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Vendedores y policías, frente a frente y a palo limpio

CÚCUTA.- Carlos Contreras estalló en llanto al narrar los  atropellos que, desde las 4:30 de la mañana, cometieron los agentes contra los vendedores ambulantes de la avenida 6 entre calles 5 y 8.

“Los plantes volaron como si el agua o el viento los hubiera levantado. Los policías los tiraron como se les dio la gana. Sin importar que se pudieran dañar, y decían ‘pa´la mierda los pastores, que se acabó la Navidad”, relató este hombre con marcada impotencia ante los actos de los uniformados.

A las 9:11 de la mañana, las piedras y los palos hablaron por los vendedores ambulantes al intentar correr las vallas para bloquear la avenida 6 con calle 8. Los   policías llegaron vestidos de verde, otros cubiertos con protección de pies a cabeza y lanzaron gases de toda clase contra los comerciantes informales.

Rocío Velandia, vocera de los vendedores, intentó apaciguar los ánimos.  Un empujón de un miembro de la fuerza pública la dejó tirada en el suelo. A las 10:20 de la mañana, el empujón A Rocío Velandia se convirtió en el detonante para el segundo tiempo de la batalla campal entre policías y vendedores.

Los uniformados reforzaron el pie de fuerza y se abalanzaron  contra los vendedores. De nuevo gritos, llantos, quejidos, súplicas, granadas aturdidoras y gas lacrimógeno. Los informales desaparecieron como por arte de magia.

A las 11:30 de la mañana, la turba se concentró en la avenida 7 con calle 9. Los policías requisan  a los transeúntes, las motocicletas alertan con las sirenas y las licuadoras azul y rojo. La tensión se tomó el sector. Los negocios bajaron las ‘santamarías’ y cerraron las puertas.

En las terrazas de los edificios y por las ventanas de los negocios aparecieron los mirones se quieren enterarse de lo ocurrido. El amarillo de las banderas de Colombia que aprietan entre las manos los vendedores enceguece con el reflejo contra el sol.

Los vendedores, agotados, no quieren murga. Los policías, acatan órdenes superiores y pretenden quitarles el tricolor a las mujeres que gritan arengas contra el alcalde Donamaris Ramírez. De nuevo empieza la batalla. César Velandia, líder de la zona, aboga por un joven que reparte almuerzos de un restaurante por los puestos, y que los policías lo tienen contra la pared y lo golpean.

Doña María abraza a su hijo Gerardo Méndez, empleado en un almacén de calzado. No alcanzó a entrar cuando los compañeros cerraron la puerta del local. Ahora, son uno solo, como si una vez más la naturaleza los hubiera unido por el cordón umbilical. No hay placenta, ni líquido amniótico,  solo piedras que vuelan, gases de pimienta que pican en los ojos y arden en la piel, botas y macanas que los golpean y  la tanqueta del Esmad, a la que fueron conducidos.

A la 1:00 de la tarde, terminaron los disturbios. El saldo dejó más de 15 vendedores ambulantes detenidos y otros 15 heridos. Los esfuerzos de los líderes para calmar los ánimos solo quedaron en cabezas rotas y calles tapizadas con piedras y palos.

 

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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