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Reactivación de las relaciones colombo venezolanas: más de lo mismo

A pesar de la importancia que tiene el encuentro entre los presidentes Santos y Maduro, en Puerto Ayacucho, capital del estado Amazonas, y la consecuente reunión de cancilleres en Caracas, así como los esfuerzos por mantener abiertos los canales de diálogo a pesar de las diferencias y las dificultades que se presentan casi a diario en un extensa y compleja frontera, parecería, para quienes habitamos la frontera, que estuviéramos como corcho en remolino.

Pues, antes como ahora, los problemas de la frontera siguen siendo abordados desde la misma óptica.

El de la seguridad. Han utilizado los mismos escenarios para la solución: mesas de trabajo de alto nivel. Han beneficiado a los mismos de siempre: los grupos económicos y sectores empresariales del interior y la costa. Y han excluido a los actores más importantes de los dos países: los habitantes de frontera.

Si bien en cierto que se han ido superando aquellos tiempos recientes, cuando desde el gobierno colombiano se la jugaban por la desestabilización abierta y soterrada del proceso Bolivariano e incluso llegaron a contemplar desatar un confrontación militar, infortunadamente se mantienen intactas desde los dos gobiernos, los mismos métodos y fórmulas, que han fracasado en la búsqueda de mejores y mayores niveles de integración real.

Lo anterior debido, principalmente, a una relación binacional fuertemente marcada por el intercambio económico, una militarización creciente y unos interlocutores que desconocen nuestra realidad. A pesar de los esfuerzos y alguna voluntad de los actuales mandatarios, de mantenerse estos lineamientos no habrá forma de lograr verdaderos cambios en la comunidad fronteriza.

Esta situación no es nueva, pues desde 1891 se han estado firmando acuerdos de cooperación binacional, sin contar con la voz de los afectados. Tanto que se ha vuelto costumbre que seamos los habitantes de frontera quienes carguemos, en todos los casos, las consecuencias de unas relaciones elitizadas, mercantilizadas y atravesadas por la doctrina del enemigo interno.

Los intereses coyunturales o estratégicos de cada gobierno han sido la justificación perfecta para mantener oculto el estado de desprotección y vulnerabilidad socio-económica de la frontera. Así como también la tragedia humanitaria que ha representado la penetración de actividades ilegales y criminales de todo tipo y la consolidación de empresas criminales que han dejado en los últimos 15 años cerca de 20.000 asesinados en el estado Táchira y en Norte de Santander.

Por supuesto que en estos encuentros de alto nivel, nadie habla de la ocurrencia de una serie de prácticas que afectan de manera grave los derechos a la vida y a la integridad de los habitantes de frontera. Tampoco de cómo se presenta la expansión del fenómeno de la violencia y el deterioro de la seguridad ciudadana, que ha llevado a que los ciudadanos tengamos una percepción generalizada de inseguridad, de temor y miedo, y la región presente una importante pérdida de valores en su capital social, difícil de recuperar en el mediano plazo.

A pesar de lo anterior, las mayores preocupaciones de funcionarios, grupos económicos y medios de comunicación se circunscriben en la disminución de las cifras del intercambio comercial. Todos aspiran a ver nuevamente las relaciones comerciales por encima de las logradas en el 2008. En retomar rápidamente un fuerte intercambio comercial y, claro, en coordinar mecanismos y formas de pago expeditas, así como también en definir operaciones conjuntas e intercambio de información de inteligencia táctica y estratégica para combatir los delitos enquistados en la frontera.

Es decir, la agenda fue copada por las propuestas de darle prioridad a la lucha contra el contrabando, de coordinar acciones para combatir el hurto de aparatos de comunicación móviles como los celulares, en definir unos protocolos binacionales de lucha contra la minería ilegal, así mismo en establecer un plan de repatriación de vehículos robados, también en avanzar en el diseño de un protocolo para atender los incidentes en la frontera y en crear una mesa de trabajo binacional de comercio y empresarios.

Preocupaciones validas, pero que en general no representan las angustias y las esperanzas de la región. Representan tal vez los grandes intereses económicos en juego, ligados en su mayoría a empresas multinacionales. Tanto que una de las buenas noticias presentadas en rueda de prensa por ambos cancilleres, fue la presencia en esa reunión de un grupo de empresarios colombianos y venezolanos.

Mientras esta nueva cumbre terminaba en la frontera, el ciudadano del común, el pequeño empresario de las confecciones y del calzado ahogados por falta de apoyo estatal, el comerciante de la esquina que presencia cómo el vecino cierra en definitiva el negocio, el hotelero que ve cómo su negocio se derrumba producto entre otros por una inseguridad rampante, el vendedor informal que trata de sobrevivir en la calle porque no puede acceder a un empleo digno y estable, el pequeño trasportador perseguido por las autoridades judiciales de ambos países, el migrante que lleva años esperando una respuesta del estado venezolano a su situación irregular, sufren de manera directa las consecuencias de las decisiones que continúan tomando Bogotá y Caracas, a sus espaldas.

Sería bueno e importante saber de qué integración nos están hablando Santos y Maduro. ¿De la de los empresarios que no vemos sus capitales ni en las bonanzas y mucho menos en las crisis? ¿De la de los comerciantes de Bogotá y Medellín que viajan de negocios por un día a nuestra ciudad? ¿De las de las mafias del gran contrabando que venden sus productos en el interior del país? ¿O la de los funcionarios capitalinos que son de frontera cuando vienen a reuniones de alto nivel?

Para nosotros la integración va más allá de los negocios. Tiene que ver con implementar un modelo de desarrollo binacional, que consulte las realidades de nuestro relacionamiento natural e histórico, que respete ante todo la dignidad y los derechos humanos. Sin olvidar que nuestros intercambios familiares, sociales, culturales, económicos y políticos tienen unas características propias. Que cualquier decisión que se tome debe consultar estas realidades y las políticas a implementar que tengan que ver con el presente y futuro de la región, deben tener en cuenta al habitante de frontera.

WILFREDO CAÑIZARES

Fundación Progresar Cúcuta

fundacionprogresarcuc.blogspot.com

@fprogresarcuc

www.funprogresar.org

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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