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Los ojos enrojecen por el esfuerzo que hace para no dejar escapar las lágrimas. “Soy muy sentimental”. / Foto: www.contraluzcucuta.co

REMEMBRANZA. Después de Dios, lo que soy se lo debo al balón: Toja

CÚCUTA.- Manuel Arciniegas Toja ve pasar los días cucuteños, sentado en una butaca, en la calle 11, casi con esquina de la avenida quinta. Ahí, en medio del bullicio de los autos y del agite de los transeúntes, se le va la vida. Tiene 82 años y mucho por contar de esos meses trascurridos desde cuando llegó a Cúcuta. “Me trajeron peladito. No sé ni cómo aparecí aquí”.

La senectud lo hace ver gracioso al contar historias de fútbol, de las que es protagonista. También, lo deja sentir triste y amargado por el olvido al que está sometido, a pesar de tener entre sus amigos a doctores de toda clase. El dolor de la indiferencia le humedece los ojos y el rostro se trasforma. La alegría desaparece y la voz se entrecorta.

No le causa gracia recordar que en más de medio siglo como director técnico de fútbol colaboró en la formación de jugadores que el destino no los vistió con camiseta y pantaloneta, sino con trajes elegantes y corbatas, porque son médicos, arquitectos, ingenieros, abogados y muchos más profesionales.

“Primero jugué fútbol y luego pasé 50 años dirigiendo niños. Dirigí los mejores equipos”. Como deportista comenzó en Independiente Santa Fe, conjunto aficionado, que tenía por técnico al legendario Jorge Escobar Manino. A ese hombre, que los aficionados conocieron por la cancha que dio paso a la Plaza Banderas,  le debe la oportunidad de haber jugado al lado de los grandes, entre los que la memoria le permite mencionar al mundialista Rolando Serrano y al recordado ‘Panchero’ Cáceres’. Comenzaba la década del 50 del siglo 20.

La dicha de ser eximio exponente del balompié rojinegro no duró mucho tiempo. Una lesión de rodilla lo alejó, de manera prematura, de los campos deportivos. Estaba en el apogeo, había cumplido el ciclo de preparación. Por las condiciones físicas y las aptitudes estuvo al lado de Juan Eduardo Hoberg, Omar Verdún y Germán Blanco, ‘El Burrito’. Tenía 23 años.

“Jugaba de la media cancha para arriba. En ese entonces se jugaba con puntero derecho o extremo”. Le decían el ‘limpia caminos’, porque dejaba a los rivales regados, centraba y seguro era gol. Esa habilidad le valió para que los adversarios lo patearan con rabia, como el día que Lauro Rodríguez le pegó tan fuerte que lo desmayó. Ocurrió en un partido de entrenamiento, Toja gambeteó, le faltó al respeto, y como paga recibió el golpe en el estómago. “Ahí quedé”.

Todavía alguien se atreve a recordarle ese pasado feliz y lo saluda en la calle: “Quibo, limpia caminos”. También, le hacen memoria del golpe: “¿recuerda cuando Lauro si más lo mata?”.

Por la mente discurren las imágenes que se convierten en palabras para hilar la historia. Aparecen frescas las caras de Eustorgio Colmenares, Enrique y Hernando Lara y otros compañeros de equipo. Esa amistad le permitió disfrutar de los favores que recibían los socios del Club Tennis, sin serlo. “Me decían el doctor Toja”. De esos amigos quedan vivos Carlos ‘Pajarito’ Pérez y Carlos ‘Maduro’ Parada. “De resto, todo mundo está muerto”. A los médicos Carlos Urley González, Luzardo, Flórez, Juvenal Granados, los gambeteó la muerte y se los llevó. Lo dice con frescura y a veces sonríe para mostrar la desordenada dentadura,  desgastada por el trajín diario.

Otro día tomó la decisión de casarse con la mujer con la que duró dos años de novio. Pasaron 53 años juntos y dentro de poco tiempo cumplirá 5 años como viudo. Los hijos jugaron en el Cúcuta Deportivo. Manuel llegó al Unión Magdalena y Juan Carlos alcanzó la jubilación en Centrales Eléctricas. “Después de Dios, lo que soy se lo debo al balón”.

Nunca soñó con ser tan conocido aquí en la capital de Norte de Santander. Mientras permanece sentado en la butaca, la gente pasa y lo saluda. ‘Adiós, Tojita, adiós Tojita’. Y Toja no los reconoce. “Si me dieran de cinco mil pesitos, cada uno, me llevaría plata para la casa”. La queja está en que solo le dejan el saludo y nada de dinero.

La falta de recursos económicos lo metió en el mundo de las rifas. Rifa plata, el puesto cuesta $ 40.000, que los clientes pagan en dos contados. “Tengo gente que me quiere mucho y me compra, no por ganarse el premio sino por ayudarme”.

Los pupilos de la época de técnico de fútbol ahora están en Inglaterra, Alemania, Escocia, España. Es de lo que vive orgulloso y reclama que si abrieran una cuenta en internet y cada uno colaborara con algo, tendría para pasar estos días sin angustias. “Que digan voy a mandarle algo a Tojita que está jodido. Necesito la ayuda en vida”.

Otro recuerdo que lo hace vanagloriarse es que todos los equipos que dirigió salieron campeones en las cuatro categorías que jugaban. Y como jugador aficionado, corrió son igual suerte. Ginebra Nordik, Ron Cúcuta, La Casa Ballesteros, Almacén La Conquista, Lotería de Cúcuta, están entre los equipos que lo tuvieron como entrenador a lo largo de medio siglo.

Las huellas de los partidos jugados o dirigidos desde la línea están en la piel. Los brazos muestran el deterioro causado por los rayos solares. No usaba camisa manga larga en las extensas jornadas dominicales que comenzaban a las 8:00 de la mañana y terminaban con la aparición de la luna en el firmamento cucuteño.

“El que se iba volviendo viejo lo sacaba para rodillones”. A ese lo remplazaba con el niño. El trabajo que lo hace sentir henchido lo aprendió de Manino, al que califica como el profesor más grande que haya pasado por el fútbol motilón.

De los muchachos que tuvo entre sus equipos llegaron a la fase profesional Guillermo Santander, ‘El Mico’; Adolfo y Tito Becerra; Carlos Cañón, William Villasmil, Álvaro Luna y ‘El Gato Grande’. “Germán Guerrero, por cinco jugadores, me dio $ 100.000 y una nevera”. Ocurrió en 1978. La nevera la tiene en la casa, convertida en chatarra.

Toja se divierte con la narración. Recordar lo hace revivir momentos que en pocas ocasiones salen a la luz. Tiene una colección de nombres que recita con seguridad, sin titubear, sin dudar. La clase política no escapa a las remembranzas. “El alcalde (César Rojas) fue jugador mío. Por ahí me ayuda, pero para conseguirlo es difícil”. El día de la elección le puso 100 votos y compara ese trabajo con el de otros que sí han recibido apoyo oficial. “Hay un secretario que le puso 30 votos y está comiendo bien. Uno con tantos votos y no le reconocen nada”.  

En el listado de los que lo ‘falsiaron’ cuando llegaron a los altos cargos aparecen el senador Edgar Díaz, el exgobernador Sergio Entrena, la exalcaldesa Margarita Silva, el exsenador Manuel Guillermo Mora, el exministro Juan Fernando Cristo, el excongresista Albino García, el exrepresentante a la Cámara Basilio Villamizar, el exconcejal Luis Fernando García. “No me comí un manjar por cuenta de ellos”.

Se nota la rabia cuando los nombra y le dan ganas de llorar. Los ojos enrojecen por el esfuerzo que hace para no dejar escapar las lágrimas. “Soy muy sentimental”, dijo, y calificó a esos hombres como “unos falsos, unos traicioneros. Es la ingratitud de la vida”.

El afán por regresar al puesto donde recibe el cariño y la gratitud de quienes lo conocen y a quienes ni distingue, lo hace poner punto final al repaso de la vida. Tiene la mirada frágil, la voz tiembla, voltea la espalda y el menudo cuerpo de este hombre vuelve a la normalidad. Del ‘limpia caminos’ de antaño no queda nada, ni tampoco del técnico que daba órdenes a los jugadores. Es Manuel Arciniegas Toja, el hombre que debe procurar vender otra boleta para reunir los pesos que no le permitan perder la casa que está en proceso de embargo, si no paga los $ 7,0 millones que debe.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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