CÚCUTA.- Sandra nació en San Calixto. A los 9 años, la familia decidió irse a vivir a El Tarra, en el Catatumbo, zona históricamente afectada por el conflicto armado, aunque Sandra le resta a eso importancia con una sonrisa. “Es una zona difícil, pero muy bonita”. Para ella, quien siempre tiene una actitud positiva, lo importante son las personas, sobre todo “aquellas que verdaderamente quieren salir adelante”.
En aquel lugar que le proporcionó los que considera sus años más felices, también fue donde se convirtió en víctima de las injusticias que acarrea la guerra al verse obligada, junto con su familia, a salir de la que era su casa y a la que nunca pudo volver. Aunque irse les brindó mayor tranquilidad, las razones del desplazamiento los siguió hasta Ocaña, ciudad a la que se trasladaron.
A los 16 años, conoció a quien sería el papá de su hija mayor. Guiada tal vez por la inocencia y el desconocimiento, decidió formar un hogar que al poco tiempo se deterioraría, debido al irrespeto y el maltrato que recibió por parte de su pareja. “Esas experiencias ya fueron perdonadas y saldadas”.
Tejiendo Sueños
Tras su familia ser perseguida, y sus hermanos obligados a tomar caminos distintos, Sandra decidió buscar un nuevo comienzo en Cúcuta. Hace 24 años, “La perla del norte” ha sido el hogar para ella y su familia.
Allí, comenzó a trabajar en casas de familia y apoyaba las labores del hogar, lo que le permitió subsistir por un tiempo. Y fue justo en las tareas domésticas que descubrió el amor por la moda y la confección. De esas coincidencias que solo García Márquez podría imaginarse en sus páginas, existía un taller de confección en todas las casas en las que fue empleada.
Alentada por la tenacidad y las ganas de aprender, se animó a hablar con los jefes para que le enseñaran a manejar las máquinas con las que pronto podría tejer un futuro próspero para la familia. De a poco, se volvió diestra con la fileteadora, la collaretera y la plana. “Soy muy intuitiva y fui aprendiendo mientras veía”. A los pocos días trabajaba como operaria en un taller.
La costura del éxito
Al haber adquirido más experiencia con la confección, se acercó a ella quien se convertiría en su socio. Un guajiro que estaba emprendiendo con la comercialización de chalecos, le propuso aliarse para que creara esas prendas y se las ayudara a vender en el centro de Cúcuta.
Al ver buenos resultados, Sandra quiso dar el siguiente paso y perfeccionar las habilidades con la aguja. Así que decidió empezar un curso de moda y confección con una caja de compensación. “Fue un año completo estudiando todas las noches, pero gracias a mis ganas de salir adelante logré graduarme”. Fue un año en el que entre el trabajo y el estudio le quedaba poco tiempo para compartir y cuidar a la familia.
Al ver que más allá de los chalecos, le solicitaban prendas sobre medidas, comenzó a expandir lo que producía y a construir el taller satélite de confección en su hogar. Con esfuerzo adquirió las máquinas necesarias hasta que un día decidió independizarse y tener su negocio.
Bordando el futuro
“Yo le llamo ser independiente a arriesgarme a ese mundo laboral donde uno mismo debe generar su propio sueldo. Es mucho más difícil, porque uno no trabaja ocho horas diarias, sino 24/7”, afirmó Sandra con orgullo.
Así fue como, con esfuerzo y empoderamiento creó Diseños K’Sami, que, si bien hasta el año pasado fue registrado oficialmente ante la Cámara de Comercio, es la principal fuente de ingresos de esta modista, madre cabeza de familia, de 43 años. Vive junto con su hija, de 26 años, su hijo de 16 y su hermana.
En Diseños K’Sami se elaboran trabajos sobre medida, ajustes livianos, telas rígidas y uniformes. Además, Sandra suele sacar pequeñas colecciones de unas 15 prendas para la venta. Con este negocio, la emprendedora logró pagarle a la hija mayor la universidad, al hijo el colegio y ha podido mantenerlos y procurar que nada les falte.
En 2019, por medio de la Asociación ‘Estrellas Resplandecientes’, que reúne a mujeres gestantes, cabezas de hogar, desplazadas, en condición de discapacidad, ente otros perfiles, para apoyarlas en el deseo de capacitarse, aprender y salir adelante, Sandra conoció el programa EMPROPAZ, el cual le ayudó a llevar su negocio al siguiente nivel.
Empezó a recibir capacitaciones personalizadas de parte de los asesores empresariales del programa, y con cada lección adquiría más conocimientos financieros, de márquetin y sobre cómo hacer crecer un emprendimiento. Fue gracias a EMPROPAZ que pudo formalizar Diseños K’Sami para abrir oportunidades de trabajo.
“EMPROPAZ me ayudó a fortalecer mi proyecto a futuro. Todos los aprendizajes que me daban, lo hacían con mucho amor y esmero”, cuenta Sandra, quien vendía entre $ 2,0 y $ 3,0 millones mensuales antes de iniciar el proceso. Ahora, tras haber finalizado, ha tenido meses en los que las ventas han ascendido hasta los $ 10 millones
Ha contratado a dos personas para apoyarla en la creación y entrega de los trabajos solicitados, y, además, tiene a una tercera encargada exclusivamente en trabajos de pedrería. Así, Sandra les abre las puertas del taller a otras mujeres para que aprendan y tengan oportunidades de trabajo, igual a como lo hicieron sus antiguos jefes años atrás.
Con el acompañamiento y formación financiera y empresarial que recibió con EMPROPAZ, a Sandra le fue otorgado, un crédito en Bancamía, siendo esta la primera vez que se animaba a solicitar este tipo de producto a un banco. Este dinero fue invertido en insumos de marquetería y telas, para mejorar la estética de los productos y tener liquidez para poder responder a los pedidos que sus diferentes clientes le hacen, ya que “por más que ellos paguen el 50 % por adelantado, al ser pedidos grandes este adelanto no es suficiente”.
Hoy, Sandra trabaja para expandir Diseños K’Sami. Sueña con tener una boutique en el centro de Cúcuta para mejorar la visibilidad y desea continuar aprendiendo más sobre márquetin y confección. Para ello, planea solicitar un crédito mucho más grande con Bancamía y así financiar esta idea.