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Catatumbo de Nohemí Pérez

El Gobierno actual pregona a los cuatro vientos que la minería (fundamentalmente el carbón) será una de las locomotoras del desarrollo. En línea recta, a toda velocidad y de forma irreversible, la locomotora es una metáfora recurrente para la concepción capitalista del tiempo y de la historia.

Sostener una concepción teológica en el progreso capitalista se basa en la fe (¿de carbonero?) en un futuro siempre promisorio y en la inconveniencia de mirar hacia atrás. ¿Por qué no mirar atrás? ¿Qué tipo de tiempo e historia son los que temen que mirar atrás? ¿Por qué no frenar la locomotora y detenerse en los acontecimientos? ¿Por qué esa forma condescendiente de hablar de ‘la gente de a pie’? Como si por ir a pie uno se desplazara menos rápido. Vieja confusión entre velocidad y movimiento. Como si viajar en locomotora, en auto o en avión sería una condición para ver más o para entender mejor la historia.

¿Por qué no pensar que la historia puede ir a lomo de burro, o sobre patas de paloma, o, aún más lentamente, sobre placas tectónicas? Se les olvida a los maquinistas de las locomotoras que la historia, como decía Michel de Certeau, comienza a ras de piso…

‘Días de Babel (Galería Mundo, 2009), fue una exposición donde Nohemí Pérez mostró dibujos en carboncillo de gran formato que representaban edificios icónicos de la arquitectura globalizada, algunos de ellos dramáticamente siniestrados. Conexión evidente con la caída de las Torres Gemelas y el colapso (solo temporal) de un modelo de desarrollo. Como dijo en su momento  Baudrillard: “el espectáculo del terrorismo impone el terrorismo del espectáculo”.

El falogocentrismo  del capitalismo inmobiliario se erige arrogante pero se reveló ridículamente vulnerable. El 11 de septiembre se reactivo un debate estético-ideológico sobre la posmodernidad y su relación con los sublime y la catástrofe: una visión conservadora donde lo sublime está asociado al terror  el absolutismo o una visión renovadora donde lo sublime es una categoría estética esencial y recurrente en todas las formas del arte que pretende dar testimonio de lo irrepresentable.

En la exposición ‘Babilonia’ (Galería Alonso Garcés, 2010), los edificios tallados en el bloque de carbón salen del plano bidimensional. Algunos como piezas escultóricas pero especialmente en la gran superficie de la pared de fondo de la galería, los edificios horadaban de forma amenazante el espacio. Los rascacielos, como lo fueron las catedrales en su momento, compiten incesantemente por legar al cielo. Cada imperio, cada corporación quiere el máximo honor. Rascacielos fetiche en su éxtasis mercantil, en su reificación fervorosa, en las indulgencias de la acumulación y en la glorificación del lujo confirman que el capitalismo no es solo ideología sino también religión. Religión con sus imágenes, sus fetiches, sus templos, sus sacerdotes, sus profetas, sus vidas ejemplares y sus rituales de culto.

El Catatumbo, en el departamento Norte de Santander (de donde es oriunda la artista) reúne, como tantas zonas del país, elementos en violenta tensión: guerrilla, paramilitares, narcotráfico, minería ilegal, contrabando… Un micropaís, un macrodrama. El compromiso y los viajes a su región convierten lo local en una hoja de ruta y de búsquedas creativas.

   

En esta muestra, en el segundo piso, reaparecen los edificios icónicos tallados y en fotografías. Dispuestas las piezas en depósitos de carbón, las fotografías obraron como ensayos previos a la instalación principal. Una serie de dibujos con polvillo de carbón llevan por títulos: La Loma, Dibuya, Barrancas, Angelópolis, El Descanso, Catatumbo, La Jagua, El Zulia, Tazajero, Cimitarra. Nombres de lugares de extracción, trasporte o embarque de carbón que, como sucede algunas veces, no solo son nombres, sino también son el espacio mental my geográfico de resonancias misteriosas, de conocimiento atávico. Nombres que guardan memorias míticas y de violencias recientes. Aquí son dibujos que se desvanecen; aquí son metáforas dela evanescencia; allá, contaminación, y desastre a cielo abierto.

El título de la instalación del primer piso, El tiempo del lobo, es una referenica a la película de Michael  Haneke (2003) y se refiere a tiempos pre-apocalípticos donde los signos de la naturaleza presagian lo peor. La pieza principal de esta muestra sigue un desarrollo formal muy coherente durante los últimos años de trabajo de la artista: del dibujo, a las esculturas, a la instalación. Túmulo de cinco toneladas de carbón de piedra, erizado de edificios tallados en carbón, con énfasis dramático que podría tocar el problema de lo sublime con esa intersección entre dolor y belleza. La pieza señala cómo el uso y el abuso de los recursos naturales de manera irresponsable y no-sostenible ya no es premonición, es (al menos) admonición.

JOSÉ ALEJANDRO RESTREPO (Curador)

NC-Arte. Marzo 21 – abril 28.

www.periodicoarteria.com

Fotos: http://www.revistadiners.com.co/interna.php?ids=39&id=410

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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