Hubo un alivio para usted?

Me manifestó que iba con comisión del Virrey para disipar la reunión del pueblo, pero  sus aparentes peroraciones desde el balcón de mi casa no hacían más que encender la irritación pública de manera que tuve que resignarme a la prisión.

¿Cómo la pasó en la cárcel?

Me pusieron los más pesados grillos, me encerraron en un estrecho, húmedo y oscuro calabozo custodiado de dos centinelas. Quitándome a pocos días los grillos, me mantuvo preso en estos términos y privado de comunicación hasta el punto de mi salida, 170 días.

¿Cuáles eran las acusaciones?

Que yo, con el objeto de hostilizar a los americanos conocidos con el nombre de criollos, depositaba en mi casa doscientos fusiles que de orden del Virrey se me habían entregado del parque de Artillería y que constaba de un recibo que yo había dado.

¿Y eso era mentira?

200 fusiles no podían contenerse en menos de treinta o cuarenta cajones, que no podían ocultarse fácilmente, y para conducirlos era necesario que alguno los hubiera visto entrar o ayudado a cargarlos.

¿La noche del arresto qué ocurrió en su casa?

El otro Alcalde ordinario, D. Juan Gómez, con tropa armada y pueblo, hicieron reconocimiento de almacenes, cuartos, salas y artesonados de toda la casa; no se reservaron baúles ni alacenas, y las cómodas y tocador en que mi mujer guardaba sus vestidos y adornos mujeriles todo se franqueó, se abrió y se examinó, y por último se registró nuestra cama matrimonial y hasta la cuna en que dormía uno de mis inocentes hijos

¿Qué hallaron en esa minuciosa requisa?

No encontraron armas, ni cosa que pudiera hacerme sospechoso. En mi casa no había ni jamás hubo sino los malos y miserables cuchillos de mi mesa.

¿Cómo justificaron esas acciones contra usted?

Para justificar los rebeldes estas persecuciones publicaron por bando y por carteles fijados en los parajes acostumbrados que estaban nombrados Jueces de pesquisa contra los españoles presos por sospechosos, previniéndose al público que a ellos debían ocurrir con las delaciones y demandas que tuviesen que hacer.

¿Cómo los presentaron ante el público?

Formaron una causa que llamaron general, en que aglomeraron cuantas vulgaridades les sugirió su depravación y el empeño malicioso que tomaron de presentarnos con el carácter de criminales en el concepto público para paliar sus violencias y persecuciones.

¿Y qué cargos le hicieron?

De aquí resultaron tres cargos: el primero, referente al dicho de una mujer para mí desconocida, que aseguró haber oído a dos albañiles que expresó no conocía, que pasaban por la calle de su casa, que yo había enterrado en los suelos de la mía dos baúles sumamente pesados; el segundo, que en una carta de D. José Trillo y Agar, escrita a D. Pedro Lago, de Tunja, tratándole de la invasión de los franceses en las Andalucías, le manifestaba sus recelos o sus miedos de una insurrección en Santafé y por posdata le decía que yo escribía a Jover sobre estas noticias; y el tercero que yo invité a D. Juan Buenaventura Ortiz (Alias Bucaramanga) a que firmase una representación dirigida al Virrey, ofensiva a la libertad y derechos de los americanos.

¿Qué hizo al volver a casa?

Restituido a mi casa y recluso en ella, me dediqué a cuidar a mi familia y a tratar de cubrir mis créditos.

¿Le dieron casa por cárcel?

No me dejaban libertad para salir de una capital en donde una continuada serie de desórdenes hacía la vida demasiado insoportable a los desgraciados españoles que teníamos que sufrir de lleno en los choques de la ambición y furia de los rebeldes una persecución tras otra.

¿Qué representó para ustedes el Grito de Independencia?

Sus victorias y sus reveses no nos producían más que terrores, proscripciones y muertes.

¿Por qué el hecho se denomina ‘Florero de Llorente’ y no de González?

Una costumbre muy española es la de llamar a las personas por su segundo apellido. Este es mi caso. Soy José González Llorente, y por el incidente del  20 de julio de 1810, pasé a la historia, únicamente, por el apellido de mi madre. El florero pudo ser el ‘florero de González’, pero quedó como ‘el florero de Llorente’.

Usted era reconocido como buena persona…

Tenía fama de caritativo y poseía el mejor almacén de la calle real. Exportaba quinas e importaba telas, paños, porcelanas, básculas, etcétera.

La historia dice que usted se mostró agresivo el 20 de julio…

El bien estudiado libreto de los revoltosos, aprovechando que era día de mercado y que la plaza estaba llena de compradores y vendedores, ocasionó la revuelta que concluyó con la independencia de la Nueva Granada.

¿Por qué no prestó el florero?

Me negué a prestar el florero, porque nunca prestaría ningún objeto a los criollos para atender a otro criollo.

¿Por qué se fue del país?

La presión política me hizo salir, acompañado de mi numerosa familia. Dejé como albacea testamentario a Camilo Torres, cambiado luego por Ramón de la Infiesta.

¿Por dónde salió?

Por Honda y Cartagena, paré en Jamaica, donde le escribí a Fernando VII una carta en la que consigné la versión de los hechos acontecidos. Pasé a Cuba

¿Dónde murió?

En Camagüey.

Entrevista adaptada del artículo publicado en:

http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/historia/julio20/sec4d.htm

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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