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Esta frontera se debe abrir en el menor tiempo posible. Podemos lograrlo con la fuerza pujante de dos pueblos que sufren necesidades y que merecen ver florecer el progreso sin tantas dificultades. / Foto: ARCHIVO

COMENTARIO. Abrir la frontera es una imperiosa necesidad

Con todo respeto hacia la dirigencia política y empresarial del Área Metropolitana de Cúcuta y de Norte de Santander debo decir que no están jugando un rol responsable y dinámico en defensa de los intereses de la región.

Guardan silencio frente a las crisis económica, social y ambiental, y al largo cierre fronterizo que tanto afecta a la economía y el empleo. Se dedicaron a esperar la caída del gobierno de Nicolás Maduro gracias a la alianza entre Juan Guaidó, Donald Trump y la extrema derecha de Colombia.

Dejaron que la economía marchara al libre albedrío y lo que ha ocurrido es una caída en picada de la producción, del empleo y de la exportación que se refleja en el incremento de los indicadores de pobreza regional. La productividad y la competencia de esta región están afectadas por la falta de infraestructura óptima para efectuar operaciones de negocios rentables y por las largas distancias para llegar a los puertos del país.

Suele pasar que se pierde hasta la memoria. Desde la época de la Colonia, la Nueva Granada contaba con dos grandes rutas: la del río Magdalena y la del Lago de Maracaibo. Luego, entonces, para Norte de Santander, Santander y Boyacá la ruta hacia el Lago de Maracaibo siguió manteniendo importancia, tanta, que después de mediados del siglo XIX se ordenó hacer un camino de Cúcuta hacía Puerto Villamizar para dinamizar la exportación de café y después se construyó el ferrocarril.

Las disputas políticas y la incapacidad de la dirigencia regional llevaron al abandono de un proyecto que significaba el desarrollo de la frontera con más posibilidades de crecimiento del continente.

No tengo la menor duda de que esta región puede tener un desarrollo exponencial en la medida que se entienda que por encima de las diferencias políticas entre las dirigencias de la República Bolivariana de Venezuela y de Colombia están los pueblos y sus necesidades de desarrollo.

Cómo es posible que para la dirigencia regional sean más importantes los intereses del gobierno de Iván Duque y de la extrema derecha gringa y de Venezuela que las necesidades del sector productivo, del comercio, de la gente desempleada que se acerca al 21 % de la población económicamente activa. Es realmente inaudito.

No, señoras y señores, hay que ser responsables. Esta frontera se debe abrir en el menor tiempo posible, podemos lograrlo con la fuerza pujante de dos pueblos que sufren necesidades y que merecen ver florecer el progreso sin tantas dificultades. Aquí está planteado un dilema: o seguimos arrodillados a los cálculos de la extrema derecha y la corrupción y nos hundimos, o buscamos una alternativa democrática, forjamos oportunidades y crecemos.

Necesitamos que se abra una ruta de exportación desde Cúcuta hasta el Lago de Maracaibo, mientras avanzamos con la línea férrea que permita elevar los volúmenes de carga con mayor velocidad hacia los mercados internacionales. Esta ruta aumenta la capacidad de competencia de la pequeña, mediana y gran empresa regional y moviliza hacia el Área Metropolitana de Cúcuta inversiones y opciones turísticas que resolverían los problemas de desempleo y harían viable la formación profesional de miles de universitarios.

Es tanto que esta iniciativa sería una gran oportunidad para fomentar la producción de alimentos y la agroindustria regional ofreciéndoles al fin oportunidades a las comunidades campesinas del departamento para que salgan del atraso y la pobreza. Obvio, se necesita crear condiciones para avanzar en la construcción de una paz estable y duradera.

Estas reflexiones son para llamar a la academia, los medios de comunicación social, los gremios empresariales, los movimientos sociales, las autoridades territoriales y las personalidades democráticas a un gran diálogo franco y constructivo que defina la ruta hacia abrir la frontera, relaciones de buena vecindad entre los dos estados y el desarrollo endógeno regional dentro de una perspectiva de gobierno comprometido con la paz, la democracia y el buen gobierno.

RUBÉN ZAMORA

Sobre Rafael Antonio Pabón

Nací en Arboledas (Norte de Santander - Colombia), educado y formado como periodista en la Universidad de la Sabana (Bogotá), gustoso de leer crónicas y amante de escribir este género periodístico, docente en la Universidad de Pamplona (Colombia) y seguidor incansable del Cúcuta Deportivo.

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