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Ángela Suárez. Colombia vive un conflicto armado permanente

BOGOTÁ.- El conflicto en Colombia es una herencia que el país arrastra desde la época de la conquista española. A partir de la llegada de los europeos comenzaron las diferencias, los enfrentamientos, las peleas y los choques armados. Desde entonces hay víctimas y victimarios.

Ángela Salazar “es una mujer que ha vivido mucho o de pronto muy poco”. Es oriunda de Urabá, tierra neurálgica por la manera como se ha vivido el conflicto armado moderno y donde se ha llegado a un clima de justificación de la muerte.

–         Decimos, ‘si lo mataron por algo sería’, ‘quién sabe qué hizo’, ‘seguro la debía’, ‘quién lo mandó’. No miramos cómo vivirán los sobrevivientes de la víctima sino que justificamos de un modo subconsciente al victimario.

Urabá vio pasar guerrilleros del Epl, las Farc, el Eln y la Corriente de Renovación Socialista, fue receptor de desmovilizados y de las autodefensas y de los comandos populares. De aquí se expendió el paramilitarismo para Colombia. Donde había paramilitares había muchachos de Urabá.

Después de la desmovilización de las Auc, regresaron los milicianos al pueblo. Ese paramilitar reintegrado era el vecino de antaño, el amigo con quien el hijo pasó la infancia,  el novio de la amiguita de la hija, el familiar de las víctimas. No tuvieron juventud por estar inmersos en la guerra.

Esta mujer de casi 60 años carga en el corazón la desdicha de ser víctima y en la mente el propósito de trabajar por aquellas que perdieron en la guerra a esposos, hijos y padres. La confrontación le arrebató a una hermana. Las autodefensas la secuestraron en Chocó y volvió a casa enferma. Dos meses después de la liberación murió. En Medellín sufrió la desaparición forzada de un hermano. Se lo llevaron de la plaza minorista en cumplimiento de ‘la limpieza social’.

En Urabá hay desconfianza hacia las instituciones del Estado. La denuncia es débil. Todavía hay temores. Las víctimas han asumido el reto de poner sobre la mesa lo ocurrido. El Gobierno no ha dicho nada.

Esos recuerdos la atormentan y la alientan a mantener la lucha y a alzar la voz para defender a quienes van por el país desamparados, desesperanzados y desilusionados. La preparación no ha sido en las aulas sino a partir de experiencias. De cada caso aprende y lo pone al servicio del otro para evitar repetir las historias.

En el quehacer diario ha aprendido a entender a los demás. El trabajo con las víctimas, con las mujeres, con la comunidad, le ha servido para tener empatía con el otro y para perdonar.

–         Soy una mujer que ha ido construyendo otra forma de vida. Me dediqué a trabajar con las víctimas desde las mujeres. Somos constructoras de tejido social, buscamos estrategias para construir desde la familia. Se nos cambian los roles, pero ahí estamos siempre.

El conflicto colombiano es histórico. Colombia es un país de violencia y de conflictos armados uno detrás de otro. De las guerras de la conquista se pasó a las de la independencia, a las partidistas, a las que enfrentaron a godos con cachiporros, a la de los Mil Días, a la de liberales contra conservadores, a la de guerrillas, a la de los narcotraficantes y a las de las bandas criminales.

En esas confrontaciones siempre las víctimas estuvieron invisibles, hasta que se organizaron y empezaron a denunciar, a pellizcarse y a visibilizarse. Esa tarea le correspondía al Gobierno, pero la asumieron las organizaciones.

La cooperación internacional jugó un papel importante, porque  blindó a las víctimas y pudieron salir a decir qué se vivía en el territorio nacional. El actor armado respeta o le teme al qué dirán los organismos internacionales.

Volver al estado anterior de la guerra es difícil. En el trabajo de las organizaciones, como Mujeres por la paz, ha logrado que entiendan que son víctimas y que como tales son sujeto de derecho.

–         No estarnos lamentando como víctimas y como limosneras ante las entidades oficiales, sino exigir los derechos vulnerados, rescatarlos y disfrutarlos.

En ese trabajo hay casos que llenan  de felicidad a Ángela Salazar, aunque en medio de la angustia. Cuando las mujeres dicen que por medio de la organización han trasformado la vida y han tenido otras oportunidades para luchar por los hijos la satisfacción es grande.

Las víctimas le duelen mucho. Regresa en el tiempo para recordar que  proviene de una época en la que los niños podían jugar, los adultos podían sentarnos en la puerta de la casa a hablar, podían ir al río y transitar por los caminos sin peligro.

Rememora a su Chocó y lo define como territorio construido desde la sencillez, la simplicidad, el cohabitar con otros, el relacionarse y el  tener una familia extensa. Allá, hasta la cuarta generación son familia. Y todo eso lo ha roto el conflicto armado.

Reorganizar lo desbaratado por las balas es el reto de los colombianos, rearmar el tejido social, cómo volver a creer en el otro, volver a tener en cuenta que la palabra es suficiente y que se deben callar los fusiles. Respetar la palabra.

–         El cuento que nos quieren montar con la reconciliación es importante. Colombia debe caminar hacia ese horizonte. Pero no la reconciliación de la noche a la mañana. Hay mucho dolor, hay mucho daño causado, hay muchas pérdidas humanas y de sentimientos. Muchas personas se vuelven insensibles frente a todo lo que les ha pasado.

La propuesta de Ángela Salazar es empezar a hacer trabajo de atención sicosocial. Cómo elaborar esos duelos que causados por el conflicto y que están si haberse resuelto. Ahí empezarán a perdonar, aunque no olvidará. Si olvidan quedan expuestos a repetir la historia.

La idea no es olvidar, es perdonar y pensar que hay otras opciones de vida, que hay que construir no la paz desde el discurso del Gobierno ni del Estado. No. Es una paz desde mi interior y ayudar a construir la paz del otro.

RAFAEL ANTONIO PABÓN

rafaelpabon58@hotmail.com

Foto: MANUEL NEIRA

 

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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