Hay un viejo adagio que dice: “En la puerta del horno se quema el pan”, esto ha estado a punto de suceder en el largo y complejo proceso de paz que el presidente Santos impulsa contra viento y marea con la dirigencia de las Farc. El no haber dimensionado la gravedad y la falacia que contenía la propuesta uribista del Centro Democrático, llevó a subestimar su poder de engaño y confusión, lo que dio como resultado la pérdida para los del Sí del plebiscito, del 2 de octubre. Desde allí, esta organización política se ha dedicado por todos los medios a ponerles palos en la rueda a los esfuerzos de paz, buscando, quién lo creyera, que terminaran en sucesivos procesos de dilación, y en esta forma salte la amenaza de volver a la guerra fratricida que nos ha acompañado por más de 50 años, confrontación surgida de los movimientos armados que nacieron al influjo de la Revolución Cubana.
Hay que reconocer que fueron la mesura y la ecuanimidad del presidente Santos las que lograron equilibrar y detener la confusión que pretendían desatar los partidarios del No, que incidían directamente sobre las tropas de las Farc, acantonadas en zonas campesinas cerca a los espacios campamentarios donde deben efectuarse las complejas tareas de dejación de armas, que serán recibidas, según acuerdos vigentes, por Naciones Unidas. Pero la situación no termina allí, al Centro Democrático no le ha servido que el grupo negociador del Gobierno haya incorporado al texto del nuevo Acuerdo casi el 90 % de sus exigencias y sin consideración por la paz y la convivencia de la gran familia colombiana, arremete contra el proceso de refrendación que con disciplina y seriedad ha venido lográndose en el Congreso.
El presidente Santos le respondió así a Yamid Amat: “Nos falta la implementación”, el último paso vital en la cadena del proceso de paz, pues implican los siguientes procesos: “La consolidación del cese del fuego, la entrega de las armas de las Farc, la iniciación en forma del desminado, los programas de sustitución de cultivos de coca, el retorno de los desplazados a sus tierras, los planes prioritarios de inversión en las regiones más afectadas por el conflicto…Por eso es tan urgente avanzar y empezar lo más pronto posible la implementación. Dilatar la puesta en marcha del Acuerdo significaría poner en peligro todo lo alcanzado, poner en riesgo más vidas”.
Quiero, como ciudadano colombiano y con el debido respeto de usanza, recurrir a la Corte Constitucional para implorar en nombre de quienes han sufrido esta guerra fratricida, que por el bien supremo de la nación aprueben y hagan viable el Fast Track o vía rápida, para que las leyes que deben implementar las trasformaciones y reformas no tengan que hacer el calvario de la vía ordinaria en el Congreso de la Republica, sino que por la urgencia manifiesta que estamos viviendo, sean aprobadas en el término más próximo posible y en esta forma, la guerrilla desarmada, pueda entrar en el accionar político, para que por los medios pacíficos y democráticos continúe su lucha por las reivindicaciones sociales. Postura de la Corte que demanda generosidad y solidaridad con la nación colombiana.
Así las cosas, toda la sociedad colombiana, con sus múltiples expresiones democráticas, debe en estos momentos cerrar filas en apoyo al proceso de paz, otra vez en una encrucijada. La Comunidad Internacional, que tan comprometida ha estado, debe activar todos sus mecanismos para evitar un retroceso, el que sería mortal en estas circunstancias, pedir o implorar a la Corte Constitucional que las leyes que deben desarrollar los acuerdos sean tramitadas por la vía rápida o Fast Track, para que el compromiso adquirido con la paz, compromiso sagrado, no pueda echarse para atrás, so pena de perder el meticuloso trabajo que hasta ahora se ha ejecutado. ¡Que Dios ilumine a la Corte Constitucional! ¡Que la implementación sea ahora!
ALONSO OJEDA AWAD
Vicepresidente del Comité Permanente de Defensa de los DD.HH. (CPDH)
Foto: Lex Web