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Restitución de tierras, proceso lento en Norte de Santander

CÚCUTA.- Devolverles la tierra a los campesinos que la perdieron como producto del conflicto armado colombiano es una de las prerrogativas de la Ley 1448, puesta en marcha pocos años atrás. En el país son muchas las familias que perseguidas por los actores armados, legales o ilegales, abandonaron fincas para buscar en la desconocida ciudad el complemento a la vida que solo el campo comprendía.

Las calles frías por la indiferencia de los ciudadanos y las avenidas atiborradas de problemas propios de estos conglomerados no son más que refugio incierto para quienes desde el vientre de la madre aprendieron a arar la tierra, a arrear reses, a criar aves y a recoger cosechas.

La estrategia de restitución de tierras a los labriegos la maneja la Dirección de Carabineros y Seguridad Rural Nacional. No necesariamente tiene que ser un abogado el que esté al frente de la coordinación. La Policía no tiene nada que ver con la parte  judicial o administrativa, solo da seguridad al proceso.

Para cumplir estos parámetros, la institución se ha preocupado por capacitar al personal que labora en restitución de tierras. “Fui capacitado un mes un Bogotá, con el coordinador nacional de la estrategia de la restitución de tierras para este cargo. Terminé un diplomado en restitución de tierras, dictado por la Policía. En la capacitación participaron los organismos nacionales que tienen que ver con el proceso. Hemos sido preparados para afrontar este proceso”, dijo el oficial Cristian Esteban Acosta.

El subteniente de la Policía, ingeniero sanitario y ambiental, es el oficial de enlace para el proceso de restitución de tierras en Norte de Santander. La vocación policial la lleva desde la época de colegial y la pospuso unos años para complacer a los padres en el deseo de tener un hijo profesional.

Hombres y mujeres llegados del sector rural procuran entender los afanes de sus semejantes citadinos y no encuentran ni consuelo, ni apoyo, ni aquel gesto de solidaridad que hubieran conseguido entre los compadres que también partieron de los lejanos predios para salvar la vida.

En las vías, donde los carros no tienen semejanza a los animales que correteaban en las extensiones propias, mendigaron la moneda lastimera que a muchos puede sobrarles, y recogieron las migajas de la compasión de una comunidad sorprendida por esa presencia inusitada de la nueva clase mendicante.

En Norte de Santander hay muchas solicitudes, alrededor de 1600 predios por restituir. El índice de despojo que tiene el departamento, comparado con otras regiones colombianas, es alto por la dinámica del conflicto que se ha repartido en la geografía nortesantandereana. Principalmente, está El Catatumbo. Allá “tenemos una mayor parte de solicitudes que en Pamplona o Chinácota, municipios relativamente tranquilos”.

Cientos de familias, trasformadas en miles de niños, jóvenes y adultos, engrosaron los cordones de miseria en los cerros despoblados y áridos de la ciudad. Armaron los cambuches que llamaron casas, tendieron mangueras que convirtieron en acueductos y prendieron velas que asemejaron al fluido eléctrico.

Para mejorar ese cuadro y permitirles a los campesinos el retorno al hábitat natural, el Gobierno creó la Unidad de Tierras, en cumplimiento de lo ordenado por la Ley. Por lo novedosa de la norma las instituciones comprometidas están en el  aprendizaje sobre cómo trabajar. El proceso de restitución de tierras es sui generis en el mundo, porque se adelanta en el marco del conflicto, cuando por lo general se da en el posconflicto.

El subteniente Cristian Acosta está a cargo de la coordinación de la parte operativa en cuestión de seguridad para el proceso de restitución de tierra. “Coordinamos personal policial para que acompañe a las víctimas en las diligencias tanto de la Unidad de Tierras como en las audiencias ordenadas por el juez para llegar en un momento a restituir y devolverle el predio a una víctima del conflicto”.

El proceso es nuevo en el país y los inconvenientes no han faltado, aunque no parezcan grandes. También, ha habido alicientes y hechos positivos que animan al oficial a seguir adelante en esta misión encomendada por la institución. “En Tibú salieron dos fallos de restitución de tierras y se les van a entregar a dos familias despojadas hace tiempo. Eso nos impulsa a trabajar más por este proceso”.

Las víctimas desesperan por falta de soluciones. El proceso de restitución, plasmado en la ley, tiene algunas ventajas para los reclamantes. Es gratuito. La víctima no necesita tener dinero, ni poner abogado para acceder al proceso. Lo único que debe hacer es acercarse a la Unidad Regional de Restitución de Tierras y mediante los abogados y el sistema jurídico y procesal recopila la carga para remitirla a un juez especializado y que puede falla a favor de la víctima, si realmente es merecedora del predio, o a favor de otra persona.

Cristian Esteban Acosta es subteniente por tradición familiar. De joven se trazó la meta de ser policía y soñaba con ser oficial. “Es un logro y una meta personales. Esto es lo que me gusta hacer y lo que había pensado hacer”. Es oriundo de la ciudad sorpresa de Colombia, San Juan de Pasto.

Creció en una familia de estrato medio, con las comodidades normales y tuvo acceso a lo que todo ser humano aspira, a educarse en un colegio y en una institución universitaria.

“En vacaciones tenía la oportunidad de ir al campo. Mis papás tienen una finca en un pueblo aledaño a Pasto, de clima caliente. Y tuve la oportunidad de tener contacto con el campo”.

Inicialmente,  no encontró apoyo de los padres para ser policía. En casa vivieron el secuestro, tres años, de un familiar, era agente. Pasado ese hecho manifestó el interés de ingresar a la Policía y se mostraron renuentes. Le dieron la opción de estudiar y después mirar si seguía con la idea de vestirse de uniforme verde oliva. “La idea siempre fue ser oficial. Después de terminar los estudios universitarios lo primero que hice fue alistar papeles para ingresar  a la Policía”.

Colombia es grande y tiene idiosincrasias particulares, mientras los pastusos son callados y apagados, los cucuteños son alegres y folclóricos. Ese cambio radical en el ambiente tiene amañado a Cristian Acosta en Cúcuta.  “Es agradable trabajar acá. Los cucuteños tienen un carácter distinto”.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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